Defensa para modestos
La defensa de tipo tradicional, ahora denominada disuasoria, pero siempre basada en una creciente acumulaci¨®n de medios ofensivos, empieza a parecer para los pa¨ªses de segundo y tercer orden un lujo cada vez menos asequible, dado el enorme coste de los modernos arsenales.En l¨®gica consecuencia, los pa¨ªses secundarios se ven inclinados a establecer sus mecanismos defensivos en el seno de alguna alianza, donde el pa¨ªs dominante corre a cargo de algunas de las m¨¢s costosas responsabilidades defensivas a cambio de reservarse para s¨ª, entre otras cosas, dos muy importantes: decidir qui¨¦n es el enemigo y c¨®mo debe plantearse la defensa.
Los pa¨ªses de menor rango se ven, por esta raz¨®n, privados de libertad para articular en todos sus t¨¦rminos el proceso l¨®gico de toda decisi¨®n defensiva: ?Qu¨¦ hay que defender? ?Contra qui¨¦n? ?C¨®mo? Arrastrados por la alianza que los engloba, estos pa¨ªses apenas pueden decidir qu¨¦ es lo que desean defender (su sociedad actual, sus posibilidades de progreso, etc¨¦tera), forzadamente aceptan a veces un enemigo que no es el suyo y utilizan sistemas defensivos costosos y a la vez ineficaces por la escasez generalizada de sus medios materiales. Parecer¨ªa como si el pa¨ªs hegem¨®nico, al imponer sus puntos de vista a los aliados secundarios, ejerciese a la vez su doble condici¨®n de aliado y dominante y desviara hacia otro enemigo -su propio enemigo potencial- la inevitable sensaci¨®n de hostitilidad que suele crear su intromisi¨®n en la soberan¨ªa del aliado, no s¨®lo en el aspecto defensivo, sino tambi¨¦n en los campos pol¨ªtico, econ¨®mico e incluso cultural.
Se llega as¨ª a la situaci¨®n en que una defensa costosa e ineficaz, donde por evidentes razones econ¨®micas suele haber poco de todo pocos aviones, pocos barcos, pocos ca?ones, repercute negativamente en la sociedad que debe defender, propensa ya ¨¦sta por otras razones a ver en sus ej¨¦rcitos unos organismos costosos y de dudosa utilidad: para unos, al servicio de las clases dominantes y para garantizar en ¨²ltimo t¨¦rmino el orden social; para otros, reliquias entra?ables de un pasado venerable de grandezas no olvidadas, y quiz¨¢ para una gran mayor¨ªa, un problema delicado a resolver por
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Defensa para modestos
Viene de la p¨¢gina 9procedimientos no muy distintos a los de una reconversi¨®n industrial al estilo europeo.
De continuar la tendencia apuntada, cabr¨ªa anticipar -y ya se avistan los primeros signos- que la creciente cesi¨®n de responsabilidades defensivas hecha por los pa¨ªses modestos a su aliado hegem¨®nico llevar¨ªa a aqu¨¦llos a la dejaci¨®n gradual en otras ¨¢reas de una soberan¨ªa ya de hecho parcialmente hipotecada, y que se ir¨ªa as¨ª imperceptiblemente hacia una cesi¨®n de toda la soberan¨ªa a cambio de asegurar gratis una defensa cada vez m¨¢s inalcanzable, l¨ªmite te¨®rico este no descartable a priori.
Pero, por otra parte, parece que no todos los pa¨ªses de orden menor anhelan una tan estrecha asociaci¨®n con su benefactor defensivo, ni se sienten estimulados por la perspectiva de convertirse en Estados libres asociados. Hay un pensamiento europeo moderno que, desde el pacifismo realista de Galtung hasta el militarismo irreal del general Copel, se esfuerza en encontrar salidas a esta situaci¨®n, romper el impulso de la carrera armamentista y zafarse de la atosigante pol¨ªtica de enfrentamiento entre las. superpotencias.
Estas alternativas a la defensa tradicional se basan en la esperanza de que, cuando un pueblo sabe qu¨¦ desea defender y contra qui¨¦n debe hacerlo, le es siempre posible dotarse de una organizaci¨®n defensiva aut¨®noma, con componentes militares, paramilitares y civiles, provista de medios exclusivamente defensivos, modernos y eficaces, que dan a la necesaria motivaci¨®n popular el arma adecuada para hacerse temer por cualquier agresor. Una defensa defensiva, un escudo disuasorio eficaz y menos costoso que la defensa tradicional, donde la voluntad de los hombres y mujeres sustituye a enormes inversiones en armamento ofensivo y donde las fuerzas armadas se aglutinan con la sociedad a defender en una dimensi¨®n generalizada de la defensa.
Por ¨²ltimo, no ser¨ªa dif¨ªcil admitir que una recuperaci¨®n parcial de la soberan¨ªa en materias defensivas habr¨ªa de repercutir favorablemente en otras ¨¢reas ya malbaratadas por la todopoderosa solicitud del aliado hegem¨®nico, haciendo cierto el viejo dicho castellano: "De mis amigos me libre Dios, que de mis enemigos me libro yo".
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