Matilde Urrutia, viuda de Neruda, musa de amor y libertad.
Esta mujer, menuda, hermosa, de manos pausadas, voz suave y cabellera exuberante, constituy¨® la musa esencial del poeta chileno. A ella le dedic¨® muchos versos a partir de su encuentro en M¨¦xico, cuando estaba desterrado, entre otros, Los versos del capit¨¢n, que publicara Paolo Ricci por primera vez en N¨¢poles, en 1952, en forma an¨®nima para "no revelar su progenitura y no desnudar la intimidad de su nacimiento", como sostiene m¨¢s tarde el propio Neruda. El poeta estaba casado en esa ¨¦poca con Delia del Carril. Moralidades absurdas no pudieron con el amor. Su propio partido, el comunista, trat¨® de mediar en el asunto. Cosa ins¨®lita. Su pasi¨®n fue m¨¢s fuerte. "La tierra y la vida nos reunieron. Aunque esto no interesa a nadie, somos felices. Dividimos nuestro tiempo com¨²n en largas -permanencias en la solitaria costa de Chile y esta casa, La Chascona", dir¨¢ Neruda. La Chascona, la casa ubicada en el cerro de San Crist¨®bal, en Santiago de Chile, adquiri¨® ese nombre por el apelativo que Pablo decidi¨® para Matilde, que en mapuche significa cabellera desordenada y caprichosa. Constituy¨® el nido de amor de los amantes: Pablo y Matilde, su amaola Patoja.Se transform¨® m¨¢s tarde en una bella casa, hermosamente alhajada con objetos primorosos que Neruda llevaba a Chile luego de su peregrinar por el mundo.
En un sal¨®n, que m¨¢s que eso parece un jard¨ªn colgante, destaca un cuadro, pintado por el mexicano Diego Ribera en homenaje a Matilde (se cuenta que el pintor estaba prendado de la musa chilena). Es un cuadro curioso: all¨ª est¨¢ ella con su caprichosa cabellera, de perfil y de frente. En el costado izquierdo de su cabeza, el perfil de Pablo disimulado en ella. Una verdadera simbiosis de amor. M¨¢s tarde, el 23 de septiembre de 1973, a pocos d¨ªas del golpe militar que derroc¨® al presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, este sal¨®n y el resto de la casa estaban convertidos en un lodazal. Manos siniestras desviaron un canal que corr¨ªa por el cerro e inundaron La Chascona. Quebraron los cristales de los ventanales, acuchillaron cuadros y pinturas, destrozaron libros y cuanto objeto primoroso encontraron a su paso. Muchos objetos valiosos desaparecieron. Aquel d¨ªa, Matilde y unos pocos amigos procuraron limpiar un poco la morada del poeta para velarlo. Tuvieron que sacar el esti¨¦rcol y miasmas que los esbirros hab¨ªan dejado en el sal¨®n principal.
El ata¨²d de Neruda estaba ese triste d¨ªa en medio de una vor¨¢gine. Parec¨ªa como si se hubiera descargado la m¨¢s terrible tempestad sobre esta bella casa. Y all¨ª estaba Mat¨ªlde, menuda, con sus manos un poco crispadas y con el m¨¢s grande dolor de una mujer sobre la tierra. Y ella, que nunca hab¨ªa sido m¨ªlitante de ning¨²n partido, ni del comunista, como se suele afirmar sin base, se transform¨® en la m¨¢s irreductible combatiente de Chile en contra de la dictadura. Y muchas razones ten¨ªa: Neruda hab¨ªa apresurado su muerte por el gran impacto que le produjeron el golpe militar y sus terribles consecuencias. La muerte de Allende, heroica y tr¨¢gica, les hab¨ªa impresionado hasta el infinito.
En calidad de cuidadora
Un sobrino de Matilde pas¨® a engrosar la lista de desaparecidos. Su casa de Isla Negra, la de mayor rango po¨¦tico, fue confiscada por la dictadura militar, puesto que Neruda la hab¨ªa legado a su partido y a los trabajadores.
S¨®lo se permiti¨® a Matilde estar all¨ª en "calidad de cuidadora", sin poder coger un solo objeto de su propia casa. Se le someti¨® a una vigilancia permanente, aunque discreta. Los libros de Neruda desaparecieron del mercado y de las exigencias bibliogr¨¢ficas de los estudiantes, aunque su nombre no figuraba en la censura oficial, como aconteci¨® en Argentina, donde Videla s¨ª lo elimin¨® de los programas de estudio. Sus memorias Confieso que he vivido no pudieron ser distribuidas en Chile oportunamente, pues trabas aduaneras y de todo tipo as¨ª lo determinaban. Muchas veces, la polic¨ªa secreta segu¨ªa sus pasos a la Biblioteca Nacional, donde trabaj¨¢bamos en la recopilac¨ª¨®n de material para los dos ¨²ltimos libros de Neruda, Para nacer he nacido y El r¨ªo invisible. Nos fotografiaban en la calle con mucha discreci¨®n. Nunca faltaba un patriota que se acercaba a nosotros, an¨®nimo, y nos dec¨ªa: "La DINA (*) las ha fotografiado". Nunca nos percat¨¢bamos. Fue uno de esos d¨ªas que Matilde no me permiti¨® acompa?arla a hacer "una gesti¨®n", como me dijo. Yo me qued¨¦ en los subterr¨¢neos de la biblioteca junto a la poes¨ªa de Neruda de principios de siglo. Luego march¨¦ a mi casa. Por la radio me enter¨¦, como tantas veces, de que Matilde hab¨ªa sido alevosamente arrastrada a un carro policial y detenida por "haberse encadenado" junto a otras mujeres parientes de desaparecidos en las rejas del Congreso Nacional, hoy clausurado, por defender los derechos humanos. Se recibieron en Chile protestas de todo el mundo por el arbitrio para con esta mujer y las otras. Con ella, que hab¨ªa sido embajadora cultural junto con Neruda en Francia y en tantas partes. La recuerdo con su paso menudo y mano generosa recorriendo las poblaciones marginales de Santiago, donde se organizaban todas las semanas homenajes a Neruda en humildes galpones o iglesias. La juventud, las mujeres, y los ni?os eran favorecidos por su aporte.
Contactos
Manten¨ªa correspondencia y contacto con los m¨¢s importantes escritores del mundo, de quienes era amiga personal: Garc¨ªa M¨¢rquez, Rafael Alberti, G¨¹nther Grass, Dario Puccini, Luis Rosales, etc¨¦tera. Yo cumpl¨ªa esta misi¨®n como su colaboradora inmediata con placer y alegr¨ªa. Ella firmaba las cartas con letra firme y menuda: Matilde Neruda. Los -trazos se asemejaban a la letra de Pablo. Los escritores y pol¨ªticos dem¨®cratas del mundo estaban atentos a la din¨¢mica social de Chile, y particularmente se fijaban en las actividades en defensa de la libertad de esta menuda y valerosa mujer, invitada especial en cen¨¢culos culturales del universo.
Ten¨ªa en mente desde hace mucho formar una fundaci¨®n con el nombre de Neruda y establecer becas para los estudiantes. Su mayor empe?o era recuperar la casa de Isla Negra para cumplir con el testamento de Neruda (Canto general): "Compa?eros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco". No lo pudo lograr. En cambio, cada a?o, para el aniversario del nacimiento de Pablo, el 12 de julio, y el 23 de septiembre, d¨ªa de su partida, el cementerio y el humilde nicho 44 transformaban su silencio en romer¨ªa. De todas partes ven¨ªa gente a testimoniar su admiraci¨®n por el poeta y su obra. Y esos d¨ªas la polic¨ªa ten¨ªa m¨¢s trabajo que nunca, pues cargaba contra los manifestantes, que a los gritos de "Neruda, el pueblo te saluda" sumaban otros por Allende y la libertad. Y en el medio, siempre, como una temblorosa flor, llena de dignidad, estaba Matilde Urrutia.
Se pon¨ªa de escudo entre la furibunda polic¨ªa y los j¨®venes. Los poetas j¨®venes de Chile la han convertido en su propia musa. Matilde Urrutia no escribi¨® jam¨¢s un verso, s¨®lo cantaba. Pero ha sido una de las excelsas animadoras de tertulias literarias. De voz pausada, con un ligero acento internacional, ha brindado una palabra de aliento a los contertulios y a los sufrientes, llena de sabidur¨ªa y fortaleza. No escribi¨® jam¨¢s un poema, pero su vida fue un poema. Como tantas otras mujeres chilenas, luch¨® por la vida, el amor y la libertad.
DINA, antigua polic¨ªa secreta de la dictadura.
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