El tiempo de nuestros d¨ªas
POR UNOS d¨ªas, la informaci¨®n meteorol¨®gica ha adquirido en Espa?a el rango de noticia de primera p¨¢gina. Las bajas temperaturas han igualado nuestra meteorolog¨ªa con la de los pa¨ªses centroeuropeos y n¨®rdicos, donde las variaciones del bar¨®metro y del term¨®metro son seguidas con mayor inter¨¦s que los cambios en la escena pol¨ªtica. No en vano influyen en el comercio, las comunicaciones y el desarrollo entero de la vida cotid¨ªana, de forma que los ciudadanos, antes de emprender un viaje, iniciar la jornada o hacer previsiones de trabajo, se preocupan por obtener una buena informaci¨®n sobre el estado del tiempo. No es as¨ª en Espa?a, qui¨¦n sabe si por la meteorolog¨ªa m¨¢s benigna o quiz¨¢ por alg¨²n resabio cultura? m¨¢s profundo por el que se identifica meteorolog¨ªa con azar incontrolado, o incluso con influencias mal¨¦ficas o ben¨¦ficas de las divinidades de la naturaleza. Sin embargo, si se consideran globalmente, los fen¨®menos meteorol¨®gicos tal como se producen en nuestro pa¨ªs no son m¨¢s apacibles que en el resto de Europa: vendavales catastr¨®ficos, riadas e inundaciones, sequ¨ªas y, en estos d¨ªas, este clima g¨¦lido que nos incorpora de lleno a la temperatura centroeuropea, a la vez que despierta en las gentes el af¨¢n de frecuentes y precisas valoraciones sobre los meteoros.Una curiosa coincidencia ha hecho desaparecer de las pantallas de nuestros televisores, precibamente en d¨ªas de acuciantes necesidades, las populares figuras de los informadores del tiempo, que convert¨ªan los datos del Servicio Meteorol¨®gico en apreciaciones con rostro humano, humor o sarcasmo sobre la lluvia, la nieve y las ilusiones del fin de semana. Con ello se pone en evidencia, en un campo nada trascendente de la vida espa?ola, hasta qu¨¦ punto la modernizaci¨®n del pa¨ªs afecta a cuestiones aparentemente nimias y sin importancia. Los funcionarios del Servicio Meteorol¨®gico incurr¨ªan en incompatibilidad simultaneando dos cargos en la Administraci¨®n p¨²blica. Pero adem¨¢s estos funcionarios, y todos los otros que realizan tareas para medios de comunicaci¨®n, utilizan datos producidos gracias al funcionamiento de un servicio p¨²blico, sufragado con los impuestos de todos los espa?oles, para su rentabilizaci¨®n-personal.
Para que la figura del hombre o de la mujer del tiempo llegue a adquirir la popularidad e incluso la cotizaci¨®n en el mercado profesional que tiene en muchos pa¨ªses hace falta, en primer lugar, que la propia opini¨®n p¨²blica y todos los ciudadanos adquieran plena conciencia de que la informaci¨®n oficial es un servicio p¨²blico y gratuito al que est¨¢ obligado el Servicio Meteorol¨®gico. Luego ser¨¢ iniciativa de cada medio de comunicaci¨®n el establecer contratos con meteor¨®logos, o con simples locutores especializados en proporcionar una informaci¨®n amena y divertida, que presenten estos datos de los que puede disponer todo el mundo. Esto no es as¨ª, por el momento, y la informaci¨®n meteorol¨®gica y los meteor¨®logos andan embrollados en esa confusi¨®n de organismos p¨²blicos que nos leg¨® el r¨¦gimen anterior, fuente de incompatibilidades, peque?as corrupciones y no pocos equ¨ªvocos.
Seguramente si todo estuviera bien deslindado y claro, estos d¨ªas de hielo y nieve nos hubieran pillado con una mayor conciencia ciudadana de las medidas preventivas a tomar y con una mayor variedad de consejos y valoraciones sobre el estado del term¨®metro.
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