La c¨ªtara de Ant¨®n Kar¨¢s
Hubo unos a?os, a partir de 1950, en los que Europa adormec¨ªa su tristeza al comp¨¢s de los desolados sones de la c¨ªtara. Ant¨®n Kar¨¢s, con su oscilante Tema de Harry, hab¨ªa sido descubierto por el director brit¨¢nico en Viena como el hombre capaz de ambientar uno de sus m¨¢s c¨¦lebres filmes, El tercer hombre, trasunto cinematogr¨¢fico de la novela de Graham Greene. Ant¨®n Kar¨¢s falleci¨® el pasado d¨ªa 10 de enero a los 78 a?os en un hospital de Viena (Austria).En el Tema de Harry, en el del Caf¨¦ Mozart, dentro de su incisiva humildad, parece albergarse lo que Federico Sope?a gusta denominar estructura de la desolaci¨®n. Esto necesitaba Carol Reed para dar sentido y perspectiva al ir y venir entre la vida y la muerte de Joseph Cotten, Alida Valli, Orson Welles y Trevor Howard en la Viena que se despereza tr¨¢gicamente del Anschluss.
La Viena de ayer, diseccionada por Stefan Zweig, ve¨ªa saltar en pedazos los ¨²ltimos restos -un pu?ado de recuerdos y la persistencia de unos pocos usos- del tiempo de la seguridad. Para el hambre, la pobreza, el miedo, el fr¨ªo, la soledad y la desconfianza no se precisaban solemnes marchas crepusculares a gran orquesta. Bastaba la mon¨®tona insistencia de la siempre agridulce y, en aquel momento hist¨®rico, desolada c¨ªtara de Ant¨®n Kar¨¢s, apenas un escondrijo musical. El cine encuentra verdaderamente su m¨²sica en estos casos de confluencia un tanto misteriosa entre una m¨²sica de sentido y la significaci¨®n de una historia en su entorno. Funciona as¨ª el acompa?amiento musical a modo de prospecci¨®n psicol¨®gica.
Cuerdas heridas
Un par de a?os despu¨¦s de El tercer hombre, la guitarra de Narciso Yepes, con sus variantes sobre una antigua tonada espa?ola, estableci¨® con exactitud el clima para la pel¨ªcula Juegos prohibidos, de Ren¨¦ Cl¨¦ment. La guerra y, como dir¨ªa el realizador, "el verde para¨ªso de los amores infantiles" conflu¨ªan en el ritmo de la acci¨®n y en la belleza de las im¨¢genes con el leve puntear de la guitarra de Yepes: unos sonidos y unos temas m¨¢s que lejanos, pudorosamente escondidos.La c¨ªtara, nombre con el que se conocen muy variados instrumentos, adopta en el ambiente popular de Austria y Hungr¨ªa la forma determinada de los instrumentos de mesa cuyas cuerdas son heridas por el plector que mueve la mano derecha, mientras la izquierda traza las escuetas armon¨ªas del acompa?amiento.
As¨ª pas¨® la vida Ant¨®n Kar¨¢s. Modestamente, en este o aquel caf¨¦ vien¨¦s, hasta el triunfo de El tercer hombre que le convirti¨® en m¨²sico-propietario de una taberna t¨ªpica, visita obligada de cuantos turistas llegaban a la capital austriaca.
Nostalgia inventada
El paso de los d¨ªas y el aumento de los impuestos acab¨® con la t¨ªmida y aut¨¦ntica evocaci¨®n que para unos era la c¨ªtara y el cafet¨ªn de Ant¨®n Kar¨¢s; con la nostalgia inventada -nostalgia de lo no vivido ni sabido- que significaba para otros. La taberna del m¨²sico de Carol Reed y Orson Welles (el mayor defensor de la c¨ªtara de Kar¨¢s como m¨²sica para El tercer hombre) qued¨® convertida en un modesto taller de muebles. Todav¨ªa Ant¨®n Kar¨¢s fue espect¨¢culo itinerante contratado para las noches de Europa. Ahora, la memoria apagada y la c¨ªtara en silencio, acaba de morir en la Viena del caf¨¦ Mozart.
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