?Belmondo? Bien, gracias
Para el espectador espa?ol, el cine franc¨¦s actual ha quedado reducido a las cr¨®nicas de la inanidad sentimental contempor¨¢nea fabricadas por Rohmer, a los chispazos e iluminaciones visionarias de Godard y a las apariciones peri¨®dicas del ¨²ltimo filme de Bebel, de Belmondo, del sucesor de Gabin que A bout de souffle dio a conocer y que luego, a lo largo de los a?os, hemos visto abandonar su personaje de g¨¢nster anarquista para convertirse en sacerdote, ladr¨®n de guante blanco, polic¨ªa, millonario, pierrot, boxeador, cabecilla de la revoluci¨®n francesa, h¨¦roe en R¨ªo de Janeiro, siempre duro, siempre simp¨¢tico, siempre, tal y como dec¨ªa Angel Fern¨¢ndez Santos, buen mal chico.Belmondo lleva todos los personajes hacia su terreno, les impone su personalidad, los hace cre¨ªbles a partir de su propia credibilidad.
Rufianes y tramposos
Director: Henri Verneuil. Int¨¦rpretes: Jean Paul Belmondo, Marie Laforet, Michel Constantin, Franlois Perrot, Jacques Villeret. Gui¨®n: Michel Audiard y H. Verneuil. M¨²sica: Georges Delarue. Francesa,1984.Estreno en cines Vaguada M-2, Luchana 3.
Desgraciadamente para ¨¦l y para el espectador, esa f¨®rmula era excelente en la ¨¦poca de los grandes estudios, con sus decorados, guiones profesionales y equipos inmejorables. En la actualidad, Belmondo no s¨®lo devora al personaje, sino tambi¨¦n a la ficci¨®n.
Rufianes y tramposos es un muy descre¨ªdo relato de aventuras cuyo ¨²nico inter¨¦s consiste en que es tambi¨¦n un documental sobre Belmondo.
Simp¨¢tico y cr¨¢pula
El actor parece haber asumido su destino de hijo o t¨ªo simp¨¢tico y un poco cr¨¢pula, del que se reciben postales de cuando en cuando, siempre desde pa¨ªses ex¨®ticos en los que se sospecha se dedica a negocios turbios al mismo tiempo que seduce a se?oras elegantes y algo libertinas.Gracias a esas postales-pel¨ªculas sabemos que no ha engordado, que est¨¢ muy moreno, sonriente, saltar¨ªn y en plena forma, noticias que sin duda son de agrado de las plateas francesas, de los pap¨¢s, mam¨¢s y sobrinos de Bebel.
Para el espectador espa?ol, que en un momento dado pudo identificarse con el mito Belmondo, ese car¨¢cter familiar es poco atractivo, y busca la historia, la pel¨ªcula. Y ¨¦sta no existe. La prueba m¨¢s contundente de su no ser la tenemos en que nadie se ha preocupado de ella.
Por ejemplo, habitualmente se procura que los soldados alemanes de los ej¨¦rcitos hitlerianos tengan algo de paladines de la raza aria.
En la pel¨ªcula Rufianes y tramposos los figurantes que encarnan a oficiales de las SS se dir¨ªan vignerons del Midi, campesinos que lle van a¨²n la boina debajo del casco de acero. Es m¨¢s, s¨ª el propio Jean Paul Belmondo estuviera convencido de que necesita de una pel¨ªcula para aparecer en la pantalla, no dejar¨ªa que fuera Verneuil el director.
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