M¨¢s peligroso para Ord¨®?ez
El verano peligroso lo fue m¨¢s para Antonio Ord¨®?ez que para Luis Miguel Domingu¨ªn. No porque le forzara la competencia -que no la hubo nunca, en realidad- sino porque a Ord¨®?ez los toros le pegaban fuerte, y aquella temporada 1959 le voltearon mucho. Era a causa de la t¨¦cnica y el estilo. Todo torero ortodoxo -y Ord¨®?ez lo es-, cuando aplica en pureza los c¨¢nones del toreo, acepta una exposici¨®n a?adida a los naturales riesgos de la lidia. Luis Miguel era entonces, y siempre fue, un torero m¨¢s seguro, porque ten¨ªa un s¨®lido conocimiento de las reses y hac¨ªa concesiones a la heterodoxia del toreo de perfil, el pico y otros alivios que disminuyen las probabilidades de la cogida.Antonio Ord¨®?ez, torero ronde?o, y Luis Miguel Domingu¨ªn, torero poderoso de incierta escuela, alternaron mucho el a?o 1959. Hasta entonces, se hab¨ªan encontrado poco en los ruedos. Ord¨®?ez estaba casado con una Domingu¨ªn, Carmina, y el primog¨¦nito de la dinast¨ªa apoderaba al torero, pero las relaciones familiares no deb¨ªan ser muy buenas. Un cierto distanciamiento se produjo entre Luis Miguel y Antonio, y la concordia fue consejo de Domingo Domingu¨ªn, padre, quien pocos meses antes de morir pidi¨® a su hijo Luis Miguel que llegara a un acuerdo con su cu?ado Antonio y ambos se unieran art¨ªsticamente para constituir uno de los m¨¢s cotizados carteles de la ¨¦poca.Ernest Hemingway recre¨® en competencia sangrienta lo que era artificio y no fue malo ni para la literatura ni para la fiesta, que en buena parte se sustentan de h¨¦roes y leyendas. La verdad hist¨®rica, no obstante, es otra.
En sus relatos, Hemingway daba triunfador a Ord¨®?ez, por el que sent¨ªa admiraci¨®n, y no era una toma de partido gratuita, pues, en efecto, Ord¨®?ez sol¨ªa cuajar las mejores faenas. Luis Miguel, en cambio, por aquellos tiempos reservaba sus mejores faenas para Ava Gadner, seg¨²n algunos de sus ex¨¦getas. Eran faenas de distinto corte, desde luego, pero tambi¨¦n el anecdotario picante, no importa que fuera inventado, pon¨ªa en tiempo narrativo la biograf¨ªa del diestro, y aumentaba su fama.
El verano sangriento -y, por ende, peligroso- fue afortunado relato que colore¨® un cap¨ªtulo de la tauromaquia contempor¨¢nea, y desde entonces de alguna manera viene supliendo su verdadera historia. Es un rasgo de la genialidad de Hemingway recrear situaciones, d¨¢ndoles m¨¢s fuerza y verismo que su desnuda realidad. Tal sucedi¨® con Fiesta, que no reflejaba la autenticidad de los sanfermines, pero en cuanto alcanz¨® popularidad, los sanfermines empezaron a ser, y tal contin¨²an cada a?o, una inmensa escenograf¨ªa donde sus personajes interpretan las situaciones de la obra.
Algunos de ellos hasta asumen la personalidad que trascendi¨® del escritor cuando se met¨ªa en el bullicio de la pamplonesa plaza del Castillo, y, por imitarle, liban como desesperados. Sin embargo se quedan cortos en la imitaci¨®n. Dicen quienes le acompa?aron en el bullicio de las pe?as, que en este ejercicio Hemingway era un virtuoso, aunque el paladar ya no lo ten¨ªa tan privilegiado. Es decir, que le daba al pele¨®n con igual gusto que al n¨¦ctar.La primera vez que torearon mano a mano Luis Miguel y Ord¨®?ez fue en la corrida del centenario de la plaza de Valencia, el a?o 1959. Meses antes, Ord¨®?ez ya hab¨ªa recibido una cornada grave en Aranjuez, y despu¨¦s tendr¨ªa cogidas en Palma de Mallorca y en Dax. Luis Miguel las sufrir¨ªa en M¨¢laga y en Bilbao. Estos percances debieron impresionar vivamente al escritor, que segu¨ªa las actuaciones de ambos diestros, p¨²blico taurino, m¨¢s habituado a presenciar cogidas, apenas le conmovieron.
Al concluir la campa?a americana de aquel invierno, ya no hubo m¨¢s simulacros de competencia. Ord¨®?ez rompi¨® con su apoderado Domingo Domingu¨ªn, y en 1960 hizo una temporada excelente. Luis Miguel la desarroll¨® con altibajos, y el 12 de octubre se desped¨ªa de la profesi¨®n. No volvi¨® a vestirse de luces, hasta su reaparici¨®n en 1971. Ambos est¨¢n ahora retirados y tienen la categor¨ªa un¨¢nimemente reconocida de figuras importantes del toreo. Sus biograf¨ªas tambi¨¦n se envuelven en la magia de una aureola legendaria, pero es creaci¨®n literaria de un escritor genial. Sin Hemingway, Ord¨®?ez y Luis Miguel habr¨ªan sido los mismos, mas no exactamente igual.
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