El sufrimiento y la esperanza
El libro de Nadejda Mandelstam Esperanza contra esperanza, que ahora llega a los lectores espa?oles, 14 a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n en ingl¨¦s, que es cuando fue descubierto por Occidente tras haber circulado en la URSS en samizdat o bajo cuerda y de mano en mano, es a la vez como un grito y un testimonio hasta ahora no igualado de los peores momentos del terror estalinista en su pa¨ªs. El grito es el de toda v¨ªctima impotente y desesperada, que s¨®lo puede soportar el sufrimiento tratando de ser escuchada; el testimonio es el de la viuda del poeta Mandelstam, que nos cuenta los ¨²ltimos cuatro a?os de su vida junto a ¨¦l y salva para nosotros no s¨®lo su obra, sino una cierta manera de ser hombre libre bajo la m¨¢s atroz opresi¨®n y la memoria de otros much¨ªsimos seres humanos que ni siquiera sab¨ªan por qu¨¦ sufr¨ªan. Y, desde luego, tambi¨¦n es este libro un excepcional testimonio de c¨®mo funciona una terrible autocracia en la vida cotidiana de las gentes que la sufren o dentro mismo de su engranaje de muerte, que a veces devora a los mismos que lo manejan; pero estas p¨¢ginas est¨¢n a mil leguas de un arreglo de cuentas con un determinado r¨¦gimen pol¨ªtico; lo que cuentan y la manera de contarlo, adem¨¢s de informarnos exhaustivamente sobre esa parcela de tiempo hist¨®rico del estalinismo, tienen un valor universal: nos dicen mucho sobre la condici¨®n humana y sobre el infernal funcionamiento de una maquinaria de poder absoluto, esa peste que, como dec¨ªa Shelley, corrompe cuanto toca y no es extra?o que hiciera balbucir a Pasternak -llamado por tel¨¦fono por Stalin para preguntarle su opini¨®n sobre Mandelstam s¨®lo acert¨® a distanciarse en vez de defenderle, lo que cruelmente le reproch¨® adem¨¢s el dictador- o a Gorki hizo convertirse en un sectario repartidor de Topas del Estado, capaz de neg¨¢rselas a quien no ofreciese una perfecta sumisi¨®n a la dictadura, como ocurr¨ªa con Mandelstam.Nos enteramos as¨ª que las familias de los chekistas se quedaban preocupadas en sus casas, pensando en la peligrosa tarea a que ten¨ªa que enfrentarse cada d¨ªa el jefe de familia al tener que encararse con tan peligrosos criminales como los torturados en esos antros de muerte; de que muchas gentes entre la intelligentsia y los miembros del partido ten¨ªan siempre a punto su peque?a maleta con el ajuar preparado, porque un d¨ªa u otro la polic¨ªa pol¨ªtica llamar¨ªa a la puerta para llev¨¢rselas; del car¨¢cter hereditario en buena parte de esa polic¨ªa pol¨ªtica; del tipo humano del vasia o sopl¨®n, de la mentira como soporte de todo el tinglado pol¨ªtico y social; del tratamiento m¨¦dico y distinta categor¨ªa de las medicinas y de la comida igualmente, seg¨²n la clasificaci¨®n social y de detenido pol¨ªtico; de las campa?as de antropofagia lanzadas contra personas o grupos sociales, que son propias de todo universo concentracionario e inquisitorial y contra las que valerosamente se alz¨® Ehrenburg; del gran amor de Stalin a la poes¨ªa y de c¨®mo le eran negados los libros de las bibliotecas oficiales porque dejaba en ellos la mancha de los dedos, o, por el contrario, del gran desprecio de la poes¨ªa por parte de esa polic¨ªa pol¨ªtica y de lo dram¨¢tico e intensamente po¨¦tico y existencial en que pueden convertirse unos excelentes versos hollados por sus botas. Y, naturalmente, nos enteramos tambi¨¦n no s¨®lo de los sufrimientos f¨ªsicos y morales de los lagers, o de que, despu¨¦s de todo, incluso en los lugares y entre los hombres de los que menos cabr¨ªa esperar, se revela no un pozo, sino todo un pi¨¦lago de bondad, sino que se nos informa, en fin, de una maquinaria judicial en la que la afirmaci¨®n, la negaci¨®n y la duda son intercambiables, seg¨²n las necesidades del aplastamiento de aquellos que han ca¨ªdo en sus manos. Pero esta mujer testimonia y grita solamente. Nos muestra al ser humano en esas terribles circuns-
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El sufrimiento y la esperanza
Viene de la p¨¢gina 9 tancias, que ella vivi¨® junto a su marido: un proscrito en un mundo irracional dominado por un s¨¢trapa y en el que todas las peores pasiones humanas se desatan. S¨®lo hace eso, incluso cuando nos asoma a los pasillos de los intr¨ªngulis pol¨ªticos.El poeta Ossip Mandelstam fue arrestado, por primera vez, el 13 de mayo de 1934, y su esposa, Nadejda -que quiere dedir esperanza- le acompa?a al destierro a que es condenado por un poema sobre "el montaraz del Kremlin, el asesino y el devorador de hombres". Luego, el poeta, tras una segunda detenci¨®n, muere durante un traslado de presos hacia Polonia en unas circunstancias oscuras, el 27 de diciembre de 1938, y sin dejar nada escrito, porque en realidad todo quedaba en la memoria de Nadejda al abrigo de registros y de soplones.
Anna Akhmatova nos ha dicho el intens¨ªsimo, extra?o, inimaginable amor de esta mujer por su esposo -"Nunca vi nada parecido"-, y sin duda eso fue lo que hizo posible que, luego, viviese en su ausencia para dar a conocer su obra. En 1956 obtuvo una gradaci¨®n universitaria en filolog¨ªa y pudo ense?ar ingl¨¦s en institutos de ense?anza superior, en provincias, hasta que, en 1964, fue autorizada a vivir en Mosc¨², donde muri¨® a ¨²ltimos de diciembre de 1980, a los 81 a?os. Ella misma nos ha explicado: "Lo que me ha sostenido cuando me he quedado sola ha sido la frase de Mandelstam '?Por qu¨¦ piensas que tienes que ser feliz?'", que ¨¦l la repet¨ªa, cuando a veces Nadejda se quejaba de su pobreza y la irracional persecuci¨®n. Y a?ade: "Y tambi¨¦n las palabras del viejo creyente Avvakum. A su mujer, agotada, que le preguntaba: '?Cu¨¢nto tiempo a¨²n tendremos que marchar as¨ª, arcipreste?', le respond¨ªa: 'Hasta la tumba, mujer'. Y ella se levant¨® y continu¨® caminando".
Sobre estos sus propios recuerdos pens¨®, a veces, que quiz¨¢ un d¨ªa alguien los encontrara sin sentido, "que han sido escritos por una enferma o una neurast¨¦nica"; pero tambi¨¦n que, si eso suced¨ªa, es que los lectores "habr¨ªan olvidado todo y no querr¨ªan creer ning¨²n testimonio".
Pero a¨²n no ha llegado este tiempo de barbarie, y este libro nos punza en lo m¨¢s ¨ªntimo de nosotros mismos. Nos afecta como un desastre, que dec¨ªa Kafka que era la ¨²nica verdadera raz¨®n para leer un libro.
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