Provocaci¨®n, improvisaci¨®n y presunta impunidad se combinaron en el asesinato de Popieluszko
La ciudad polaca de Torun es escenario, desde el pasado 27 de diciembre, de un proceso ins¨®lito en un pa¨ªs del llamado socialismo real. En el banquillo de los acusados se sientan cuatro oficiales, degradados, de los servicios secretos, acusados del asesinato del sacerdote cat¨®lico Jerzy Popieluszko. Para el principal acusado, el ex capit¨¢n Grzegorz Piotrowski, el fiscal ha pedido la pena de muerte. El proceso de Torun ha dejado al descubierto parte de las entradas siniestras de los servicios secretos, pero al mismo tiempo deja sin respuesta una serie de interrogantes sobre la trama negra escondida detr¨¢s de los autores. El corresponsal de EL PAIS en Polonia analiza el desarrollo del proceso y llega a la conclusi¨®n de que en el asesinato de Popieluszko se juntaron la provocaci¨®n pol¨ªtica y la chapuza en la ejecuci¨®n, con el convencimiento de los autores de que pod¨ªan actuar impunemente.
JOS? COMAS La soluci¨®n pac¨ªfica del caso Popieluszko estaba ya en marcha entre la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y las autoridades polacas en el momento del asesinato. La curia de Varsovia hab¨ªa dejado entrever que el joven sacerdote, de 37 a?os, que tantos quebraderos de cabeza provocaba con sus misas patri¨®ticas y sermones contra el r¨¦gimen saldr¨ªa pronto hacia Roma con una beca para ampliar estudios. Una forma elegante y discreta de quitarse de encima el problema, aunque el cura se resist¨ªa a abandonar su mundo en torno a la iglesia de San Estanislao de Kotska, en Varsovia. Esta informaci¨®n la conoc¨ªa el general Zenon Platek, de 58 a?os, director del departamento del Ministerio del Interior encargado de las cuestiones de la Iglesia, es decir, la observaci¨®n y seguimiento de las actividades subversivas del clero cat¨®lico. Tambi¨¦n estaba informado el subdirector, coronel Adam Pietruszka, de 46 a?os, que hoy se sienta en el banquillo de los acusados de Torun y para quien el fiscal ha pedido 25 a?os de c¨¢rcel por instigaci¨®n al asesinato.
Los restantes acusados, los ejecutores materiales del crimen, tambi¨¦n conoc¨ªan estas gestiones en marcha, seg¨²n se desprende de sus declaraciones en Torun. La eliminaci¨®n del sacerdote carec¨ªa de sentido, porque el problema estaba en v¨ªas de soluci¨®n por una negociaci¨®n con la Iglesia: la beca para Roma. Desde esta perspectiva, el asesinato s¨®lo se explica como un intento de provocaci¨®n pol¨ªtica.
El desarrollo de la operaci¨®n contra Popieluszko es el resultado del odio acumulado durante meses en las mentes y corazones de los polic¨ªas, pero sobre todo de su evidente incapacidad t¨¦cnica para realizar una acci¨®n limpia de secuestro o asesinato. Si se hubiese tratado simplemente de la eliminaci¨®n f¨ªsica del sacerdote, habr¨ªa bastado un disparo en el bosque. Sin embargo, Popieluszko muri¨® a consecuencia de las palizas recibidas en cuatro ocasiones, ahogado probablemente en su propia sangre y por la presi¨®n de la cuerda que le hab¨ªan pasado por cuello y piernas.
En cuatro ocasiones fue golpeado brutalmente Popieluszko: en el momento del secuestro, tras la parada en el aparcamiento de un hotel de Torun, en las cercan¨ªas de una gasolinera y en el bosque, cuando los asesinos se dirig¨ªan hacia el dique del embalse desde donde arrojaron el cuerpo al r¨ªo V¨ªstula.
Antes de llegar a ese momento, las aver¨ªas y errores acumulados por los autores plantean la duda de si eran unos aut¨¦nticos chapuceros o si su acci¨®n responde a un refinad¨ªsimo plan en el que los fallos estaban preconcebidos. El secuestro, con s¨®lo tres hombres y un autom¨®vil de dos personas -una de ellas Waldemar Chrostowski, de 42 a?os, ch¨®fer de Popieluzsko, con una formaci¨®n f¨ªsica excepcional- es una operaci¨®n casi imposible.
Un cacharro
El autom¨®vil empleado por el capit¨¢n Piotrowski, de 33 a?os, y los tenientes Waldemar ChmieIewski, de 29 a?os, y Leszek Pekala, de 32 a?os, era un cacharro. Un Fiat 125 de fabricaci¨®n polaca que en los 400 kil¨®metros recorridos entre Varsovia y Bydgoszcz y el retorno rompi¨® la correa del ventilador, perdi¨® la tapadera del aceite, su motor se qued¨® sin fuerza, y al cruzar unas v¨ªas de tranv¨ªa en Torun produjo un extra?o estruendo.
Estas aver¨ªas les obligaron, con Popieluszko golpeado y metido a duras penas en un maletero insignificante, a pararse en el aparcamiento de un hotel en Torun y luego en una gasolinera de la carretera para comprar aceite. En la parada del hotel, Popieluszko tuvo fuerzas para escaparse del maletero y correr unos metros pidiendo auxilio. Piotrowski le alcanz¨®, le propin¨® una nueva serie de golpes y le introdujo de nuevo en el maletero.
Antes de esta serie de aver¨ªas, poco despu¨¦s del secuestro, el ch¨®fer de Popieluszko ya se hab¨ªa escapado. El d¨ªa de su secuestro, el sacerdote abandon¨® hacia las nueve de la noche Bydgoszcz, donde hab¨ªa oficiado la que ser¨ªa su ¨²ltima misa. Los tres asesinos merodeaban en las proximidades de la iglesia y no se escond¨ªan. Al llegar a la ciudad hab¨ªan ido a la jefatura local de la polic¨ªa, y all¨ª Piotrowski se present¨® para averiguar si ten¨ªa alg¨²n mensaje de Varsovia, adonde llam¨® por tel¨¦fono. Tambi¨¦n aprovech¨® para preguntar d¨®nde estaba en Bydgoszcz la gasolinera del ministerio.
Pasadas las 21.30, el Fiat adelant¨® al Golf en el que viajaba Popieluszko, y Chmielewski, vestido de polic¨ªa de tr¨¢fico, hizo se?as de que se detuviesen. El sacerdote dio orden de parar al conductor, porque el desconfiado Chrostowski quer¨ªa seguir y no detenerse hasta un lugar habitado.
Pekala espos¨® al conductor y le hizo sentarse en el asiento delantero del Fiat. Piotrowski golpe¨® al cura y arroj¨® el cuerpo inconsciente en el maletero ayudado por Chmielewski. Al lado del Golf abandonado los secuestradores dejaron como huella visible un ¨¢guila de las que llevan en la gorra los polic¨ªas uniformados polacos.
El acusador privado Jerzy Olszewski, que representa a la madre de Popieluszko en el proceso de Torun, formul¨® sobre este detalle la hip¨®tesis de la doble provocaci¨®n: al dejar la huella visible de su acci¨®n, los provocadores hacen creer que la polic¨ªa secuestr¨® a Popieluszko y dirigen hacia ellos las iras populares. Al mismo tiempo, la polic¨ªa tiene que pensar que el hecho es un intento de la oposici¨®n de cargarles el muerto, porque no puede ser imaginable que los autores dejen una huella tan visible como el ¨¢guila del uniforme en el lugar de la fechor¨ªa. La doble provocaci¨®n, orientada contra la polic¨ªa y contra la oposici¨®n al r¨¦gimen, tendr¨ªa como objetivo la creaci¨®n de una desestabilizaci¨®n y tal vez enfrentamientos en Polonia.
La huida del conductor no resulta menos extra?a. Dejarle en el asiento delantero es algo propio de principiantes, porque, a pesar de estar esposado, Chrostowski pod¨ªa lanzarse sobre el volante y provocar un accidente. El puesto l¨®gico del detenido hubiera sido detr¨¢s, entre Piotrowski y Climielewski. Poco despu¨¦s de adelantar a otro veh¨ªculo, Chrostowski consigui¨® abrir la puerta del coche con el dedo me?ique y lanzarse a la carretera. Las esposas se abrieron en la ca¨ªda. En vez de ordenar parar a recoger o matar al fugado, Piotrowski dio orden a Pekala de "?Adelante a todo gas!".
A pesar de la huida del conductor, los secuestradores siguieron su viaje con Popieluszko en el maletero, se pararon en el aparcamiento del hotel; despu¨¦s, cerca de la gasolinera para comprar aceite y luego, otras dos veces antes de arrojar el cad¨¢ver al embalse. S¨®lo el convencimiento de que ten¨ªan una impunidad absoluta con el salvoconducto que llevaban, el nerviosismo provocado por toda la acci¨®n o su propia incapacidad explica el recorrido nocturno de los tres secuestradores con Popieluszko en un maletero con la chapa encorvada por el cuerpo del sacerdote.
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