La negociaci¨®n sobre Gibraltar
HACE POCAS horas, la plena normalizaci¨®n del tr¨¢nsito de viajeros y de la circulaci¨®n de mercanc¨ªas entre Espa?a y Gibraltar ha llevado hasta sus ¨²ltimas consecuencias l¨®gicas el levantamiento parcial de las restricciones adoptado por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez pocos d¨ªas despu¨¦s de su llegada al poder. Al mismo tiempo, los ministros de Asuntos Exteriores de Espa?a y del Reino Unido inician en Ginebra negociaciones formales sobre el Pe?¨®n, que incluyen en su temario la cuesti¨®n de la soberan¨ªa. No es presumible que esas conversaciones desemboquen r¨¢pidamente en soluciones definitivamente satisfactorias para las reivindicaciones espa?olas. Pero es un gran triunfo de la raz¨®n que las negociaciones hispano-brit¨¢nicas hayan comenzado y no fijen m¨¢s limitaciones para los asuntos debatidos que las fronteras establecidas por el derecho internacional y por el respeto de cualquier r¨¦gimen democr¨¢tico hacia los derechos y libertades de los habitantes de un determinado territorio.Espa?a y el Reino Unido est¨¢n vinculados no s¨®lo por su pertenencia a la reducida ¨¢rea de pa¨ªses dotados de sistemas pluralistas, garant¨ªas constitucionales, econom¨ªas industrializadas y un valioso legado cultural. El ingreso de Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica y su probable entrada en la Comunidad Econ¨®mica Europea hacen que seamos socios, en pie de igualdad, con el Reino Unido en el seno de instituciones supranacionales cuyo desenvolvimiento y perspectivas de futuro s¨®lo pueden ayudar a encontrar una salida adecuada al conflicto de Gibraltar. La estrategia aplicada en 1969 por el ministro Castiella fue, en buena medida, la consecuencia de una pol¨ªtica exterior que nunca cont¨® seriamente con los nuevos horizontes que el proyecto de integraci¨®n europea abr¨ªa a nuestra acci¨®n internacional. Pero las medidas restrictivas adoptadas por el franquismo, que cort¨® a la poblaci¨®n del Pe?¨®n la posibilidad de seguir conviviendo con sus vecinos del Campo de Gibraltar, contribuyeron, adem¨¢s, a que los viejos sentimientos de identidad brit¨¢nicos de los llanitos se doblaran con los nuevos sentimientos de hostilidad hacia Espa?a. El ¨²nico resultado de la torpeza diplom¨¢tica perpetrada hace 15 a?os por Castiella es que los muchachos que han Regado a la vida adulta durante esas tres d¨¦cadas de aislamiento y de incomunicaci¨®n carecen de las relaciones humanas y culturales que vinculaban a las anteriores generaciones con Espa?a. La idea de que una estrategia de hostigamiento y acaso podr¨ªa producir el abandono de los gibraltare?os por el Reino Unido no era sino un reflejo, proyectado a escala internacional, de los principios de un r¨¦gimen autoritario que despreciaba los intereses y las opiniones de los ciudadanos a la hora de adoptar decisiones.
La historia, el derecho internacional y las realidades geopol¨ªticas no permiten dudar de que Gibraltar pertenece territorialmente a la soberan¨ªa espa?ola. Sin embargo, la cuesti¨®n es encontrar las f¨®rmulas que permitan armonizar la devoluci¨®n del Pe?¨®n a Espa?a con las garant¨ªas de que resulta acreedora la poblaci¨®n de Gibraltar, descendiente de los inmigrantes que llegaron a su peque?o territorio desde muy distintas procedencias y de los espa?oles que establecieron relaciones familiares con los ocupantes. Las resoluciones de las Naciones Unidas dejaron en claro que la soluci¨®n del conflicto del Pe?¨®n deber¨ªa respetar los intereses de los gibraltare?os. Pero la tesis brit¨¢nica seg¨²n la cual son los deseos de los habitantes de la Roca -alrededor de 30.000 personas- el valor merecedor de garant¨ªa trata de desplazar incorrectamente los t¨¦rminos del problema. Que los derechos y las libertades de la poblaci¨®n de Gibraltar no deban ser pasados por alto o sacrificados a la hora de que su territorio sea reintegrado a la soberan¨ªa espa?ola no significa que la salvaguarda de sus intereses sea interpretada como sin¨®nimo de la expresi¨®n de sus deseos. En esa perspectiva, Espa?a tiene que realizar un esfuerzo extraordinario, especialmente en el Campo de Gibraltar, para que la indiferencia o la hostilidad de los habitantes del Pe?¨®n pueda ser transformada en amistad y simpat¨ªa. Pero el litigio de Gibraltar tiene como principales interlocutores a Espa?a y al Reino Unido, aunque resulta evidente que dos pa¨ªses democr¨¢ticos y respetuosos con las libertades de sus ciudadanos forzosamente deber¨¢n tomar en cuenta los delicados problemas planteados por los intereses y los derechos adquiridos de la poblaci¨®n del Pe?¨®n. Las negociaciones que hoy se inician en Ginebra tienen precisamente la meta de idear las f¨®rmulas adecuadas para conciliar el respeto hacia los intereses de los gibraltare?os con la recuperaci¨®n por Espa?a de la soberan¨ªa de ese medio millar de hect¨¢reas arrebatado por el Reino Unido hace casi tres siglos para fines exclusivamente militares.
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