25 a?os de c¨¢rcel para dos de los asesinos de Popieluszko
El tribunal de Torun conden¨® ayer a 25 a?os de c¨¢rcel y a 10 de privaci¨®n de derechos civiles a Grzegorz Piotrowski, de 33 a?os, ex capit¨¢n de los servicios secretos del Ministerio del Interior, para quien el fiscal hab¨ªa solicitado la pena de muerte por el secuestro y asesinato del sacerdote cat¨®lico Jerzy Popieluszko, que muri¨® y fue arrojado al r¨ªo V¨ªstula el pasado 19 de octubre, a la edad de 37 a?os. La misma condena recibi¨® el ex coronel y subdirector de departamento del Ministerio del Interior Adam Pietruzska, de 46 a?os, por instigaci¨®n, complicidad y encubrimiento del asesinato, para el que el fiscal ped¨ªa igualmente 25 a?os.
Como coautores del asesinato, el tribunal de Torun conden¨® a los ex tenientes de los servicios secretos Leszek Pekala y Waldemar Chmielewski a 15 y 14 a?os de c¨¢rcel, respectivamente. El fiscal hab¨ªa pedido tambi¨¦n para ellos 25 a?os. En sus consideraciones, el tribunal calific¨® a Pekala (de 33 a?os de edad) y a Chinielewski (de 29 a?os) de reos y al mismo tiempo "v¨ªctimas de sus superiores". El presidente del tribunal, juez Artur Kujawa, comunic¨®, al hacer p¨²blica la decisi¨®n ayer en Torun, que la sentencia no es todav¨ªa firme porque puede ser recurrida ante una instancia superior. Kujawa dijo en su exposici¨®n que no se conden¨® a muerte porque el C¨®digo Penal de la Polonia socialista no se basa en la venganza social y no busca dar una pena irreparable, sino que trata de conceder la posibilidad de rehabilitaci¨®n, y adem¨¢s la familia del sacerdote asesinado se hab¨ªa manifestado contra la pena capital.La sentencia consider¨® decisivo el papel representado por el acusado de mayor rango, ex coronel Pietruszka, que explot¨® la frustraci¨®n profesional y el odio hacia el sacerdote con un cinismo enorme. Sin la protecci¨®n y la cobertura de Pietruszka, los autores materiales del asesinato no habr¨ªan podido cometerlo. Seg¨²n el juez, el asesinato fue el resultado de "la ambici¨®n, el orgullo, la impaciencia, el odio y la arrogancia de gentes que creen saberlo todo mejor, estar libres de cualquier responsabilidad y sentirse por encima de las autoridades del Estado y de la ley". Tambi¨¦n recogi¨® el juez la idea de la provocaci¨®n, que se prueba por la elecci¨®n premeditada de la v¨ªctima, que habr¨ªa podido provocar una reacci¨®n en cadena.
La entrada a la sala donde ayer se celebr¨® la 25? audiencia p¨²blica del proceso estaba controlada por efectivos policiales y especialistas antiterroristas, que sometieron a los que ten¨ªan un pase a cuatro registros: dos de identidad, un cacheo a fondo y otro con un detector de metales. Una hora antes del comienzo de la sesi¨®n, la sala 40, con ventanas de estilo neog¨®tico, estaba completamente llena y unas 150 personas se apretujaban en los estrechos bancos de madera. Entre el p¨²blico abundaban los individuos con el aspecto inconfundible de miembros de la polic¨ªa pol¨ªtica. Hab¨ªa tambi¨¦n ocho equipos de televisi¨®n -que filmaron durante toda la lectura de la sentencia-, m¨¢s una docena de periodistas extranjeros y algunos polic¨ªas antiterroristas armados con voluminosos Colt.
Piotrowski escond¨ªa la cabeza
Se hizo el silencio a las 13.56, cuando r¨¢pidamente entraron los cuatro acusados. Se pudo o¨ªr el ruido met¨¢lico que hicieron las esposas al ser abiertas. Detr¨¢s del banquillo de los acusados se sentaron, en primera fila, Piotrowski y Pietruszka, rodeados de polic¨ªas uniformados, y detr¨¢s, Pekala y Chinielewski. Piotrowski respiraba con dificultad, como si le faltase aire. Daba la sensaci¨®n de encontrarse acatarrado: se son¨® varias veces la nariz y ten¨ªa los ojos llorosos. El principal acusado miraba continuamente al techo y s¨®lo una vez volvi¨® la vista hacia el p¨²blico. En varios momentos de la lectura de la sentencia, Piotrowski escondi¨® su cabeza entre las manos y qued¨® completamente oculto tras la barandilla de madera. En varias ocasiones movi¨® la cabeza con un signo apenas perceptible de desacuerdo con las palabras del juez. Iba vestido de traje azul oscuro y camisa blanca, sin corbata.
Pietruszka estaba muy p¨¢lido en su boca hab¨ªa un rictus de desprecio y un gesto de suficiencia Con frecuencia miraba hacia la sala, donde se encontraba su hijo y en ocasiones dirig¨ªa la vista hacia el tribunal. Fue el ¨²nico que no ocult¨® en ning¨²n momento su rostro entre las manos. Llevaba una chaqueta gris y camisa caqui.
Los dos ex tenientes acusados estaban materialmente hundidos en sus asientos y no eran visibles desde los bancos del p¨²blico. Ambos iban vestidos con jersei de lana, y ni una sola vez levantaron la vista durante la hora y cuarto que dur¨® la lectura de la sentencia La mejilla derecha de Chrnielewski no cesaba de sufrir contracciones, que convert¨ªan su cara en una mueca permanente.
El tribunal entr¨® en la sala, tras el sonido de un timbre, un minuto antes de las dos de la tarde. Piotrowski elev¨® la cabeza y mir¨® hacia el techo. El p¨²blico permaneci¨® en pie durante la lectura de la sentencia. Despu¨¦s de anunciar las condenas, el juez Kujawa expuso las dificultades que afront¨® el tribunal debido a las contradicciones en las declaraciones y por tratarse de un tema delicado que afecta a las relaciones de la Iglesia con el Estado. Resalt¨® Kujawa en sus consideraciones que los autores no respetaron los reglamentos internos del Ministerio del Interior, que imponen ¨®rdenes escritas para las operaciones y una actuaci¨®n regida por los principios de legalidad, objetividad y secreto".
El juez expuso que Popieluszko muri¨® por asfixia y que los asesinos no ten¨ªan s¨®lo intenci¨®n de secuestrar, sino tambi¨¦n de matar como lo demuestra el hecho de que no hiciesen nada para salvar la vida de la v¨ªctima. Al concluir la lectura de la sentencia, los polic¨ªas uniformados esposaron de nuevo a los condenados, que abandonaron la sala por el pasillo interior que comunica el tribunal con la c¨¢rcel de Torun.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.