Los fantasmas de Jaruzelski
TRAS EL proceso de Torun contra los asesinos del sacerdote cat¨®lico Jerzy Popieluszko, el equipo del dirigente polaco general Wojciech Jaruzelski tiene ante s¨ª un nuevo frente de lucha, esta vez los servicios secretos del r¨¦gimen. Stalin dijo hace 40 a?os al pol¨ªtico del Partido Agrario Polaco Stanislaw Mikolajezyk que no pretend¨ªa imponer en Polonia el comunismo, porque "ser¨ªa como tratar de colocar una silla de montar a una vaca". El desarrollo hist¨®rico de los ¨²ltimos 40 a?os ha dado un car¨¢cter prof¨¦tico a la met¨¢fora de Stalin. El socialismo real s¨®lo ha podido mantenerse en Polonia por la fuerza del Ej¨¦rcito y la actividad de la polic¨ªa y los servicios secretos, como qued¨® demostrado el 13 de diciembre de 1981 con la implantaci¨®n de la ley marcial.Por primera vez en la historia del socialismo real, en Torun se ha llevado al banquillo de los acusados a cuatro oficiales de los servicios secretos, que fueron condenados el pasado d¨ªa 7 a largas penas de c¨¢rcel. El problema para Jaruzelski es que esas condenas no bastan para devolverle la confianza de una sociedad que reacciona ante el r¨¦gimen como la vaca a la que intentan colocar la silla de montar de la que habl¨® Stalin. Al mismo tiempo, la sentencia de Torun abre una brecha de confianza entre el Gobierno de Jaruzelski y su polic¨ªa pol¨ªtica. El ruido de las esposas que se pusieron en la sala del tribunal de Torun a los asesinos de Popieluszko habr¨¢ tenido una fuerte resonancia en los o¨ªdos de los colegas de los condenados, y su eco se habr¨¢ extendido en todo el ¨¢mbito del socialismo real, desde el Elba al Yangtse. No es aventurado suponer la desconfianza con que miles de polic¨ªas habr¨¢n seguido en Polonia la exhibici¨®n de Torun. Las c¨¢maras de televisi¨®n y la radio metieron en cada casa polaca los sollozos y balbuceos de los ex tenientes Pekala y Chrnielewski, y tambi¨¦n las palabras del ex capit¨¢n y principal acusado, Grzegorz Piotrowski, el polic¨ªa fan¨¢tico capaz de llegar al asesinato de los enemigos del r¨¦gimen. El discurso final de Piotrowski en Torun fue un mensaje a su gente, a la casta de los servicios secretos, ante los que se present¨® como el polic¨ªa abnegado, entregado totalmente a su tarea, hasta llegar a destrozar su propia vida familiar en aras del servicio.
Despu¨¦s de Torun, el r¨¦gimen de Jaruzelski se enfrenta a dos fantasmas: el de Popieluszko y el de Piotrowski. La sociedad polaca culpa a ellos, al r¨¦gimen, del asesinato del cura, y el hombre de la calle no se para en matizaciones y distinciones entre neoestalinistas y liberales en el partido. Sencillamente, fueron ellos. Al mismo tiempo, la sombra de Piotrowski encarcelado tendr¨¢ un efecto desmoralizador sobre los servicios secretos y podr¨ªa convertirse en bander¨ªn de enganche sentimental para aquellos sectores del partido que en el fondo piensan que el camino para implantar el socialismo en Polonia pasa por la eliminaci¨®n de los cl¨¦rigos extremistas.
Para enfrentarse a estas tendencias dentro del propio aparato de poder, el equipo de Jaruzelski parece dispuesto a la lucha contra los sectores radicales del clero cat¨®lico. Un miembro del Gobierno polaco coment¨® el viernes pasado en Varsovia que el asesinato de Popieluszko no se habr¨ªa producido si le hubiesen encarcelado cuando deb¨ªan por sus actividades subversivas. El mensaje de Torun es claro, y se desprende m¨¢s de las palabras del fiscal que de la misma sentencia: hay que eliminar a los extremistas de uno y otro lado, a los Piotrowski y a los Popieluszko. Diario de Varsovia escribi¨® d¨ªas atr¨¢s que la lecci¨®n de Torun es la del final de dos tab¨²es polacos: el de los servicios secretos y el de la Iglesia cat¨®lica. Esto significar¨ªa en la pr¨¢ctica que se ha levantado la veda y en el futuro habr¨¢ represi¨®n y lucha propagand¨ªst¨ªca sin concesiones contra los extremistas del clero.
Jaruzelski tiene que justificar ante su propia gente que, igual que se castiga a los Piotrowski y Pietruszka, no se consentir¨¢n los sermones politizados y las misas m¨¢s o menos patri¨®ticas de presuntos curas radicales. Dif¨ªcil tarea para el general, que corre el riesgo de enfrentarse con la jerarqu¨ªa cat¨®lica, que en los ¨²ltimos a?os; ha tratado de moderar a todas las fuerzas sociales enfrentadas. Dif¨ªcil tarea tambi¨¦n para el primado, cardenal arzobispo Jozef Glemp, quien tendr¨¢ que frenar a los curas m¨¢s radicales para evitar una pugna por el poder de consecuencias imprevisibles para Polonia.
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