A vueltas con la Prensa
LA SENTENCIA absolutoria para la revista americana Time y otra m¨¢s reciente de un jurado brit¨¢nico que declar¨® inocente a un funcionario que viol¨® la ley de secretos oficiales han vuelto a poner de relieve la importancia capital de un recto entendimiento de la libertad de expresi¨®n como base de la arquitectura democr¨¢tica de cualquier Estado. El caso brit¨¢nico ha servido adem¨¢s para se?alar la frontera que existe entre los intereses del propio Estado y los parciales entendimientos pol¨ªticos del Gobierno que lo representa.En realidad, una Prensa cr¨ªtica e independiente es una de las pocas garant¨ªas s¨®lidas que las democracias mantienen en un mundo en el que la concentraci¨®n de poder econ¨®mico, pol¨ªtico y militar tiende a acallar a los discrepantes, reducir a las minor¨ªas y aplastar a los disidentes. La advertencia, necesaria, de que tambi¨¦n en las democracias occidentales la libertad de Prensa se ve constre?ida y sometida a presiones y censuras de variada ¨ªndole no elimina la premisa b¨¢sica de que s¨®lo en ese tipo de reg¨ªmenes ha podido florecer una opini¨®n p¨²blica potente y limitadora de los abusos de los poderosos. En esas mismas democracias, donde por razones a veces objetivas y otras de puro abuso gubernamental los medios audiovisuales est¨¢n sometidos a un control mucho m¨¢s severo, el papel de la Prensa escrita resulta definitivamente esencial para la difusi¨®n del poder.
Esto que decimos es especialmente verdad en el caso espa?ol, donde el partido gobernante posee una s¨®lida mayor¨ªa parlamentaria y donde la disciplina de los grupos hace que en realidad sea el Gobierno quien controla a los diputados antes que los diputados controlen al gobierno. La disidencia desde los medios de comunicaci¨®n no es s¨®lo por eso leg¨ªtima y comprensible, sino esencialmente necesaria en una situaci¨®n pol¨ªtica como la que vivimos. Que algunos hagan de esa disidencia garabato, mueca o estupidez puede parecer mal o bien, pero en su derecho est¨¢ cada uno de escribir las tonter¨ªas que quiera. Dec¨ªamos en un comentario reciente que las pol¨¦micas entre peri¨®dicos y periodistas nos parec¨ªan lamentables por lo poco interesantes, y no nos apeamos de esta opini¨®n. Trat¨¢bamos adem¨¢s de explicar que la independencia econ¨®mica de la Prensa es una de las condiciones de su autonom¨ªa pol¨ªtica y alert¨¢bamos por ello sobre la debilidad estructural de gran parte de la Prensa espa?ola. Lo hac¨ªamos sin sombra de satisfacci¨®n alguna, porque esa debilidad de algunos colegas, sus errores y desviaciones, son tan nuestros como de ellos son nuestras propias desviaciones, errores y debilidades. La Prensa entera es un hecho institucional de primera magnitud en cualquier sociedad. Mantener unos criterios unitarios respecto a ello, huyendo al tiempo del corporativismo y de las complicidades, nos parece esencial.
Una manera de fortalecer la propia credibilidad de los peri¨®dicos es la pr¨¢ctica de la autocr¨ªtica. EL PAIS ha pretendido ejercitarla desde el primer d¨ªa de su nacimiento, ha ofrecido cuanta informaci¨®n transparente ten¨ªa a mano sobre el propio peri¨®dico para que sus lectores no se sintieran manipulados, y lo ha hecho y seguir¨¢ haci¨¦ndolo as¨ª, tambi¨¦n, con los dem¨¢s medios de comunicacion. Una, Prensa cr¨ªtica y protestataria frente al poder, leg¨ªtimamente deseosa de denunciar abusos, corrupciones y esc¨¢ndalos, no puede aplicar la censura sobre sus propias verg¨¹enzas. Y debe aprender a no meter los pies en el plato: de ah¨ª nuestra firme decisi¨®n de huir la pol¨¦mica, de no contestar la injuria, de no replicar la calumnia y de no disfrutar con los nervios ajenos. Por lo dem¨¢s, cuanto decimos sobre la Prensa escrita vale para el resto de los medios.
Pero algunos aprendices de brujo parecen no haber aprendido la lecci¨®n. De este modo, so pretexto y al hilo de las informaciones dadas por este peri¨®dico sobre la deuda de determinados diarios al Estado, Televisi¨®n Espa?ola se arrog¨® anteanoche la pontifical condici¨®n de supuesta mediadora en una pol¨¦mica que no existe -entre otras cosas, porque este diario no ha polemizado al respecto ni lo va a hacer-. El resultado no pudo ser m¨¢s desastroso: el reportaje se mont¨® con enga?os, su calidad t¨¦cnica fue deleznable, estaba plagado de opiniones an¨®nimas, de descalificaciones y de sermones. Huero, en cambio, de debate y de an¨¢lisis. El reportaje sirvi¨® para demostrar que la pretendida renovaci¨®n de los servicios informativos de la casa no es sino m¨¢s de lo mismo: censura, dirigismo, incapacidad profesional y desprecio a los ciudadanos. Televisi¨®n perdi¨® la ocasi¨®n de explicar por qu¨¦ existen subvenciones a la Prensa, de analizar las causas de las deudas con el Estado, de ofrecer un debate sobre el papel de los peri¨®dicos en el sistema democr¨¢tico y de enervar una cr¨ªtica sagaz y decente sobre los medios de comunicaci¨®n. No pod¨ªa ser de otra manera: dif¨ªcilmente nadie puede hacer una cr¨ªtica honesta cuando se es tan deshonesto en todo como TVE.
Es verdad que la credibilidad de los diarios espa?oles, su difusi¨®n y sus cifras de negocio desdicen del nivel de desarrollo de este pa¨ªs. Eso no debe ser, sin embargo, motivo de satisfacci¨®n para el Gobierno, uno de cuyos funcionarios menos avisados apareci¨® en la pantalla ense?ando cuan grande era su poder y cu¨¢n peque?as sus luces. Antes bien, debe preocuparle grandemente. Una Prensa libre puede destruir gobernantes, pero garantiza la solidez del sistema. Una Prensa dependiente de los otros poderes -del gubernamental, del financiero- dejar¨¢ tranquilos por un tiempo a los pol¨ªticos, pero es el camino seguro hacia la corrupci¨®n del sistema democr¨¢tico y hacia el fin del modelo de transici¨®n espa?ol, tan jaleado por el partido en el poder. No hay un entendimiento suficiente de esto en el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez, como no lo hubo en los de la UCD. Su fobia a la cr¨ªtica -hIstri¨®nicamente representada en la grafoman¨ªa del ministro del Interior, que los lectores de este diario conocen- no da?a a la Prensa tanto como a su propia imagen pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.