El imperio d¨®lar
EL D?LAR parece haber entrado en una carrera incontenible de cotizaciones m¨¢ximas, batiendo r¨¦cords frente a casi todas las monedas. Los especialistas ya no se atreven a pronosticar el l¨ªmite de esta tendencia, ni siquiera a dictaminar sobre sus efectos. Las barreras psicol¨®gicas han sido rebasadas en todos los mercados. El d¨®lar ha superado ampliamente los 10 francos franceses, las 2.000 liras italianas y casi ha llegado a las 190 pesetas, mientras que el mito de la inalcanzable paridad con la libra esterlina est¨¢ pr¨®ximo a romperse.Los manuales de econom¨ªa no pueden explicar la tormenta de los mercados de cambios, porque la constante revaluaci¨®n de la moneda estadounidense no guarda relaci¨®n con los mecanismos cl¨¢sicos del comportamiento monetario. La reactivaci¨®n de la econom¨ªa de Estados Unidos, que en 1984 creci¨® a un ritmo del 6,9% (una cifra inalcanzada en los ¨²ltimos 24 a?os), unida a la confianza que la pol¨ªtica de la Administraci¨®n Reagan ha suscitado en los inversores, parece ser factor determinante de la revalorizaci¨®n de su moneda. Todo ello junto con la contenci¨®n de la inflaci¨®n, inferior al 4%, el pasado a?o, y que permite una elevada rentabilidad a los capitales invertidos, como consecuencia de los altos tipos de inter¨¦s real.
El crecimiento en Estados Unidos se produce en coincidencia con un elevado d¨¦ficit comercial (130.000 millones de d¨®lares en 1984, m¨¢s de 23 billones de pesetas) y un d¨¦ficit presupuestario creciente (200.000 millones de d¨®lares, 37 billones de pesetas). Es la necesidad (le refinanciar esos d¨¦ficit lo que exige la afluencia constante de capitales for¨¢neos, que acuden voluntariamente porque, adem¨¢s de la alta rentabilidad asegurada, encuentran los beneficios a?adidos que les proporciona, la especulaci¨®n al alza del d¨®lar.
En un mercado caracterizado por la demanda creciente de d¨®lares, la divisa estadounidense no puede por menos que subir. Sobre todo, cuando se tiene la certeza de que la oferta monetaria interior va a seguir siendo restringida, como ha se?alado el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker. Tampoco las ¨²ltimas declaraciones del presidente Reagan abren muchas esperanzas de que la actual situaci¨®n pueda cambiar. El d¨®lar tiene a su favor el hecho de ser la divisa mundial, la moneda que sirve de referencia a la mayor parte de los intercambios internacionales. Por eso resulta arrogante, e irrelevante al tiempo, el consejo de Reagan de invitar a los pa¨ªses de Europa a imitar el modelo norteamericano. El compromiso informal de intervenir en los mercados para evitar una subida excesiva del d¨®lar no est¨¢ siendo cumplido, y los bancos centrales europeos observan con impotencia que la venta de parte de sus reservas de divisas no logra frenar la escalada. Hay demasiadas inversiones de particulares y beneficios repatriados de multinacionales americanas que contrarrestan esas acciones intervencionistas.
Hasta hace poco, la teor¨ªa indicaba que la fortaleza de una moneda depend¨ªa de un saldo comercial favorable y una inflaci¨®n baja. Este principio ha entrado en quiebra y s¨®lo puede aplicarse relativamente a pa¨ªses corno Jap¨®n y la Rep¨²blica Federal de Alemania, que, con ¨ªndices inflacionarios inferiores a los de Estados Unidos, obtienen fuertes super¨¢vit en su comercio exterior. Pero sus monedas, sin embargo, sufren tambi¨¦n depreciaciones constantes frente al d¨®lar. Adem¨¢s la teor¨ªa antes citada para nada es hoy aplicable al caso de Estados Unidos en lo que a su balanza comercial y d¨¦ficit presupuestario respecta.
La respuesta a la situaci¨®n precisa de la comprensi¨®n de que la paridad actual de las monedas no viene decidida por los intercambios comerciales, sino por los flujos financieros. La crisis econ¨®mica, que ha afectado principalmente a sectores industriales considerados b¨¢sicos, y el encarecimiento de los cr¨¦ditos han frenado los ritmos de inversi¨®n productiva. Los capitales han aprendido en esta situaci¨®n a ser ¨¢giles y viajeros: afluyen con extraordinaria rapidez all¨ª donde tienen garantizada una alta rentabilidad y se ha generado una suficiente confianza.
Desde la crisis del petr¨®leo, la mayor¨ªa de los pa¨ªses prefiri¨® dejar fluctuar el valor de sus monedas para mejor defenderse de los sobresaltos del d¨®lar. Esta pr¨¢ctica y las devaluaciones parec¨ªan una buena receta para emprender las pol¨ªticas de ajuste frente a la crisis. Mientras se atraviesa el proceso de recesi¨®n, las bases para buscar una recuperaci¨®n econ¨®mica encuentran un considerable apoyo en una moneda d¨¦bil frente al d¨®lar, lo que da como resultado la disminuci¨®n inmediata de las importaciones -por resultar m¨¢s caras-, y la expansi¨®n de las exportaciones, obteniendo m¨¢rgenes de crecimiento con los que reorientar la econom¨ªa. ?se fue el caso espa?ol durante 1984. Pero cuando los ajustes est¨¢n ya realizados y se abre la oportunidad de la reactivaci¨®n, surgen los problemas, a no ser que el incremento del producto nacional bruto descanse casi exclusivamente en la producci¨®n y el consumo internos. De otro modo, el encarecimiento de las importaciones aporta nuevos peligros inflacionistas y amenaza el equilibrio de la balanza de pagos.
Los pa¨ªses de la CEE tienen una moneda de referencia, la unidad de cuenta europea (ECU), con la que, aunados sus esfuerzos, seg¨²n algunos, podr¨ªan intentar una pol¨ªtica monetaria com¨²n que tratara de hacer frente, o de contener al menos, el liderazgo norteamericano. Pero esto es ut¨®pico hoy por hoy: los esfuerzos en ese sentido resultan vanos porque las legislaciones internas les separan. Adem¨¢s, sus procesos econ¨®micos son dispares, y mientras unos pa¨ªses est¨¢n en pleno ajuste, otros cuentan con una econom¨ªa saneada, con lo que se hace dif¨ªcil arbitrar objetivos comunes. Esta impotencia deja camino abierto al d¨®lar.
?Por cuanto tiempo? La econom¨ªa norteamericana comienza a ver da?ada tambi¨¦n su salud ante tanta pujanza de la divisa de su pa¨ªs. La tensi¨®n del consumidor hacia productos importados y el descenso de las exportaciones dejan sentir sus efectos en sectores importantes, como agricultura y miner¨ªa. El diario Wall Street Journal se?ala que, aunque la econom¨ªa general de los Estados Unidos se encuentra en un momento de robusto crecimiento, las industrias afectadas por el alza del d¨®lar sufren una autentica depresi¨®n. El aumento de las importaciones ha sido de casi el 25% el pasado a?o respecto a 1983, y muchas compa?¨ªas americanas han visto erosionados sus mercados en el extranjero. Un exceso de buena salud del d¨®lar puede originar alguna enfermedades importantes a la econom¨ªa americana. ?Pero qui¨¦n en EE UU piensa en eso cuando viajar al extranjero y comprar productos importados resulta tan barato?
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