La autodestrucci¨®n del peronismo
La historia m¨¢s reciente ofrece algunos interesantes ejemplos de suicidio pol¨ªtico, cometido por partidos hegem¨®nicos o simplemente en el poder: el Movimiento Nacional y la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico en Espa?a, el Partido Dem¨®crata Social Brasile?o, que acaba de perder -deliberadamente- la elecci¨®n presidencial indirecta que dio el triunfo a la oposici¨®n encabezada por Tancredo Neves, y, ahora mismo, la autodestrucci¨®n en c¨¢mara lenta del Partido Justicialista, mayoritario en Argentina durante cerca de 40 a?os.Muy distintos son los motivos y el contexto de la autoinmolaci¨®n de cada uno de ellos, pero las circunstancias que rodean la pendiente declinable del peronismo resultan ¨²nicas y fascinantes: por su afiliaci¨®n efectiva y potencial puede considerarse como el mayor partido de Occidente, desde 1947 condiciona la pol¨ªtica argentina, perdi¨® las elecciones de 1983 con el 42% de los votos -porcentaje con el que se suelen ganar unos comicios-, contin¨²a controlando la mayor parte del aparato sindical de su pa¨ªs y era presidido hasta hace una semana por la viuda del fundador, instalada permanentemente en otra naci¨®n a 15.000 kil¨®metros de distancia.
Tras su derrota electoral, y pese a haber sido ajusticiado por sus propios votantes, el peronismo ni sustituy¨® a uno solo de sus dirigentes -los mariscales de la derrota- ni realiz¨® una m¨ªnima autocr¨ªtica sobre las causas de su holocausto. Acaso no pudiera hacerlo honesta y p¨²blicamente por cuanto los or¨ªgenes del c¨¢ncer peronista son muy anteriores a las elecciones de 1983.
El peronismo es -o fue- un movimiento interclasista, extendido entre el dudoso y at¨ªpico proletariado argentino y las clases medias, nacionalista, profundarnente anticomunista, nada revolucionario, corporativista, reformista mediante el uso y abuso del gasto p¨²blico, visceralmente demag¨®gico y sustentado en el rencor social hacia una oligarqu¨ªa agr¨ªcola-ganadera, a¨²n existente, impropia del siglo XX. Todos ellos componentes de una especie de fascismo gaucho y suavizado -Per¨®n accede democr¨¢ticamente al poder en 1947- prodigiosamente manipulado por el fundador y con cotas de virtuosismo alcanzadas por su segunda esposa, Eva Duarte.
El general Per¨®n no hizo otra cosa que mejorar la suerte de los despose¨ªdos argentinos. Moderniz¨® superficialmente el pa¨ªs nacionalizando a precio de oro las obsoletas redes ferroviaria y telef¨®nica brit¨¢nicas, y en profundidad, implantando el divorcio y el voto femenino. No fue poco, pero el precio pagado fue pol¨ªticamente oneroso: la oligarqu¨ªa fue humillada, pero permaneci¨® intacta y el peronismo dej¨® a su izquierda la tierra quemada; las ideas de la tradicional izquierda europea, acarreadas por los emigrantes, quedaron arrolladas por una sola ideolog¨ªa popular dominante: "?Per¨®n, Per¨®n, qu¨¦ grande sos ... !".
El segundo peronismo - 1973-1976- fue, como siempre en la historia, una farsa del primero y, adem¨¢s, una guerra civil: Eva Duarte fue remedada sin ¨¦xito por Isabelita Per¨®n; las arcas del Estado ya no estaban llenas, s¨®lo la austeridad pod¨ªa repartirse, y una izquierda revolucionaria que practicaba el entr ismo en el movimiento se enzarz¨® en guerra con una extrema derecha terrorista, no menos peronista que los primeros, adem¨¢s de con el Ej¨¦rcito de su propio pa¨ªs. En la guerra civil peronista, incontrolable por un Per¨®n envejecido y moribundo, acabaron tomando parte las fuerzas armadas argentinas con la delicadeza ya conocida: 30.000 desaparecidos, la ruina y la desmoraliz aci¨®n nacional.
Entierro del general
As¨ª, enterrado el general y con ¨¦l sus extra?os sue?os, al menos un 20% del electorado peronista vot¨®, el 30 de octubre de 1983, por una salida no peronista a la dictadura militar, y al menos otro 20% del censo -mayoritariamente conservador- ejerci¨® el voto ¨²til radical para vedar un nuevo acceso al poder de los peronistas. Al recordatorio de los pasados errores y desastres se suni¨® entonces la cara emergente de la nueva direcci¨®n justicialista. Depurado militarmente por su izquierda, el peronismo qued¨® en manos de la rancia burocracia sindical, burdamente anticomunista y siempre un punto maflosa y de presuntos gansters de extrema derecha, como el caudillo bonaerense Herminio Iglesias.
Flor ello resulta extremadamente dificultoso reflexionar sobre la actual escisi¨®n peronista, por cuanto se trata de una fractura en falso; necesaria, pero en falso. Sencillamente se trata de que una banda, m¨¢s o menos armada, capitaneada por el l¨ªder de los sindicatos peronistas, Lorenzo Miguel, y por Herminio Iglesias, cop¨® el primer congreso en libertad del partido, celebrado en el teatro porte?o Ode¨®n, con un desprecio por las maneras y leyes democr¨¢ticas rayano en la caricatura. Se hubieran mantenido en el poder partidario de haber negociado con sus correligionarios y haber guardado las formas. Quienes pod¨ªan hacerlo -peronistas con cargos electos como diputados, senadores y gobernadores- convocaron otro congreso en R¨ªo Hondo, a m¨¢s de 1.500 kil¨®metros de Buenos Aires, eligiendo sus propias autoridades internas, ahora legitimadas por lajusticia federal.
Ambos congresos se han descalificado mutuamente sin intercambiar la m¨¢s leve alusi¨®n ideol¨®gica o program¨¢tica.
En este contexto, la renuncia de la se?ora a la presidencia del peronismo da poco fr¨ªo y menos calor, tanto si es realmente una renuncia irrevocable como si es un sobreentendido con desarrollo ulterior. A¨²n es pronto para pronosticarle un futuro al peronismo, apostar por su conversi¨®n en un tradeunionismo o por su reparto desigual entre el Partido Intransigente (a la izquierda del moderad¨ªsimo prosovi¨¦tico y efitista Partido Comunista) y los sectores m¨¢s progresistas de la Uni¨®n C¨ªvica Radical. Adem¨¢s, lo peor de la crisis no ha llegado a¨²n. El proceso por cr¨ªmenes contra la humanidad de las tres primeras juntas militares argentinas, ahora en sus v¨ªsperas, arrojar¨¢ toneladas de lodo -algunas merecidas- sobre el ¨²ltimo Gobierno democr¨¢tico presidido por la viuda de Per¨®n.
Ahora el drama es el de los peronistas de base y el de la desguarnecida clase trabajadora. Enti¨¦ndalo: Per¨®n fue el ¨²nico que nos dio algo". Es cierto, como tambi¨¦n lo es que "el peronismo es un sentimiento y entra por la piel". Pero tambi¨¦n es cierta una de las m¨¢ximas del general, tan gran mu?idor de frases como falso ide¨®logo: "la ¨²nica verdad es la realidad".
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