Carta abierta del obispo Seti¨¦n al ministro de Administraci¨®n Territorial
Al escribirle esta carta abierta debo confesarle que lo hago venciendo una gran resistencia. Hubiera preferido no escribirla. S¨®lo la persuasi¨®n de que es exigencia de mi ministerio episcopal asegurar mi imagen pastoral y evitar la imagen pol¨ªtica que usted me atribuye ha sido lo que me ha decidido a escribirle.He de comenzar afirmando que las palabras que la Prensa me ha atribuido y que literalmente dicen: "La independencia de Euskadi es un objetivo perfectamente perseguible" son exactas, y, sin pecar de obstinado, me ratifico en ellas. Vaya ello por delante, porque as¨ª nos entenderemos mejor. He de a?adir, sin embargo, que no se trata de declaraciones, sino de la respuesta dada a una pregunta que se me hizo en el coloquio que sigui¨® a la conferencia que acababa de pronunciar. Lamento, por ello, que hable usted de unas "declaraciones", a las que tacha de "absolutamente lamentables", seg¨²n la referencia de la Prensa, y ello sin conocerlas en profundidad. Dif¨ªcilmente las pod¨ªa conocer si no existieron.
Hecha esta observaci¨®n, que, aun siendo de car¨¢cter formal, no por ello carece de importancia, me permito llamar su atenci¨®n sobre algo que el m¨¢s elemental conocimiento, del que supongo usted no carece, da por sabido. El respeto a la Constituci¨®n es perfectamente conciliable con la voluntad de modificarla. ?Qu¨¦ es lo que impide que el pueblo espa?ol soberano, que ha decidido la unidad territorial espa?ola, pueda modificarla? ?Es que la Constituci¨®n ha privado al pueblo espa?ol de su propia soberan¨ªa?
He de reconocer adem¨¢s mi extra?eza ante la tajante afirmaci¨®n que, siempre seg¨²n la referencia de la Prensa, usted hace sobre lo que debe ser competencia de las intervenciones episcopales, al afirmar que "las afirmaciones de contenido pol¨ªtico no deben ser realizadas por los prelados". Convendr¨¢ conmigo, se?or ministro, en que afirmaciones de tal naturaleza puede hacerlas cualquier ciudadano en el ¨¢mbito de un Estado democr¨¢tico. Y si entran o no en el ¨¢mbito del ministerio episcopal no es precisamente competencia de un ministro de un Estado aconfesional el dirimirlo. La doctrina de la Iglesia, recientemente actualizada por el Concilio Vaticano II, tiene para m¨ª mayor autoridad.
De todas formas, para tranquilizar sus temores, quiero tambi¨¦n decirle que al final de la misma conferencia, el pasado viernes d¨ªa 22 era presentada una obra m¨ªa titulada Al servicio de la paz en la justicia, escrita a principios del a?o 1971 y ahora publicada por considerarla de actualidad. En ella se dec¨ªa literalmente: "La unidad pol¨ªtica territorial no puede ser un presupuesto inconmovible que est¨¦ por encima del mismo consentimiento pol¨ªtico. El consentimiento pol¨ªtico que justifica la existencia de un determinado Estado ha de justificar tambi¨¦n su posible transformaci¨®n". Y a?ad¨ªa: "No puede justificarse el derecho que pueden pretender arrogarse los diversos grupos nacionales existentes dentro de una comunidad pol¨ªtica de autodeterminarse para crear por s¨ª mismos nuevos Estados". Y m¨¢s en concreto: "El Estado, aun el plurinacional, posee una sola autoridad soberana, que radica en la totalidad de la comunidad pol¨ªtica. A esta totalidad ¨²nicamente corresponde el derecho de modificarse a s¨ª misma" (p¨¢ginas 68-70). ?Cree usted que estas afirmaciones, con las cuales es perfectamente coherente la que ha dado lugar a sus comentarios, son merecedoras del calificativo que me atribuye? ?Son estas afirmaciones de contenido pol¨ªtico ajenas al ministerio ¨¦tico-pastoral de un prelado?
Pienso, se?or ministro, que, a la luz de lo que precede, quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s honesto rectificar el juicio emitido sobre mis palabras, m¨¢xime de parte de quien forma parte de un equipo ministerial que hace gala de su voluntad de afirmar los valores ¨¦ticos en su actuaci¨®n. As¨ª lo espero por el bien de la misma democracia espa?ola, que ha de edificarse "sobre la verdad, la justicia y la libertad". Son palabras de la enc¨ªclica Pacem in terris, del inolvidable papa Juan XXIII, cuyo innegable contenido pol¨ªtico fue altamente elogiado por todos los amigos de la democracia.
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