Ecosistema
Si Lenin viviera hoy en Europa probablemente se dedicar¨ªa a anillar aves, a restaurar capillas rom¨¢nicas, a plantar pinos, a defender a las focas. Lenin ser¨ªa vegetariano, mendigo antinuclear, pacifista encadenado. Amar¨ªa los mosquistos y se postrar¨ªa en oraci¨®n ante una tierna lechuga. Parece una frivolidad, pero a esta altura de los tiempos, en el balneario de Europa los verdaderos revolucionarios son esos inocentes floridos que se entregan a la naturaleza con el coraz¨®n.Uno comienza respetando la vida de las lagartijas, cediendo el paso a una hormiga, podando un delicado rosal o comunic¨¢ndose con su perro y ya no sabe d¨®nde puede detenerse. La simple ternura tiene una l¨®gica muy dr¨¢stica. Despu¨¦s del amor a los insectos llega el derecho de los chanquetes, luego viene la devoci¨®n a las flores silvestres, el gusto por la sopa de acelgas, la cortes¨ªa con los gatos, la admiraci¨®n del crep¨²sculo y finalmente se acaba en la hip¨®stasis m¨ªstica con el paisaje.
En ese momento, s¨®lo por est¨¦tica, hay que derribar algunas f¨¢bricas, dinamitar autopistas, desmantelar cuarteles y desmochar rascacielos para que los profetas puedan obtener una buena visi¨®n del horizonte.
En la mayor parte del mundo la revoluci¨®n social est¨¢ en manos de los desesperados y mientras el comunismo sea una ideolog¨ªa que asuma o se apropie de la miseria de los pobres, nunca cesar¨¢ de ofrecerse como un para¨ªso. A la larga tiene la partida ganada. En muchos lugares del planeta, la salvaci¨®n a¨²n pasa por la violencia n¨ªtida, por el evangelio de la dinamita o por la antigua agitaci¨®n de masas. En cambio, lo m¨¢s corrosivo en el balneario de Europa es el ecosistema, y si Lenin volviera a Zurich, tal vez en un alarde imaginativo comenzar¨ªa a so?ar la revoluci¨®n a partir de los mosquitos.
No se trata de una broma. Esos dulces ecologistas que ahora est¨¢n floreciendo en las calzadas industriales de Occidente, poseen la fuerza interior de los m¨¢rtires. Parecen inofensivos, pero no es as¨ª. En su cabeza se revuelve una idea extremadamente peligrosa: convertir el mundo en un jard¨ªn. ?Se imaginan ustedes cu¨¢nta ciza?a habr¨ªa que cortar?
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