Todos tienen miedo en Ayacucho
La ciudad de Huanta, en la provincia de Ayacucho, y el pago de Pampay est¨¢n unidos por un camino de tierra convertido ahora, con las lluvias, en un cenagal. A sus costados crece abundante vegetaci¨®n verde rabiosa que da al paisaje un aire de jungla. Desde hace decenas de a?os, sus ¨²nicos transe¨²ntes han sido campesinos condenados, a ejercer de reliquia hambrienta del Per¨² ancestral. De repente, esa poblaci¨®n huidiza y recelosa como un animal salvaje ha descubierto el Estado, no a trav¨¦s de m¨¦dicos, escuelas u obras p¨²blicas, sino por la presencia en sus tierras de cientos de soldados, veh¨ªculos militares y fusiles.Los estudiosos de Sendero Luminoso creen que, de esta manera, el grupo que ha adaptado la violencia pol¨ªtica y el terrorismo a la idiosincrasia de los Andes peruanos ha conseguido su objetivo principal: militarizar la regi¨®n para desatar una estrategia de golpe y contragolpe que acabe con el sistema democr¨¢tico.
El Ej¨¦rcito ha convertido la regi¨®n de Ayacucho en zona de guerra. El aeropuerto de la ciudad est¨¢ tomado por la Guardia Republicana y el acceso est¨¢ prohibido, excepto a los pasajeros.
En Ayacucho y Huanta, principales ciudades de la zona, el despliegue militar y policial es aparatoso. "En los dos ¨²ltimos a?os aqu¨ª no ha habido vida social. La gente se met¨ªa en sus casas a las cinco de la tarde, nadie iba a un restaurante, al cine o a bailar. Ahora se empieza a apreciar un incremento de la actividad", dice un joven ayacuchano.
La gente tiene miedo a todo y de todos. "Por favor, d¨¦jeme, me est¨¢n mirando. Seguro que ya saben que le estoy haciendo declaraciones; d¨¦jeme", ruega con los ojos h¨²medos una se?ora de mediana edad sentada en la puerta de su peque?a tienda en la plaza de Huanta. Hablar con un extra?o que llega a la ciudad a bordo de un jeep de la Infanter¨ªa de Marina equivale a estar amenazado de muerte por Sendero Luminoso.
En esta misma ciudad, en esa misma plaza, fue asesinado el pasado fin de semana un periodista de la radio local por un sinchi, miembro del cuerpo especial antisubversivo de la Guardia Civil. Los militares lo controlan todo. Desde el gobierno -el general Silfredo Mori es el jefe del comando pol¨ªtico-militar que administra la zona- hasta la distribuci¨®n de alimentos y ropa. Es como si el Ej¨¦rcito hubiese dado un golpe de Estado s¨®lo en una parte del pa¨ªs en la que el prefecto (gobernador) es un esperpento del poder civil.
La presencia militar ha obligado a Sendero a un replanteamiento t¨¢ctico. Ya no abandonan sus colinas durante d¨ªas para bajar a adoctrinar a los campesinos en el marxismo-leninismo o en el pensamiento de Mao Zedong. Han evolucionado desde formas de lucha guerrillera hacia el terrorismo.
El Ej¨¦rcito no ha eliminado el terror impuesto por Sendero Luminoso en las ciudades y, sobre todo, en el campo. "Cualquiera de esos que usted ve ah¨ª ahora mismo puede ser un terrorista. Aquel limpiabotas que tendr¨¢ 12 a?os, el conductor de ese taxi o aquella joven que va hacia el colegio. 0 usted mismo. Yo no lo s¨¦", afirma un alto oficial de la Guardia Civil.
El Ej¨¦rcito y la polic¨ªa act¨²an como si todos los habitantes de Ayacucho fueran. sospechosos de terrorismo. Ellos tambi¨¦n tienen miedo. "Aqu¨ª, cuando se apaga la luz por los atentados de Sendero, los guardias tiran a todo y muchas veces se ha herido a gente inocente, pero eso es inevitable".
Cada patrullaje es un reto a la muerte para las fuerzas militares. Casi siempre Sendero no aparece o se limita a arrojar sobre la caseta de la polic¨ªa un perro degollado.
Pero los soldados saben que Sendero est¨¢ ah¨ª. A uno de sus compa?eros lo mataron la semana pasada y su cuerpo apareci¨® con el pene en la boca.
Ya no existen lo que hasta 1983 se llamaron zonas liberadas, o sectores del campo a los que el Ej¨¦rcito no acced¨ªa pero, de hecho, cada punto en el que no hay un destacamento fijo de la Guardia Civil o de la Infanter¨ªa de Marina se convierte en zona liberada. Una vez que la patrulla militar se retir¨® el pasado d¨ªa 2 de Pampay, Sendero baj¨® al pago y mat¨® a dos personas elegidas por los soldados para organizar las fuerzas de defensa civil.
Isabel, de 35 a?os, la mujer de uno de los muertos, recuerda en quechua lo que pas¨® aquella noche: "?l hab¨ªa salido a no s¨¦ qu¨¦ y despu¨¦s de un rato le o¨ª que corr¨ªa hacia casa. Le dispararon tres tiros en el vientre. Eran unas 15 j¨®venes con vestidos de las alturas". Uno de los comuneros de Pampay, V¨ªctor, cree que ese doble asesinato es una venganza porque cuatro d¨ªas antes los habitantes de ese pago hab¨ªan detenido a una supuesta senderistar. "Algunos de nosotros vimos a tres terrucos (como llaman en el campo a los senderistas) junto al r¨ªo. Tocamos los silbatos y los perseguimos. Dos escaparon, pero cogimos a una muchacha de unos 15 a?os que hablaba quechua y que dijo que los terroristas la hab¨ªan sacado de su pueblo a la fuerza".
Estos d¨ªas se han reunido en Pampay cerca de 200 campesinos, la mayor¨ªa mujeres maduras, armados con lanzas, pu?ales, hachas y machetes, dispuestos a defenderse de Sendero. Son ronderos, fuerzas civiles organizadas por los militares para la autodefensa. Es dificil calibrar la veracidad de sus palabras, delante de los infantes de Marina de quienes dependen su pan y su vida, pero se les ve aterrorizados y resueltos a luchar. Cuando el convoy militar se va, varias ancianas se agolpan ante las puertas de los jeeps para suplicarles que permanezcan.
La plaza principal de Luricocha, en. pleno centro de actividad senderista y militar, es el mejor ejemplo del drama de estas tierras. Los mejores edificios han sido dinamitados; el Ayuntamiento, ocupado por la Guardia Civil; la poblaci¨®n est¨¢ encerrada en sus casas. Las paredes est¨¢n pintadas con letreros rojos con vivas al camarada Gonzalo (Ebimael Guzm¨¢n, l¨ªder de Sendero). Se propugna la lucha armada y se alaban las gestas de Mao Zedong y la banda de los cuatro.
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