El 'pleito de las monjas'
La cuesti¨®n surgida entre las carmelitas descalzas y el Vaticano conlleva un sentido general que merece una reflexi¨®n pausada.Es de toda evidencia -y quien desee documentarse m¨¢s podr¨¢ acudir al documento publicado en el n¨²mero 1.466 del semanal cat¨®lico Vida Nueva- que el pleito de las monjas (expresi¨®n con la que se quiere evocar cari?osamente el pleito levantado contra Teresa y sus primeras compa?eras de San Jos¨¦ por el Ayuntamiento de ?vila) constituye un momento no secundario de la pol¨ªtica del actual pontificado en un sentido contraconciliar, y puede ser interpretado como un momento no secundario, sino sumamente significativo del intento -del que se tienen otras se?ales en otros terrenos- de reconstituir en Espa?a una aglomeraci¨®n de fuerzas de la derecha cat¨®lica cuyo centro y eje ser¨ªa el Opus Dei.
Por lo que se refiere al primer punto, es decir, al sentido pol¨ªtico general del enfrentamiento entre las descalzas (y buena parte del Carmelo masculino) y el Vaticano, resulta evidente que con la carta firmada por la Secretar¨ªa de Estado anunciando la decisi¨®n vaticana de reservarse el derecho a redactar las constituciones de las monjas, en primer lugar se desautorizar¨ªa a la misma congregaci¨®n de religiosos, y por a?adidura se privar¨ªa a la orden en su conjunto (jerarqu¨ªas masculinas y comunidades femeninas) del derecho tradicional de redactar sus propias constituciones.
Minor¨ªa tradicionalista
As¨ª como resulta evidente por el texto mismo de la carta de la Secretar¨ªa de Estado que la intervenci¨®n vaticana est¨¢ dirigida a darle toda la raz¨®n a la minor¨ªa de las monjas (150 conventos entre 826) que es tradicionalista (?ay, la fuerza de las palabras!), minor¨ªa que aboga por un retorno neto -clausura estricta, velo, discriminaci¨®n entre monjas coristas y legas no coristas, etc¨¦tera- a las constituciones de 1581. (Mientras que la mayor¨ªa est¨¢ a favor de aquella relectura del carisma de toda congregaci¨®n a la que hab¨ªa dado impulso el Vaticano II, una relectura actualizadora a la que esta mayor¨ªa ha estado trabajando durante a?os de experimentaci¨®n y discusi¨®n.) Es decir, que a la forma centralista y autoritaria de la intervenci¨®n le corresponder¨ªa un contenido reaccionario y represivo, y contraconciliar.
A prop¨®sito del segundo punto de inter¨¦s pol¨ªtico para todos que en nuestra opini¨®n conllevar¨ªa hoy d¨ªa este asunto carmelitano, yo quisiera destacar su connotaci¨®n estrictamente espa?ola. Cabe, en primer lugar, subrayar que es espa?ola la gran mayor¨ªa de los Carmelos unidos. (Del Carmelo femenino franc¨¦s que tan prestigiosas tradiciones puede reivindicar, s¨®lo siete se sumaron a la tendencia tradicionalista.)
Pero a estos datos cuantitativos y/o geogr¨¢ficos se debe a?adir un dato social, es decir, que -seg¨²n se desprende de varias informaciones period¨ªsticas- los Carmelos espa?oles agrupados alrededor del convento madrile?o de la Aldehuela, capitan¨ªa de las tradicionalistas, cuentan con medios y con el apoyo de personas influyentes. Y finalmente no escapa a los ojos de nadie el hecho de que tercie en todos estos asuntos la presencia e influencia del Opus.
Todo lector de EL PA?S -o todo espa?ol que est¨¦ al tanto de la situaci¨®n pol¨ªtica espa?ola en su conjunto- puede sacar mejor que yo algunas consideraciones de estos datos. (Cabe preguntarse cu¨¢nto est¨¦n enteradas de todas estas implicaciones los individuos de sexo femenino alistados entre las tradicionalistas.) Yo s¨®lo puedo aqu¨ª subrayar que todo lo que pasa en Espa?a nos interesa a los que espa?oles no son pero tienen memoria hist¨®rica y compromiso pol¨ªtico.
Pero es en el plan cultural en el que este asunto carmelitano nos tiene que preocupar, sin distinci¨®n de ciudadan¨ªa o religi¨®n u otra cosa. Por eso me preocup¨® much¨ªsimo leer en el documento citado de Vida Nueva una carta firmada por el carmelita descalzo Tom¨¢s ?lvarez, que puede ser considerado a buen derecho el mayor teresianista viviente, dirigida al cardenal Casaroli, una carta en la que se afirma lo que sigue: "...quisiera destacar los graves errores hist¨®ricos con que la carta funda las decisiones pontificias", un p¨¢rrafo que, despu¨¦s de una seca puntualizaci¨®n de los errores, as¨ª se concluye: "...estos errores hist¨®ricos prestan un pobre servicio a la augusta persona del Papa, al nombre de V. E., firmante de la carta, y a la autoridad del documento mismo".
As¨ª como a m¨ª -en cuanto lectora, admiradora y escudri?adora de los escritos de Teresa de Jes¨²s- me preocupa, me asombra la interpretaci¨®n restrictiva -sobre todo en lo que se refiere a la relaci¨®n entre la noci¨®n de clausura y la de oraci¨®n y contemplaci¨®n- del mensaje doctrinal y espiritual teresiano que se desprende del texto de Casaroli.
Respecto a lo que el mensaje teresiano tiene de deslumbrante por fuerza de penetraci¨®n psicol¨®gica y de perspectiva teol¨®gica para nosotros, habitantes de una ¨¦poca que algunos definen posmoderna, pero que tiene como cargo de conciencia -entre otras cosas- las muchas cat¨¢strofes juveniles realizadas bajo el signo del pr¨ºt-¨¢-porter made in USA.
Ahora bien, es cierto que Teresa de Jes¨²s no s¨®lo acept¨®, sino que reivindic¨® la clausura m¨¢s rigurosa para sus monjas, pero tambi¨¦n es cierto que lo hizo para reaccionar contra las formas inaut¨¦nticas que la vida monacal iba adquiriendo en su tiempo, por un lado, y por otro, para combatir -coincidiendo en eso con la l¨ªnea del concilio de Trento llevada a Espa?a por el general de la orden, Giambattista Rossi- contra las formas de monaquismo salvaje e individualista que segu¨ªan cundiendo en su ¨¦poca, con Catalina de Cardona disfrazada de monje y su mucho hablar con animales y su mucho tratar con cortesanos.
As¨ª como es cierto que con argumentos sociol¨®gicos e hist¨®ricos se podr¨ªa demostrar que en la Espa?a de la segunda mitad del siglo XVI las mujeres ten¨ªan escasas posibilidades de dedicarse a un proyecto contemplativo libres de la sujeci¨®n del matrimonio y del chantaje del mundo (donde a la mujer que no fuera ni monja ni casada s¨®lo le quedaba el desprecio hacia las solteronas o la tragedia de la prostituci¨®n), y repetir lo que ya afirm¨® Marcel Bataillon en sus tiempos, es decir, que Teresa aprovech¨® la clausura que se le ofrec¨ªa o impon¨ªa por Trento para cobijar ah¨ª su proyecto teol¨®gico y existencial, la oraci¨®n.
Escritos de Teresa
Y sobre todo pienso en sus escritos, en el espl¨¦ndido cap¨ªtulo segundo de las terceras moradas, donde Teresa de Jes¨²s remata en su ¨²ltimo libro su concepci¨®n del ascetismo como proceso interior, como rechazo del miedo a la pobreza, del carrerismo, del ansia de enriquecerse m¨¢s; pienso en las concretas razones -la imposibilidad por parte de las chicas pobres aldeanas y analfabetas de poder leer el breviario en el coro- en las que se fundaba entonces la distinci¨®n entre coristas y legas (aunque sea oportuno recordar que Teresa se hab¨ªa resistido a aceptar que en sus conventos hubiese legas destinadas a tareas manuales). Pienso sobre todo en la fuerza y en la libertad con las que Teresa analiz¨® el proceso de liberaci¨®n de las autoridades postizas en el exterior y de las muchas trabas interiores que impiden la libre y gozosa relaci¨®n de todo ser humano consigo mismo y con el Absoluto, que en su concepci¨®n habita en el centro del castillo.
Es una reflexi¨®n que, como se ve, no ata?e s¨®lo a los/las carmelitas, sino a todos los que no acepten una vida y una historia determinadas por las puras relaciones de fuerza, una vida y una historia determinadas, por ejemplo, por el precio del d¨®lar u otras cosas por el estilo. Una reflexi¨®n que va mucho m¨¢s all¨¢ del pleito de las monjas, pero que en esta compleja situaci¨®n carmelita encuentra leg¨ªtimamente sus ra¨ªces.
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