La leccion de Josep Maria Flotats
Hace ya mucho tiempo que se conocen las claves pol¨ªticas del conflictivo problema ling¨¹¨ªstico de Espa?a. Cuatro o cinco meses atr¨¢s, Bad¨ªa Margarit y yo cruzamos en estas mismas p¨¢ginas unas palabras tan serenas y meditadas, en su caso, como quiz¨¢ sujetas a la improvisaci¨®n, en el m¨ªo, pero con el com¨²n prop¨®sito y el parecido fin que son capaces de asegurar la conversaci¨®n calmada e inteligente y su posible fruto: el entendimiento en lo que se dice, aunque no se comparta del todo la consecuencia de cuanto se deja dicho. Por desgracia esto no siempre ha sido as¨ª entre espa?oles, y con excesiva frecuencia -y por el camino contrario- son determinadas pasiones pol¨ªticas d¨ªficiles de ocultar, pese a ense?arse trabajosamente maquilladas, las que llevan al problema del conflicto entre las lenguas (problema que existe, por mucho que nos duela y podamos lamentarlo) fuera de los cauces en los que deber¨ªa mantenerse.El clamoroso ¨¦xito de la compa?¨ªa de Josep Maria Flotats representando su Cyrano de Bergerac en lengua catalana y en un teatro madrile?o no hace sino reafirmar una vieja idea m¨ªa, que en ning¨²n caso pretendo haber descubierto ni poseer en exclusiva, aunque en ocasiones pudiera parecer el colmo del exotismo y la rareza, a juzgar por lo poco que se prodiga: tras los enfrentamientos y los conflictos ling¨¹¨ªsticos se est¨¢n agazapando los m¨¢s miserables tufos de la mediocridad. El talento siempre es capaz de sobreponerse a las dificultades de orden formal y puede situar, de esa guisa, todos los muchos inconvenientes de la barrera ling¨¹¨ªstica en su aut¨¦ntica dimensi¨®n, que no es otra que la del veh¨ªculo capaz de transprotar las ideas.
Josep Maria Flotats nos ha hecho a todos un inmenso favor ense?ando a los madrile?os su Cyrano en catal¨¢n, por motivos que se a?aden a los del mero placer de los espectadores de la comedia: ha quebrado una de las coartadas de los bur¨®cratas de la cultura, que se amparan en las dificultades para justificar su propia inutilidad, y ha sido capaz de demostrar algo que desde las tierras de habla catalana y gallega ya comenz¨¢bamos a poner en duda: quien habla y entiende el espa?ol tiene mucho ganado para entender, por lo menos entender, el catal¨¢n y el gallego. Tan s¨®lo se necesita algo de buena voluntad y un poco de aplicaci¨®n. La rec¨ªproca ser¨ªa tambi¨¦n cierta, de no mediar una absoluta competencia ling¨¹¨ªstica en el idioma espa?ol por parte de todos, absolutamente todos, los catalanes y los gallegos que hablan y viven habitualmente en sus lenguas. Pero Flotats tambi¨¦n nos ha ense?ado otras cosas: nos ha mostrado el camino que tiene que seguir la cultura catalana para situarse en la dimensi¨®n que todos deseamos, y cuando hablo de'cultura catalana me estoy refiriendo, por extensi¨®n, a todas las culturas rom¨¢nicas que existen en Espa?a. Por desgracia, el problema del vascuence pasa por fronteras mucho m¨¢s herm¨¦ticas.
En general se han seguido dos
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estrategias muy diferentes a la hora de apostar por el catal¨¢n como v¨ªa de cultura, en su m¨¢s amplio sentido. Se ha hecho del idioma una bandera encaminada a dividir comunidades y plantear reivindicaciones -y aun revanchismos- respecto de un tiempo en el que el espa?ol, por mucho que nos pesare a no pocos de los que tenemos en ¨¦l nuestra herramienta de comunicaci¨®n, jug¨® el papel de lengua impuesta. Por esa v¨ªa se puede seguir todo el tiempo que se quiera, pero el resultado final no va a ser otro que el del salvaje aherrojamiento de la lengua m¨¢s d¨¦bil por que resulte ser m¨¢s fuerte. Flotats nos ha mostrado claramente cu¨¢l es la alternativa y ha situado el catal¨¢n como medio de expresi¨®n culta a id¨¦ntico nivel que pudieran haber tenido, en paralela ocasi¨®n, el franc¨¦s o el italiano.
Por desgracia, la v¨ªa de la inteligencia tropieza con obst¨¢culos en todas las esquinas. Recuerdo el rid¨ªculo episodio de un cantante catal¨¢n traducido con subt¨ªtulos al castellano en un programa de televisi¨®n, medida que jam¨¢s se aplica a ning¨²n otro idioma: el ingl¨¦s, el alem¨¢n o el ruso, pongamos por caso. Flotats hubiera podido caer en la trampa, pero se ha ahorrado las componendas: su Cyrano es as¨ª, y los madr¨¹e?os no se merec¨ªan claudicaci¨®n alguna. Por desgracia, hay pocas ocasiones de ejercitar a tal altura la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica entendida en su m¨¢s radical y eficaz sentido. Y ah¨ª aparece: el problema, porque resulta tan sencillo como tentador el suplantar la escala. de valores o, si se prefiere, el tomar el r¨¢bano del talento por las hojas de su veh¨ªculo ling¨¹¨ªstico.
A lo mejor resulta que, en el fondo, Flotats nos ha dejado tambi¨¦n, junto con la alegr¨ªa de su ¨¦xito, un tumor oculto de dudosa calificaci¨®n. ?Cu¨¢ntas personas, en uno y otro lado, creer¨¢n que el secreto de su talento radica en el idioma que emplea? Ya s¨¦ que la culpa no es suya. La culpa, en realidad, es de todos nosotros. De todos los que no somos capces de reaccionar de una vez ante las falacias de lo mediocre, neg¨¢ndonos a ejercitar la caridad all¨ª donde m¨¢s da?o hace.
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