Euskadi como problema
El enunciado Euskadi como problema puede servir para hilvanar unas reflexiones precipitadas. Convengamos de salida que con el neologismo Euskadi se intentaba precisamente ayudar a resolver un problema, el de la inex¨ªstencia, por razones de un desarrollo hist¨®rico diverso, de un solo t¨¦rmino generalizado e indiscutido para designar a esa porci¨®n de territorio pirenaico y cant¨¢brico que al finalizar el siglo pasado, e incluso en nuestros d¨ªas, ha recibido nombres variados como Vasconia, Pa¨ªs Vascongado, Pays Basque, Pa¨ªs Vasco, Euskeria. Pod¨ªa haber optado Sabino Arana, su creador, por afianzar el nombre aut¨®ctono vigente desde hace varios siglos de Euskal Herria, que val¨ªa tanto para designar a la comunidad de vascohablantes como al conjunto de territorios habitados por poblaciones que en el pasado poseyeron mayoritariamente la lengua vasca. En cualquier caso, lo que el padre del t¨¦rmino quiso subrayar es que la nacionalidad est¨¢ constituida por la poblaci¨®nde las siete -o seis- provincias hablaran o no la lengua espec¨ªfica de los territorios.
A lo largo del siglo transcurrido han ido aflorando las principales dificultades de realizaci¨®n del proyecto pol¨ªtico expresado con el t¨¦rmino Euskadi: entre ellos el modelo cultural, del que no me ocupo ahora, la relaci¨®n con el Estado y, sobre todo, la territorialidad. Concretando m¨¢s y dejando de lado, por obvias razones, la cuesti¨®n del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s, cabe considerar el tema vasco como un problema fundamentalmente espa?ol; en tal caso, referirse a la territorialidad es tanto como hablar de Navarra.
Durante la transici¨®n y hasta 1980 el nacionalismo vasco democr¨¢tico dispuso de una pol¨ªtica para abordar el problema de la territorialidad. Se promovi¨®
en primer lugar el Frente Auton¨®mico, que pretend¨ªa operar en el campo electoral y en el ¨¢mbito parlamentario. El Frente no fue suficiente en Navarra, pero permiti¨® dejar definitivamente zanjado el contencioso al alav¨¦s para el que la derecha estatal quer¨ªa una soluci¨®n foral. En cualquier caso, a pesar de la frialdad y hasta el abandono del PSOE de los compromisos contra¨ªdos, el Frente Auton¨®mico mostr¨® su virtualidad en la negociaci¨®n de un texto de r¨¦gimen preauton¨®mico, en el que Navarra figuraba como socio invitado, posibilidad que se traslad¨® a la disposici¨®n transitoria cuarta de la Constituci¨®n. Apoy¨¢ndose en ambos textos, singularmente en el constitucional, el Estatuto de Guernica vigente contiene una f¨®rmulaci¨®n abierta.
As¨ª las cosas, podemos preguntarnos por la raz¨®n por la que hoy, en 1985, el nacionalismo vasco democr¨¢tico carece de una pol¨ªtica realista de m¨ªnimos respecto de la cuesti¨®n navarra. Una explicaci¨®n suficiente de este d¨¦ficit quiz¨¢ ayudara a entender una de las m¨¢s originales crisis de Gobierno vividas durante la transici¨®n.
Hemos le¨ªdo y escuchado, sin embargo, que la cuesti¨®n navarra tenia mucho que ver con las soluciones organizativas que contiene la ley de Territorios Hist¨®ricos (LTH), e incluso que guarda relaci¨®n con el reverdecimiento de la ideolog¨ªa foralista o neoforalista acaecido en estos ¨²ltimos a?os. Es evidente que la propia naturaleza del concierto econ¨®mico condiciona fuertemente unas u otras soluciones, si bien admite un espectro amplio de posibilidades. Sorprenden, sin embargo, defensas de las soluciones fueristas apoyadas en el argumento de que resistir¨ªan mejor una involuci¨®n autoritaria, como si un r¨¦gimen dictatorial que supr¨ªmera la Generalitat fuese a respetar las instituciones vascas por muy forales que sean. Son dif¨ªcilmente invocables los ejemplos del convenio navarro y del concierto alav¨¦s de la ¨¦poca del general Franco, por cuanto los amigos de pronunciamientos hace tiempo- que saben que en Navarra y Alava ha pasado el tiempo de leventar tercios de requet¨¦s ganadores de cruzadas. Desde hace casi 50 a?os la causa de la libertad y de la autonom¨ªa del Pa¨ªs Vasco como conjunto est¨¢ ligada a la existencia de la democracia en Espa?a.
En la pol¨¦mica habida en estos ¨²ltimos tiempos hemos escuchado el argumento de que hay que potenciar las provincias, los territorios hist¨®ricos, porque conviene igualar al m¨¢ximo el poder provincial de ?lava, Guip¨²zcoa y Vizcaya, y el status auton¨®mica Pasa a la p¨¢gina 10
Viene de la p¨¢gina 9 de que dispone Navarra, pensando en remover obst¨¢culos a una futura integraci¨®n. Resulta cada vez m¨¢s evidente que si a medio plazo cristaliza alg¨²n g¨¦nero de articulaci¨®n, no va a ser propiamente una integraci¨®n de cuatro provincias, sino un entendimiento de dos bloques comunitarios. No faltan motivos para pensar que la disminuci¨®n de la capacidad de obrar de los ¨®rganos comunes de gobierno de la Comunidad Aut¨®noma Vasca puede a?adir nuevas dificultades a la ya dif¨ªcil entente institucional entre la Vasconia oriental y occidental. En cualquier caso, por m¨¢s que se refuerce e incremente el poder de las diputaciones forales, dificilmente se puede llegar al nivel auton¨®mico provincial que reconoce a Navarra el Amejoramiento, y se corre el riesgo de ir diluyendo la comunidad aut¨®noma en una estructura de mancomunidad.
Al margen del papel que se asigne a la cuesti¨®n navarra en la querella interna de la distribuci¨®n del poder en la comunidad aut¨®noma, la pol¨ªtica practicada en los ¨²ltimos a?os ha ido desinflando el globo del proyecto nacional en su dimensi¨®n territorial hasta dejarlo sin gota de aire. Desde la pretensi¨®n de la autonom¨ªa conjunta de las cuatro provincias, que reivindicaba el Frente Auton¨®mico protagonizado por el PNV y el PSOE, se ha dado el salto a un pacto de legislatura en la Comunidad Aut¨®noma Vasca, suscrito por ambos partidos -mayoritario uno en Vasconia occidental, en la oriental el otro-, en el que no se contiene ni una sola alusi¨®n a Navarra.
Enti¨¦ndase, ninguna alusi¨®n a la mera voluntad pol¨ªtica de llevar a cabo lo m¨ªnimo posible, es decir, los convenios espec¨ªficos de cooperaci¨®n intercomunitar¨ªa que est¨¢n contemplados tanto en el Estatuto de Guernica como en el Amejoramiento navarro. Al hacer conjeturas sobre la omisi¨®n resulta que, como no es admisible la explicaci¨®n del simple olvido, habr¨¢ que excusar el silencio en la imposibilidad de repetir el pacto de la legislatura en
el Parlamento de Navarra, por cuanto habr¨ªa que contar con los tres parlamentarios que se hallan arrojados en las tinieblas exteriores. No olvidemos que fueron sancionados por defender para Navarra hace uno y dos a?os lo mismo que hoy bendice y pacta en la comunidad aut¨®noma. ?Ser¨ªa ¨¦ste un ejemplo antol¨®gico de manual de sociolog¨ªa pol¨ªtica de que no siempre coinciden los intereses de partidos nacionalitarios, de poder en los partidos, y los intereses de pa¨ªs?
Aceptamos que el Frente Auton¨®mico naufrag¨® por falta de condiciones pol¨ªticas y que no se pod¨ªa considerar por imprecisa e inmadura la propuesta (le Consejo-Vasco-Navarro que sugiri¨® el PSOE, que quer¨ªa resolver un problema pendiente al tiempo que lavaba su mala conciencia por el abandono de sus compromisos del Frente Auton¨®mico. Lo que algunos nos preguntamos es si era tan dif¨ªcil intentar la negociaci¨®n de algunos convenios de colaboraci¨®n que no son otra cosa, insistimos, que puro desarrollo de lo previsto en el Estatuto y el Amejoramiento. Resulta especialmente chocante que mientras se margina la por tantos conceptos enojosa cuesti¨®n navarra, se proclama la no renuncia a la voluntad estrat¨¦gica de independencia y autodeterminaci¨®n... con Navarra incluida, naturalmente. La peculiaridad de las reacciones suscitadas hace temer que tales declaraciones forman parte de un repertorio de gestos ret¨®ricos compensatorios, sobreentendidos, por implicaciones en una crisis de Gobierno que quiz¨¢ no es tan dom¨¦stica como se nos quiere hacer ver, y que el pa¨ªs tiene que asumir.
Hablamos de la marginaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico en Navarra, de la renuncia de facto a un proyecto nacional posibilista, es decir, de amplia autonom¨ªa y, en la medida de lo posible, de autonom¨ªa conjunta. En relaci¨®n con esta cuesti¨®n se ha pretendido entre nosotros que reformular el nacionalismo vasco en t¨¦rminos fueristas viene a ser una especie de despliegue- natural de las tesis constitutivas de una doctrina nacionalista originaria y (le car¨¢cter inmutable. Aun admitiendo que no hay otra fuente de inspiraci¨®n y de creaci¨®n de pensamiento nacional vasco que la doctrina de Sabino Arana, lo que es mucho admitir, cualquier mediano conocedor de la obra del l¨ªder de Abando sabe de sus inevitables contradicciones y de las diversas fundamentaciones e interpretaciones que posee tal doctrina. La fuerista, incluida la versi¨®n de la soberan¨ªa originaria, no es la que tiene las mayores posibilidades.
Lo que es indudable es que las propuestas fueristas orientan en un sentido determinado la respuesta a un antiguo problema del nacionalismo, el problema de con qui¨¦n hay que aliarse en el Estado. La derecha estatal ha visto con menos recelos -puede llegar a la complacencia cuando no hay m¨¢s remedio- a un nacionalismo vasco que se plantea en t¨¦rminos pol¨ªticos que nos vinculan con el antiguo r¨¦gimen. La sorpresa se produce cuando tambi¨¦n el PSOE descubre las virtualidades de una doctrina, que nos aproxima al lema y al proyecto que defend¨ªan mis parientes y paisanos en Pe?a Lemona y en Bizkargui: "Dios, patria, fueros y rey". El tiempo resolver¨¢ la duda de si la gallina pone el huevo donde canta.
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