La crisis del PCE y el leninismo
Como lector atento de EL PAIS he de confesarle que extra?o es el d¨ªa en el que no encuentro motivos sobrados para escribirle alguna misiva de cr¨ªtica, lo cual no deja de ser natural si tiene en cuenta que discrepo bastante de su l¨ªnea editorial e informativa -?esos obreros bolivianos que han soportado todos los horrores golpistas y que son tratados como un peligro para la democracia en tanto que Hugo B¨¢nzer es tratado como un dem¨®crata... de derechas!- que lo conforma. El que no lo haga se debe a que soy consciente de que ser¨ªa un gasto de tiempo y de papel, mientras que veo con impotencia c¨®mo la izquierda no tiene lo que un d¨ªa no muy lejano fue uno de sus medios predilectos: ¨®rganos de prensa que lleguen a las masas.Pero ya que EL PAIS es la ¨²nica vela que arde en medio de tantas cerillas, quiero, aunque sea por una vez, hacer constar mi indignaci¨®n con el editorial sobre la crisis estructural del PCE (26-3-85), y en la que se repite por en¨¦sima vez la consabida amalgama entre el comunismo de los tiempos de Lenin y su negaci¨®n burocr¨¢tico-estalinista.
Esta simetr¨ªa no es mucho m¨¢s rigurosa que la que se pueda hacer entre el cardenal Romero y, el se?or D'Aubuisson (ambos cristianos), entre Jefferson y el se?or Reagan (ambos dem¨®cratas), Pablo Iglesias y el se?or Barrionuevo... o entre EL PAIS y El Alc¨¢zar, porque ambos defienden la propiedad privada de los medios de producci¨®n. Coincide plenamente con la que desde los tiempos de Stalin se repite desde ministerio de la verdad del pa¨ªs; de los soviets (?qu¨¦ soviets?), y tiene la virtud (?) de descalificar un proyecto revolucionario sin equivalente en la historia con su negaci¨®n. Octubre y el Gulag se anudan con total indiferencia por una impresionante bibliograf¨ªa (Deutscher, Liebmann, Carr, Brou¨¦, Claud¨ªn -el premoderno-, Mandel, etc¨¦tera), cuando a la hora de diferenciar un ex ministro de Franco con el jefe actual de la oposici¨®n se emplean los m¨¢s matizados contrapuntos.
Ten¨ªa la razon Nadheja Krupskaya cuando dijo en 1925 que, de estar vivo, Lenin podr¨ªa estar en la c¨¢rcel.
No se trata, sin embargo, de una cuesti¨®n de personalidad, sino de objetivos y m¨¦todos opuestos. No es en absoluto cierto que Lenin estuviera dispuesto "a expulsar a los discrepantes cuando ocupaba la mayor¨ªa o a encabezar una escisi¨®n cuando era dejado en minor¨ªa".
La historia del bolchevismo hasta 1921 est¨¢ repleta de hechos que niegan esta apreciaci¨®n. Lenin nunca expuls¨® a nadie del partido cuando fue mayor¨ªa (ni siquiera a los que se opusieron la insurrecci¨®n de octubre) ni lo escindi¨® cuando estuvo en minor¨ªa (en plena crisis de Brest-Listovk las diferencias aparec¨ªan publicadas en Pravda)... El centralismo democr¨¢tico no fue un invento leninista: se aplicaba en la socialdemocracia alemana. y lo aplicaban Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches en Polonia con mayor rigor si cabe. En su concepci¨®n -que se modifica notablemente a cabo de las experiencias- no hay nada que se parezca a lo que: luego ser¨ªa norma en los partidos comunistas en los que el congreso manda sobre el partido, el CC sobre el congreso, el BP sobre el CC y el secretario general sobre el BP.
La organizaci¨®n leninista suprime las fracciones como una medida transitoria, y sin dejar por ello de permitir la libre discusi¨®n. Fue un grave error, pero estaba sujeto a una voluntad emancipatoria, en unir la ciencia revolucionaria y el pueblo trabajador.
De todo esto no queda en el PCE M¨¢s que la simbolog¨ªa. Sus contenidos, sus m¨¦todos, el car¨¢cter de sus protagonistas, se sit¨²an, por decirlo de alguna manera, en otro plarieta-
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