La muerte va sobre ruedas
LAS CARRETERAS espa?olas se han convertido en unpaisaje peligroso. Con una frialdad que raya en el fatalismo, las cifras de muertes en accidentes de tr¨¢fico se han convertido en la habitual orla negra que encuadra las llamadas operaciones retorno, con que culminan los numerosos puentes y vacaciones del calendario laboral. Anualmente, miles de ciudadanos -cerca de 5.000 en 1983- dejan la vida en la carretera, mientras decenas de miles -34.000 en ese mismo a?o- pasan a engrosar las filas de personas incapacitadas. Un drama cotidiano que por su magnitud y sus consecuencias no puede ser atribuido a la irresponsabilidad de las v¨ªctimas. La responsabilidad, por el contrario, compete a todos, peatones y conductores, y, sobre todo, a las autoridades que deben velar por la seguridad ciudadana, que donde, tal vez, m¨¢s dram¨¢ticamente est¨¦ amenazada hoy es en sus carreteras.El crecimiento del parque de autom¨®viles en los ¨²ltimos a?os no se corresponde con el aumento del n¨²mero de v¨ªctimas, que ha crecido de forma muy superior. Habr¨¢ que buscar, por tanto, las causas en el mal estado de muchas carreteras, en la falta de control sobre los veh¨ªculos y en la ausencia de educaci¨®n c¨ªvica de conductores y peatones, que arriesgan in¨²tilmente sus vidas y a veces se cobran la ajena. Infraestructuras viales precarias, falta de educaci¨®n y ausencia de controles son rasgos de sociedades poco desarrolladas, y no es casualidad que Portugal y Espa?a encabecen hoy la t¨¦trica lista de pa¨ªses europeos con mayor n¨²mero de accidentes de tr¨¢fico.
Aunque la mayor¨ªa de los accidentes sea atribuible a fallos humanos, tanto de peatones como de conductores, ello no impide exigir a la Administraci¨®n que adopte las medidas necesarias para hacer frente a esta sangr¨ªa con medidas eficaces, como han hecho otros pa¨ªses de nuestro entorno. El control de la velocidad, cuyos resultados son estad¨ªsticamente incuestionables en la reducci¨®n de accidentes, no parece haber dado los frutos esperados. Se siguen violando las normas con la misrna inconsciencia con que se escuchan las cifras de v¨ªctimas. Asombra comprobar la conmoci¨®n que produce una tragedia a¨¦rea, cuando el balance de una semana de vacaciones como la pasada arroja una cifra de muertos equiparable.
Las campa?as oficiales de promoci¨®n de la seguridad vial contrastan con la publicidad de marcas de veh¨ªculos que ofrece d¨ªa a d¨ªa la televisi¨®n. El acento en esta ¨²ltima se pone en la velocidad y agresividad de veh¨ªculos utilitarios dirigidos a un p¨²blico joven que tal vez ignore que 60 de cada 100 j¨®venes que mueren en Espa?a entre los 15 y 24 a?os lo hacen en un accidente de tr¨¢fico.
El envejecimiento del parque automovil¨ªstico, una secuela m¨¢s de la crisis econ¨®mica, va a llevar un riesgo adicional a las carreteras y calles por donde circulan, con mayor frecuencia y sin ning¨²n tipo de control, veh¨ªculos cuyo estado -frenos, neum¨¢ticos, luces, direcci¨®n- es un peligro para sus ocupantes y para quienes se crucen con ellos. Si es exigible a las empresas automovil¨ªsticas que cuiden y promocionen al m¨¢ximo la seguridad de sus productos, las autoridades deben establecer los controles que sean necesarios para que no circulen por nuestras calles y carreteras veh¨ªculos cuyo estado es un riesgo para la seguridad ciudadana.
Los miles de espa?oles que mueren o quedan inv¨¢lidos anualmente en calles y carreteras son un problema dram¨¢tico que afecta a toda la sociedad y al que la Administraci¨®n tiene la obligaci¨®n de hacer frente mejorando la seguridad vial, poniendo los medios y haciendo cumplir las normas que en otros pa¨ªses de nuestro nivel de desarrollo han permitido reducir este problema a m¨¢s justas proporciones.
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