La Rep¨²blica
Aquella que no hace falta se?alar con ordinal alguno -pues la llamada primera fue tan ef¨ªmera que el t¨¦rmino se atribuye con casi exclusividad a la nacida del 14 de abril de 1931- tiene a¨²n en reserva inagotables experiencias sobre las que no es bueno dejar caer el manto del olvido, la ignorancia y menos a¨²n el desprecio.Merece, pues, sin nostalgia alguna, y con el evidente e inocultable ¨¢nimo de no repetir los errores que aquel frustrado intento de ruptura social y pol¨ªtica comport¨®, el extraer algunas conclusiones.
Su conquista concit¨® la desbordada ilusi¨®n, conjug¨® las m¨¢s soterradas y hasta entonces reprimidas voluntades de progreso, de regeneraci¨®n, con las ya explicitadas arriesgadamente, en un indudable clima de concordia. Di¨®se en decir que su alumbramiento no pudo albergar menos dolor, con la gr¨¢fica expresi¨®n de no haberse quebrado un solo vidrio con su llegada.
Los m¨¢s expertos juristas y los m¨¢s prestigiosos cerebros se aprestaron a su servicio, y hasta el obligado alejamiento de los representantes de la dinast¨ªa se hizo sin mofa o rencor, en una actitud de tambi¨¦n obligado respeto dentro del sacrificio que el cambio hist¨®rico reclamaba.
Ni depuraciones ni exigibles responsabilidades presidieron su asentamiento, y el consenso ciment¨® la construcci¨®n del nuevo ordenamiento democr¨¢tico.
Pero pec¨® de ingenua, nunca de tolerante, pues rep¨²blica o democracia sin tolerancia no merecer¨ªan tales nombres. Reverdeci¨® la cultura y la participaci¨®n, dinamiz¨® nuevos conceptos de educaci¨®n, municipalidad, autonom¨ªa de hist¨®rica reivindicaci¨®n y de sometimiento de todos al poder civil, con excesivo tacto en su intento de reforma de caducas estructuras.
No fue la Rep¨²blica ni fueron los republicanos, de muy diferentes sensibilidades, los que suscita ron la que se dio en llamar cuesti¨®n religiosa o militar. Y aun as¨ª, pese a su blanco guante, no pudo evitar la provocaci¨®n de la sanjurjada o el que desde la caverna se izara la bandera del hostigamiento, revestida de sacro pend¨®n, llamando anticipadamente a la cruzada. Pero me nos a¨²n fue capaz de prever o de evitar el que en su nombre se hiciere sorna de su hist¨®rico proyecto, con el m¨¢s cruel desprecio a los m¨¢s d¨¦biles al son del "comed rep¨²blica" o con la permanencia de la resistencia de aut¨®nomos poderes que, con su represi¨®n sobre las justas reivindicaciones sociales, desencadenaban el que la Rep¨²blica cayera precisamente en el descr¨¦dito de su propio colectivo, y as¨ª, por debilidad, m¨¢s que contribuir a su fortaleza, se fueron minando los cimientos del apoyo popular sobre el que aqu¨¦lla se hab¨ªa elevado.
A los dos escasos a?os de su alborozado recibimiento eran precisamente sus porteadores los que dejaban tirados en el itinerario sus bagajes, facilitando el negro bienio. Y carente de respaldo, perdido el norte de quienes en ella m¨¢s deb¨ªan confiar, la crispaci¨®n y la desconfianza con el nunca perdido, sino s¨®lo oculto y agazapado, deseo de revancha, que el fascismo europeo supo alentar desde sus madrigueras, fabric¨®se el enfrentamiento, el desencanto, la frustraci¨®n y prepar¨®se el abonado campo en que enraizara la ciza?a, la provocaci¨®n y el retroceso en que hab¨ªa de plasmarse la inolvidable guerra civil y dictadura posterior, tan presente y tan viva a¨²n en nuestra sociedad y en nuestro Estado.
Fue una ocasi¨®n perdida por la mala fe y astucia de quienes supieron obstruir bajo su mejor m¨¢scara, rearmarse en hip¨®crita resistencia y preparar un estrat¨¦gico asalto a la legalidad vigente, contando -y ello es lo que a¨²n hoy m¨¢s nos afecta- con la objetiva complicidad de quienes, ingenua o quiz¨¢ ap¨¢tica e irresolutamente, dejaron intocadas las estructuras y las constantes reaccionarias y se enajenaron el apoyo de sus propios propulsadores, colocando delante de los leg¨ªtimos intereses de insatisfechas necesidades, imparables, el deseo de gobernar, c¨®moda y gratamente, precisamente para quienes s¨®lo esperaban el momento de lanzar el criminal mazazo, ciegos estos gobernantes de la peor de las cegueras: la de no querer ver aquello que les obliga a ser firmes y duros, con el arma de la ley y el alma de su pueblo.
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