Maria Antonietta Macciocchi
A la b¨²squeda de una identidad cultural de Europa
Es, desde luego, una mujer. Y casi ha hecho de ello su ser en el mundo, sin necesidad de caer en feminismos estridentes. Un ser en el mundo que es cualquier cosa menos est¨¢tico. Se mueve, mira, piensa, anota, incluso cuando habla. Maria Antonietta Macciocchi ha sido diputada en el Parlamento italiano por el PCI; en el europeo, en las listas radicales; periodista, profesora, conferenciante y escritora. Su autobiograf¨ªa, 2.000 a?os de felicidad, ha sido tal ¨¦xito que hasta mereci¨® la atenci¨®n de L'0sservatore Romano, "la primera vez que rese?an la obra de una escritora de izquierdas", se sonr¨ªe ella misma. Anda ya preparando una segunda edici¨®n, de bolsillo, con un cap¨ªtulo a?adido que recoge la muerte de Enrico Berlinguer.
Afirma que su obra es como un cuadro de Tintoretto: "Hay dos mujeres, una desnuda y otra vestida. ?sta arranca una espina del pie de aqu¨¦lla, y al fondo, en una ventana, aparecen tres viejos observando. No son tres viejos verdes, son el s¨ªmbolo de? poder. Y las mujeres, las dos, soy yo misma". Quiz¨¢ Maria Antonietta Macciocchi no pueda nunca llegar a ser dos, pero ha vivido m¨¢s que ciento y, los m¨¢s de los a?os, de forma p¨²blica, desde que en 1943 ingresara en el entonces clandestino Partido Comunista Italiano (PCI), abandonando sus estudios para dedicarse a la resistencia.Ya en 1946, acabada la contienda, se doctora en letras en la universidad de Roma con una tesis sobre Stendhal y la novela y la poes¨ªa en el siglo XIX. Otros tres a?os m¨¢s y aparece dirigiendo el semanario Nosotras las Mujeres, "la primera publicaci¨®n que luch¨® por liberar a las mujeres de las secuelas del fascismo". A esa ¨¦poca pertenecen sus primeros viajes: Ir¨¢n (1952), China (1954), y su primer libro, Ir¨¢n en lucha ( 1953). En 1956 pas¨® a dirigir el semanario V¨ªas Nuevas, ¨®rgano del comit¨¦ central del PCI. Y en 1961, un nuevo salto adelante: L'Unit¨¢, el diario comunista, la nombra corresponsal en Par¨ªs, ciudad en la que acabar¨¢ instal¨¢ndose. Hoy, alejada de los comunistas, afirma que "ni siquiera supieron valorar lo que les aport¨¦ como corresponsal". Macciocchi est¨¢ convencida de que su relegaci¨®n en las filas del PCI, en las que fue diputada, se debe al hecho de ser mujer: "Es dif¨ªcil ser mujer en la pol¨ªtica italiana, salvo que una sea buena chica, y tambi¨¦n lo es en el aparato del partido comunista".
Marco Pannella le ofreci¨® un puesto en las listas al Parlamento Europeo, y ella acept¨®, hasta que el l¨ªder radical se present¨® en el congreso de los mismos de Giorgio Almirante. "Era m¨¢s de lo que es taba dispuesta a soportar. Yo s¨¦ que entre Pannella y yo no hab¨ªa nada. ?l quer¨ªa monstruos en sus listas, come, Sciascia, como Toni Negri. Yo era un monstruo femenino. Pero una vez firmadas las listas pretend¨ªa que no existi¨¦ramos m¨¢s". Paralelamente, sostiene una dura pugna. con la Universidad francesa, de donde fue apartada por el Gobierno Giscard por incompatibilidad con su cargo de diputada europea. Mitterrand, a su llegada al El¨ªseo, se comprometi¨® en el tema, con un saldo negativo: nada. Ella no desespera. Ni siquiera desespera de convencer a unos y a otros de la conveniencia de la unidad europea. Una unidad "que no sea la del aceite, los pollos y las gallinas. Europa ser¨¢ una unidad cultural o no ser¨¢ nada", afirma. Una Europa que se inicia en el Atl¨¢ntico y termina en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, "porque Praga, por ejemplo, es culturalmente europea. El gran crimen de los intelectuales europeos es haber dado como un hecho la divisi¨®n de Yalta, la que culmina en Berl¨ªn con un muro que atraviesa casas y cines, calles y plazas, como el dibujo de un ni?o loco sobre un mapa".
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