La manipulaci¨®n pol¨ªtica de un problema de conciencia
No quer¨ªa entrar en el debate creado en torno a la cuesti¨®n de la despenalizaci¨®n del aborto, pues el tema levanta tales apasionamientos, que incluso las mentes m¨¢s cient¨ªficamente estructuradas no pueden evitar esgrimir sus m¨¢s subjetivos argumentos. Cualquier tesis, que se sustente ser¨¢ diversamente interpretada y acarrear¨¢ al autor encarnizados detractores o apasionados defensores.Antes de entrar en el tema quisiera dejar bien claro que lo que voy a escribir refleja ¨²nica y exclusivamente mi propia opini¨®n, no la del colectivo hospitalario al que pertenezco. Quisiera tambi¨¦n dejar constancia de mi absoluto respeto a cualquier persona con opini¨®n contraria a la m¨ªa.
La primera falacia que suele producirse cuando se habla del aborto es la exigencia de una postura en pro o contra de aqu¨¦l. Ning¨²n ciudadano consciente puede estar en pro del aborto. Estar¨¢ en pro de la legislaci¨®n, de la despenalizaci¨®n o incluso de la liberaci¨®n absoluta, pero ello no significa lo mismo que estar en pro del aborto.
Tampoco puede olvidarse que en nuestro pa¨ªs, seg¨²n datos muy dif¨ªcilmente comprobables, se supone que abortan clandestinamente unas 400.000 mujeres al a?o, o, si se prefiere, viajan a Londres unas 20.000 mujeres al a?o para ser sometidas a una interrupci¨®n del embarazo. Ello, representa una clara diferencia entre aquellas que pueden procurarse la seguridad de un aborto realizado en condiciones sanitarias correctas, de la inmensa mayor¨ªa que es sometida a una picaresca param¨¦dica o m¨¦dica con grave riesgo para su salud.
Si a estos presupuestos a?adimos un principio b¨¢sico de entendimiento entre ciudadanos dem¨®cratas, cual es el de que las leyes no est¨¢n para garantizar exclusivamente una determinada moral, sino para salvaguardar el bien com¨²n, penalizando a las personas. que sean un peligro grave para la sociedad, no creo que las mujeres, que hasta el momento presente deb¨ªan recurrir al aborto, deban ser tratadas como delincuentes, m¨¢xime que incluso en el C¨®digo Penal se halla vigente la figura del aborto honoris causa, es decir, realizado para preservar el honor de la madre, y que s¨®lo est¨¢ penado con un mes y un d¨ªa, pena irrisoria comparada con la que arrastra el llamado aborto criminal.
Me parece, pues, una hipocres¨ªa, considerar que la prohibici¨®n actual del aborto no plantea ning¨²n problema. Aunque una m¨ªnima ojeada m¨¢s all¨¢ de los Pirineos nos obliga a reconocer que no es posible que nuestros vecinos franceses, ingleses, italianos, daneses, luxemburgueses, holandeses o alemanes no puedan ser todos ellos unos simples asesinos (por utilizar la palabra que los destacados antiabortistas emplean), sino que simplemente han intentado resolver m¨¢s o menos afortunadamente el problema social del aborto, con excepci¨®n de Irlanda o B¨¦lgica.
Es l¨®gico, por lo tanto, que en Espa?a la legalizaci¨®n del aborto presenta para un sector de la ciudadan¨ªa importantes reservas ¨¦ticas.
Plazos y premisas
El Estado pluralista debe buscar una v¨ªa adecuada para resolver esta cuesti¨®n. El proyecto socialista contempla, como todo el mundo sabe, la posibilidad de interrupci¨®n de embarazo bas¨¢ndose en unos plazos y unas premisas.
-Terap¨¦uticas: grave peligro para la vida o salud de la gestante.
-?ticas (tras la violaci¨®n previamente denunciada).
-Eugen¨¦sicas: feto afecto de graves taras f¨ªsicas o ps¨ªquicas.
Los plazos admitidos son las 12 primeras semanas para las dos primeras condiciones, y 22 semanas para la tercera.
Cualquier ginec¨®logo sabe cu¨¢n dif¨ªcil es delimitar honradamente si un embarazo realmente puede representar un grave da?o a la salud mental de la embarazada.
Tampoco es f¨¢cil encontrar centros suficientemente utillados y experimentados para practicar una amniocentesis y consiguiente estudio gen¨¦tico que permita descubrir alteraciones cromos¨®micas. Tambi¨¦n conocemos que en todo coito inesperado, medie o no violencia, si se administra una dosis oral suficiente de estr¨®genos-progest¨¢genos dentro de las 36 primeras horas, puede evitarse la anidaci¨®n del ¨®vulo en caso de fecundaci¨®n, sin tener que recurrir a la interrupci¨®n mec¨¢nica del embarazo.
Como simple ciudadano, no deja de llamarme la atenci¨®n la terrible manipulaci¨®n que la pol¨ªtica ejerce sobre leyes que tratan temas individuales como la relaci¨®n de cada persona con su conciencia, ¨¦tica, Dios o religi¨®n.
El ciudadano que intenta ser justo en su ¨¦tica social y vive en un pa¨ªs donde el desempleo crece, las viviendas insalubres son la norma en las grandes ciudades, el subsidio y apoyo social y econ¨®mico a la madre soltera es nulo..., es decir, vive en un pa¨ªs que indirectamente induce al aborto -es el catalogado por M. Barberlo "Estado proabortista" (II Jornadas italo-franco-luso-espa?olas de Derecho Penal, 1981)-, debe reconocer que es imposible juzgar y castigar al que debe recurrir a la interrupci¨®n del embarazo como mal menor.
Para todo ginec¨®logo que sienta su especialidad, la interrupci¨®n de un embarazo nunca ser¨¢ un acto gratuito, siempre desagradable. Nuestra especialidad nos hace luchar por la vida, es l¨®gico por tanto lo que se oye exclamar a algunos ginec¨®logos: "Yo estoy por la legalizaci¨®n, pero no voy a practicar interrupciones... Opino que esta frase resume mi conclusi¨®n. La despenalizaci¨®n era una llamada m¨¢s al respeto entre ciudadanos de diversas tendencias, creencias y pol¨ªticas; siempre que se respete la objeci¨®n de conciencia, la ley no obliga a nadie y resuelve, aunque parcialmente, un problema social.
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