El chaparr¨®n
Por el derechazo cincuenta ir¨ªa Jos¨¦ Antonio Campuzano en el quinto toro, cuando empez¨® a caer el chaparr¨®n. El p¨²blico en general le teme a los chaparrones, por lo que el tendido se cuaj¨® de paraguas. Pero un torero no los teme en absoluto, y si es de los modernos, al chaparr¨®n de agua corresponde con un chaparr¨®n de pases. ?Menudos son los toreros modernos!Por el derechazo cien ir¨ªa Jos¨¦ Antonio Campuzano cuando empez¨® a barruntar que quiz¨¢ ya empezaba a ser hora de fundirle las pilas al toro, y lo hizo de una estocada certera en las agujas. El p¨²blico, a despecho de chaparrones, gabardinas, paraguas y las ganas que ten¨ªa de irse a la feria pidi¨® la oreja. El presidente no la otorg¨®.
Plaza de Sevilla
23 de abril. Quinta corrida de feria.Toros de Ben¨ªtez Cubero, desiguales de presencia, flojos y boyantes, excepto primero y sexto, ambos mansos. Manzanares. Tres pinchazos bajos y estocada corta ca¨ªda (silencio). Estocada trasera (oreja). Jos¨¦ Antonio Campuzano. Bajonazo y descabello; la presidencia le perdon¨® un aviso (ovaci¨®n y salida al tercio). Estocada (petici¨®n y vuelta). Curro Dur¨¢n. Estocada (aplausos y salida al tercio). Tres pinchazos y dos descabellos (palmas).
Seguramente hizo mal, a la luz del reglamento, pues la primera oreja se concede a petici¨®n mayoritaria del p¨²blico. En cambio no se concede la segunda, lo pida quien lo pida, cuando el torero mata de un bajonazo, y hace tres d¨ªas no m¨¢s transgredi¨® esta norma reglamentaria. El presidente deber¨ªa ponerse de acuerdo consigo mismo y dar un repasito al reglamento, que de momento no lo van a cambiar.
Otro torero
El beneficiario de las dos orejas hace tres d¨ªas era Manzanares, que aquella tarde tore¨® muy bien, y repet¨ªa contrato ayer. En su nueva aparici¨®n en la Maestranza, Manzanares volvi¨® a ser "el antiguo torero alicantino" que dicen para justificar sus unipases. Entre la primera parte de la faena, hace tres d¨ªas, orejeada por partida doble, y la totalidad de la de ayer, orejeada por partida sencilla, hay tal diferencia que parec¨ªa otro torero.El toro desorejado una vez era terciado y pastue?o, lo cual ya indica que gustosamente se ofrec¨ªa como lienzo en blanco para que el artista le bordara las urdimbres del arte y ol¨¦. No hubo tal. Algunas finuras s¨ª, varios temples, tal cual trincherilla graciosa, par de derechazos corriendo la mano hasta exagerar el tipo.
Mas el toreo bueno, en sentido estricto, estaba lejos de producirse. A cada pase, ten¨ªa que rectificar corriendo, por no mandar; con la izquierda no acert¨® a acoplarse; y lo que no creaba con calidad, lo sumaba en cantidad. Muchos pases de semejante corte peg¨® Manzanares.
Deformaci¨®n profesional
Cercano -e imborrable- est¨¢ el recuerdo de la faena de Anto?ete en la tarde de su despedida. Anto?ete no necesit¨® pegar docenas de pases para redondear una faena memorable, sino que instrument¨® los justos; naturalmente, hondos y dominadores. Aqu¨ª est¨¢ la clave. Una vez dominado el toro, el resto puede ser una interpretaci¨®n a?adida de la exquisitez del arte, o la fantas¨ªa de los muletazos de adorno; nunca vuelta a empezar el mismo repertorio con un sentido repetitivo del toreo que, naturalmente, ya no es toreo.En esta deformaci¨®n profesional, vicio de la ¨¦poca taurina, con mayor empe?o a¨²n que Manzanares, incid¨ªa Jos¨¦ Antonio Campuzano sin ning¨²n miramiento. Estuvo bien con el capote, que manej¨® por rogerinas, chicuelinas y gaoneras. Sin embargo sus dos faenas, desde luego correctas y valentonas, no terminaban nunca, en alternancia rotativa el derechazo y el natural, por a?adidura sin aderezarlos al gusto. A las pocas tandas aqu¨¦l movimiento monocorde daba la sensaci¨®n de pel¨ªcula vista, resultaba m¨¢s entretenido mirar a la Giralda, que iba perdiendo progresivamente sus arabescos perfiles luminosos para volverse gris¨¢cea, luego plomiza, all¨ª desamparadita bajo la borrasca que se ve¨ªa venir.
Lleg¨® la borrasca soltando agua con furia cuando Campuzano daba la vuelta al ruedo despu¨¦s de bien matar al quinto toro. La bronca que dedic¨® el p¨²blico a la presidencia por no conceder la oreja remedaba el meteoro con todo su aparato de rayos y truenos. Concluso el infernal ruido, mucha curiosidad hab¨ªa que tener para ver como se desenvolv¨ªa Curro Dur¨¢n con el sexto toro.
Dur¨¢n no hab¨ªa sabido someter al manejable tercero, al que hizo una faena insulsa, y el sexto sali¨® mansurr¨®n y hasta descastado. Lo mismo que el primero. A ¨¦ste, Manzanares lo mulete¨® por la cara, desde prudencial distancia. Hace eso el fara¨®n de Camas, y lo mondan. Al sexto, intent¨® Dur¨¢n darle derechazos, pues, torero moderno, fiel hijo de su ¨¦poca, es inasequible al desaliento derechacista.
In¨²til empe?o porque el p¨²blico correteaba despavorido por las gradas, huyendo de los torrentes de agua y del chaparr¨®n de derechazos, que surg¨ªa amenazante. Le llegaba a Dur¨¢n, el agua por los tobillos cuando, temiendo el naufragio, se decidi¨® a matar. Y la gente se march¨® a la feria en barca.
Babelia
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