Las reformas no frenan la espiral de violencia en Sur¨¢frica
La ola de violencia y agitaci¨®n que se produce en Sur¨¢frica desde la matanza por parte de la polic¨ªa de 19 personas de raza negra en Uitenhage, el pasado 21 de marzo, ha continuado con un constante goteo de muertes. El jueves, la explosi¨®n de una bomba en un parque c¨¦ntrico de la localidad de Durban provoc¨® una nueva muerte. En un tribunal de esta ciudad est¨¢n siendo juzgados 16 dirigentes de la oposici¨®n antiapartheid, a los que se acusa de formar una alianza revolucionaria con el Partido Comunista de Sur¨¢frica.
Los disturbios en todo el pa¨ªs han estado localizados en los black townships, las ciudades negras creadas como ap¨¦ndices de las blancas en aplicaci¨®n de la pol¨ªtica de apartheid, sin que en ning¨²n momento los disturbios hayan afectado a las zonas urbanas habitadas por la minor¨ªa blanca del pa¨ªs. Los incidentes, en los que m¨¢s de 100 personas han perdido la vida en enfrentamientos con la polic¨ªa o en atentados llevados a cabo por j¨®venes militantes negros, son, en opini¨®n de veteranos observadores de la escena pol¨ªtica surafricana, una consecuencia directa de la frustraci¨®n de la poblaci¨®n negra ante su impotencia para conseguir que sus derechos m¨ªnimos sean respetados.Esa frustraci¨®n, agravada por una crisis econ¨®mica creciente que hace que la diferencia entre el nivel de vida de blancos y negros sea cada vez mayor, se ha traducido en actos de vandalismo y pillaje de una violencia inusitada, curiosamente no contra personas y propiedades de los blancos, sino contra las de aquellos negros considerados por los j¨®venes militantes como colaboracionistas con un sistema totalmente discriminatorio. Las v¨ªctimas de esta furia negra han sido, aparte de los manifestantes muertos por la polic¨ªa en las manifestaciones, miembros de los consejos municipales de los townships, funcionarios negros del Gobierno y polic¨ªas de color.
Una nueva arma ha hecho su irrupci¨®n en los disturbios: la gasolina. Decenas de personas han perecido como antorchas humanas al ser rociadas con el l¨ªquido inflamable y prendidas fuego. Las ¨²ltimas v¨ªctimas se registraron el pasado s¨¢bado en el cabo Oriental, cuando una mujer y su hijo de dos a?os fueron prendidos fuego por haberse negado a revelar el paradero de un funcionario municipal por el que hab¨ªan preguntado los atacantes.
Estos ataques a los miembros de los consejos locales han hecho fracasar la pol¨ªtica del Gobierno instaurada en 1983, y en virtud de la cual se pens¨® en compensar la falta absoluta de representaci¨®n pol¨ªtica de la mayor¨ªa negra a nivel legislativo y pol¨ªtico con una representaci¨®n a escala municipal en las ciudades negras. M¨¢s de 150 consejeros municipales han presentado su dimisi¨®n, y s¨®lo cinco de los 34 consejos municipales introducidos en 1983 est¨¢n funcionando.
Sistema presidencialista
Como escribe el comentarista pol¨ªtico del liberal Rand Daily Mail, Patrick Laurence, "en tanto en cuanto se excluya a los negros del Gobierno central, las autoridades negras locales carecer¨¢n de credibilidad y viabilidad". La aprobaci¨®n de la ley por la que se instauraban elecciones locales en los black townships coincidi¨® con las elecciones para las tres c¨¢maras del Parlamento surafricano, en las que, por primera vez, participaron los miembros de las comunidades mestiza, o coloured, y asi¨¢tica.Al mismo tiempo, se cambi¨® la Constituci¨®n y se instaur¨® un sistema presidencialista en lugar del parlamentario con la figura de un primer ministro vigente hasta entonces. P. W. Botha se convirti¨® en primer presidente ejecutivo y asumi¨® poderes pr¨¢cticamente absolutos. La explicaci¨®n dada por c¨ªrculos oficiales era que se necesitaba un poder fuerte al frente del Estado para realizar una profunda reforma de las estructuras de poder.
Desde entonces, la pol¨ªtica del Gobierno se ha parecido mucho a la del baile de la yenka, un paso adelante y otro atr¨¢s. La cuadratura del c¨ªrculo es un juego de ni?os si se compara con la situaci¨®n surafricana. El Partido Nacional, heredero de las m¨¢s puras tradiciones afrikaaner y calvinistas, en el poder desde finales de la d¨¦cada de los cuarenta, mantiene en su Constituci¨®n la supremac¨ªa blanca en Sur¨¢frica. Pero sus t¨ªmidas reformas, forzadas por la presi¨®n interior, y sobre todo exterior, le han hecho perder una parte de su seguimiento, que ha ido a engrosar las filas de los partidos Conservador y Herstigte.
Para el primero, la supresi¨®n de las leyes que prohib¨ªan la celebraci¨®n de matrimonios mixtos y de la secci¨®n 16 de la ley de Inmoralidad, que consideraba un delito las relaciones sexuales entre personas de distinta raza, constituye "el ¨²ltimo clavo sobre el ata¨²d de la nacionalidad surafricana". Para los segundos, el anuncio hecho por Botha la semana pasada al Parlamento de que el Gobierno est¨¢ considerando la concesi¨®n de la nacionalidad surafricana a todos los habitantes de los homelands, o reservas de negros, constituye el primer paso "para un Gobierno de mayor¨ªa negra". As¨ª las cosas, Botha tiene que mantener una lucha continua con las presiones exteriores, con la oposici¨®n liberal blanca, principalmente de habla inglesa, representada por el Partido Federal Reformista, de una parte, y con su propia base y la oposici¨®n ultraderechista, de otra.
La supresi¨®n de las leyes sobre matrimonios mixtos y de relaciones sexuales interraciales tuvo que estar acompa?ado por una promesa del Gobierno de mantener intactos tres pilares de la pol¨ªtica de apartheid, como son las leyes sobre control de movimiento de poblaci¨®n, la de asentamiento y la de registro de poblaciones.
Mientras esas tres leyes sigan vigentes, se puede hablar de medidas cosm¨¦ticas para hacer m¨¢s presentable en el exterior la imagen de Sur¨¢frica, pero la pol¨ªtica de apartheid seguir¨¢ vigente. De poco le sirve a un blanco poder casarse con una negra, o viceversa, si posteriormente no pueden vivir juntos mientras siga vigente la ley de asentamiento de poblaciones.
El n¨²mero de blancos, mestizos y asi¨¢ticos que gozan de derechos pol¨ªticos en la Rep¨²blica suma m¨¢s de ocho millones, frente a 23 millones de negros. Incluso contando a los habitantes de los homelands por separado, a¨²n quedar¨ªan 10 millones de urban blacks, o negros que habitan en las ciudades sat¨¦lites, cuyo problema de participaci¨®n pol¨ªtica habr¨ªa que resolver.
Sin embargo, lo que s¨ª parece indudable es que el sue?o del gran apartheid, o desarrollo por separado dise?ado por Hendrik Verwoerd, que preve¨ªa una confederaci¨®n del ?frica Austral entre los Estados negros independientes creados por Pretoria y una Sur¨¢frica blanca, ha pasado a mejor vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.