Washington identifica a Europa, con el pasado, y al Pac¨ªfico, con el futuro
Los diplom¨¢ticos que, en el sexto piso del Departamento de Estado, se ocupan de los asuntos europeos en Washington aseguran que Estados Unidos no tiene por qu¨¦ escoger entre el Pac¨ªfico y Europa. "Somos un pa¨ªs continente abierto a dos oc¨¦anos, el Atl¨¢ntico y el Pac¨ªfico, y, por tanto, con dos compromisos". Aunque no hace falta vivir mucho tiempo en Estados Unidos para entender que el Pac¨ªfico es la tierra de la oportunidad para este pa¨ªs, mientras que Europa es el pasado, la vieja familia con la que se mantienen relaciones hist¨®ricas y culturales y a la que hay que seguir defendiendo, pero que no ofrece ya est¨ªmulos innovadores: "El pr¨®ximo siglo ser¨¢ el siglo del Pac¨ªfico, y ya ha comenzado", afirma el embajador de Estados Unidos en Jap¨®n, Mike Mansfield. El comercio con el Pac¨ªfico es superior al realizado con Europa. Sin embargo, Jacques Delors, presidente de la Comisi¨®n de la CEE, advirti¨® esta semana en Washington que "Europa no debe ser descartada".
El Pac¨ªfico puede ser el futuro en 15 a?os, pero hoy es err¨®neo afirmar que Estados Unidos est¨¢ cambiando el centro de gravedad de su pol¨ªtica desde Europa a la cuenca del Pac¨ªfico, afirman diplom¨¢ticos y acad¨¦micos consultados por EL PA?S. "Europa sigue siendo el centro de la pol¨ªtica exterior norteamericana", asegura el profesor Simon Serfaty, especialista en relaciones trasatl¨¢nticas de la escuela de relaciones internacionales Johns Hopkins. Para Serfaty ser¨ªa m¨¢s correcto decir que lo que ocurre es que Estados Unidos "se est¨¢ desenganchando del mundo y repleg¨¢ndose sobre s¨ª mismo: no s¨®lo hay una cierta p¨¦rdida de inter¨¦s por Europa, sino tambi¨¦n por otras regiones, como Oriente Pr¨®ximo, o Latinoam¨¦rica"."Lo pasajero era el compromiso mundial que ten¨ªa EE UU en los a?os cincuenta o sesenta. Hoy se vuelve a la tendencia m¨¢s constante de la pol¨ªtica exterior norteamericana, de repliegue, a la que no calificar¨ªa de aislacionismo", explica Serfaty. Para este profesor, esto es evidente desde la ca¨ªda de Richard Nixon, y es un movimiento que se explica por los problemas sufridos por esta sociedad en los a?os sesenta y a comienzos de los setenta, sobre todo en Vietnam.
No se oye hablar mucho de Europa en EE UU, salvo accidentes, cat¨¢strofes o cuestiones relacionadas con la defensa. La ampliaci¨®n del Mercado Com¨²n a 12 miembros, con el pr¨®ximo ingreso de Espa?a y Portugal, mereci¨® escasa atenci¨®n en la prensa norteamericana, que resalt¨® que la CEE se convert¨ªa en un mercado de m¨¢s de 300 millones de personas y, por tanto, supon¨ªa una fuerte competencia para Estados Unidos.
El prestigioso The New York Times, por error, hablaba del rey Juan Carlos II.
El desconocimiento profundo de la realidad europea por parte de los norteamericanos es un hecho demostrable, pero se compensa con un similar desconocimiento de esta sociedad por los europeos. Un sangriento ejemplo de lo primero lo ofreci¨® recientemente una, redactora de The Washington Post al preguntar ante periodistas alemanes y espa?oles si B¨¦lgica formaba parte de la Rep¨²blica Federal de Alemania. Un colega de la RFA se limit¨® a responderle, sin perder la calma, que esto es lo que pretendi¨® y consigui¨® durante alg¨²n tiempo Adolf Hitler, pero que las cosas hab¨ªan cambiado algo.
"Pero no se habla mucho de Europa porque las relaciones son buenas", dice Simon Serfaty. "Los pa¨ªses europeos son estables, no hay peligro de que los comunistas entren en el Gobierno italiano y las democracias en Portugal y Espaft.a no est¨¢n amenazadas. El pacifismo no est¨¢ en auge y no hay un debate militar agudo, como el que se produjo con el despliegue de los euromisiles, aunque algo similar pueda estar incub¨¢ndose con la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) de Reagan. Existen problemas monetarios y comerciales con los aliados, pero Estados Unidos conf¨ªa en poder manejarlos".
El intento de abandonar el papel de polic¨ªa universal tiene una traducci¨®n concreta en el caso de Europa. Existe una frustraci¨®n real en el Congreso y en la opini¨®n p¨²blica en general por lo que se considera una incomprensi¨®n de los aliados de la OTAN por algunas posiciones defensivas y estrat¨¦gicas de EE UU. Esta frustraci¨®n se refleja en la reiterada queja de que Europa no est¨¢ haciendo lo suficiente por asegurar su propia defensa, descargando la carga econ¨®mica de la misma en Washington.
Esta actitud explica que el senador dem¨®crata San Nunn estuviera a punto de conseguir el pasado a?o que se aprobara la progresiva reducci¨®n de tropas estadounidenses en Europa si los aliados no aumentaban su esfuerzo defensivo.
Para Serfaty, se trata simplemente de un ajuste normal de intereses que debe hacerse porque Europa ya no es tan d¨¦bil como era y Estados Unidos no es tan dominante como lo fue tras la II Guerra Mundial. Desde este lado del Atl¨¢ntico se entiende mal que la percepci¨®n que puede haber en Europa sobre el peligro que supone la URSS sea distinta y menos acusada, en algunos casos, que la del presidente Reagan. Lo mismo cabe decir del tema centroamericano. La Administraci¨®n estadounidense no act¨²a a veces con la necesaria prudencia y tacto a la hora de vender sus ideas a sus aliados.
Un ejemplo reciente es el caso de la guerra de las galaxias, cuando el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, dio un ultim¨¢tum de 60 d¨ªas a los aliados para que se subieran al carro de la SDI. Las razonables dudas sobre este proyecto de l¨ªnea Maginot en el espacio, suscitadas por amigos tan s¨®lidos como Gran Breta?a, fueron respondidas con un airado desprecio por altos funcionarios de Washington. Un prominente miembro del Gobierno, comentando las dudas francesas sobre la oferta de Estados Unidos de compartir la investigaci¨®n de la SDI, afirm¨® que "Francia no se vende, pero s¨ª se alquila". A pesar de esta actitud de desprecio, aqu¨ª se entiende que la idea de Mitterrand de conjuntar los esfuerzos europeos para investigar las tecnolog¨ªas de punta es el camino que debe escoger Europa si quiere disminuir el gap que le separa de Estados Unidos o Jap¨®n.
El citado informe Hudson sobre Europa y el mundo afirma que "una especie de esquizofrenia pol¨ªtica parece haberse apoderado de los europeos occidentales: el constante miedo de que los americanos dejen de ser fiables en tiempos de crisis, neg¨¢ndose a arriesgar Washington por Bonn o Par¨ªs, que ha aumentado con la p¨¦rdida de la supremac¨ªa nuclear norteamericana, y el miedo m¨¢s reciente de que si fracasa la disuasi¨®n una guerra nuclear puede ser luchada exclusivamente en suelo europeo".
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