Muerte en la 'mili'
PR?CTICAMENTE TODAS las semanas la opini¨®n p¨²blica se ve sacudida por nuevos accidentes graves que se producen entre soldados que realizan el servicio militar. Desde el 1 de enero de 1980 hasta el 1 de abril de 1985, 848 j¨®venes espa?oles han fallecido en accidente mientras cumpl¨ªan la mil?, es decir, mientras dedicaban uno de los mejores a?os de sus vidas a "una prestaci¨®n personal fundamental de los espa?oles a la Defensa Nacional", como define el art¨ªculo primero de la ley del Servicio Militar.En su intervenci¨®n ante la Comisi¨®n de Defensa del Congreso, el ministro de Defensa -que en su d¨ªa fue excluido de cumplir la mil?-, afirmaba que el Gobierno "no se puede resignar a que entre 100 y 200 j¨®venes mueran anualmente en el servicio militar". Menor resignaci¨®n, por tanto, queda para los ciudadanos y para esos centenares de familias que un d¨ªa despiden a uno de sus miembros dispuesto a cumplir con uno de los deberes que impone la Defensa Nacional y, semanas o meses m¨¢s tarde, reciben la noticia de que el joven ha fallecido en circunstancias que muchas veces no les son aclaradas.
El 40% de las muertes entre los soldados se producen en accidentes de tr¨¢fico, seg¨²n las estad¨ªsticas oficiales. El hecho de apurar hasta el ¨²ltimo momento los permisos de que disfrutan los soldados provoca que ¨¦stos, en muchas ocasiones a altas horas de la madrugada y sin haber dormido, se desplacen en autom¨®vil hacia sus cuarteles en precarias condiciones fisicas. En otros pa¨ªses europeos, como el propio Serra coment¨® en el Congreso, los ej¨¦rcitos ponen a disposici¨®n de los soldados transportes p¨²blicos para trasladar en grupos a los j¨®venes hasta sus regiones de origen, lo que hace descender los riesgos de accidentes en carretera. Ya se ha comprobado, por otro lado, que elevar el n¨²mero de j¨®venes que cumplen en sus regiones de origen genera un r¨¢pido descenso en el ¨ªndice de accidentes en carretera.
Pero mucho m¨¢s preocupante para la opini¨®n p¨²blica resulta el elevado n¨²mero de accidentes mortales -que se registran en maniobras militares y, sobre todo, los que se producen por el mal uso de las armas y explosivos que manejan los j¨®venes. M¨¢s de 500 soldados han muerto en sucesos de esta clase en los ¨²ltimos cinco a?os. Manejar armas, explosivos o productos de elevada toxicidad encierra un riesgo, y precisamente por ello las medidas de precauci¨®n deben ser llevadas hasta los l¨ªmites m¨¢s minuciosos por los mandos militares. Resulta incomprensible que peri¨®dicamente se produzcan fallecimientos por inhalaci¨®n de humos t¨®xicos contenidos en las denominadas candelas o botes de humo que se em plean para ocultar los movimientos de fuerzas propias a trav¨¦s de zonas que son visibles para un hipot¨¦tico ene migo. Muchos soldados de unidades especiales conocen la s¨¢dica costumbre de algunos mandos de emplear esos artefactos en locales cerrados, con el argumento de que los soldados deben acostumbrarse a resistir en ese ambiente. En febrero pasado, dos soldados fallecieron en Canarias por inhalaci¨®n de esos humos. No menos sor prendentes -aunque en realidad no nos sorprendan- son los supuestos ejercicios consistentes en que carros de combate pasen a escasos cent¨ªmetros de hileras de soldados tumbados en el suelo o que se obligue a dispa rar armas de peligroso uso, como el lanzagranadas o la granada de fusil, a soldados temblorosos y llorosos ame nazados de duros arrestos si no lo hacen.
Pero los accidentes t¨ªpicamente militares m¨¢s numerosos se producen por utilizaci¨®n defectuosa de fusiles y armas individuales. El 24% de este grupo de accidentes se han registrado por manipulaci¨®n indebida del arma. Titulares de peri¨®dicos como Soldado muerto por un disparo fortuito de un compa?ero (EL PAIS, 15 de diciembre de 1984) se repiten peri¨®dicamente, sin que el Gobierno o las autoridades militares descubran la f¨®rmula adecuada para disminuir el n¨²mero de siniestros. Desde hace a?os, en otros pa¨ªses europeos se aplica una sencilla f¨®rmula consistente en que la primera bala de los cargadores de los fusiles es de fogueo. De esta forma, un despiste en el uso del fusil puede suponer, en el peor de los casos, el estallido de unos inofensivos gramos de p¨®lvora, pero nunca la salida de un proyectil incontrolado.
Si todos estos accidentes pueden deberse a la imprudencia o temeridad de mandos y soldados, hay otro cap¨ªtulo que no tiene una respuesta concreta. A lo largo de los ¨²ltimos cinco a?os, 205 soldados se suicidaron mientras estaban en la mili, y en ese mismo per¨ªodo se registraron otros 250 casos de suicidios frustrados. A finales de los a?os setenta, la media nacional de suicidios se aproximaba a los 1.500 casos, dato del que parece deducirse que, aunque en los ¨²ltimos a?os haya posido elevarse, el ¨ªndice de suicidios entre los soldados es mucho m¨¢s elevado que el registrado entre la poblaci¨®n civil.
Todo el que ha hecho la mili guarda en su memoria an¨¦cdotas de trato innecesariamente denigratorio, faltas de respeto, novatadas bestiales o sanciones gratu¨ªtas que tuvo que sufrir. Estos hechos, unidos en ocasiones a problemas personales, pueden desembocar en fuertes desequilibrios ps¨ªquicos, agravados en otros casos por la sensaci¨®n, rio pocas veces fundada, de que en la mil¨ª simplemente "se pierde el tiempo", frase que es escuchada continuamente a numerosos soldados. El Servicio de Psicolog¨ªa del Ministerio de Defensa realiza un estudio sobre este problema, basado en los testimonios de los soldados que protagonizaron casos de suicidios frustrados.
Ser¨ªa injusto no reconocer que la preocupaci¨®n del Gobierno y de sectores del mando est¨¢ tratando de paliar estos problemas. Ser¨ªa absurdo no comprender que un cambio en la mentalidad del mando, y por tanto en la ense?anza de las academias militares, es esencial al respecto. De todas formas, el ministro de Defensa ha anunciado la creaci¨®n de una comisi¨®n mixta Cortes-Defensa para analizar las condiciones en que cumplen la mili los j¨®venes espa?oles. Por primera vez en Espa?a es posible que exista un grupo encargado de vigilar el desarrollo de los deberes del soldado y, sobre todo, el de sus derechos.
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