Telara?as en la novedad
Llam¨¢ndolo derecho a la inamovilidad en el empleo, un estatuto como el de los siervos medievales podr¨ªa pintarse con tonos rosa en momentos de paro. Llam¨¢ndolo protecci¨®n de la salud p¨²blica, los centenares de envenenados anualmente con matarratas o cosa an¨¢loga pueden considerarse casos de sobredosis accidental. El arte ret¨®rico busca convicci¨®n antes que comprensi¨®n, y ense?a a emplear las categor¨ªas l¨®gicas como envases desechables.Todo esto viene de muy atr¨¢s. Los primeros textos escritos que se conservan -tablillas de barro cocido encontradas en el gran templo sagrado de Uruk- no hablan todav¨ªa de amor, de h¨¦roes o de dioses. Las m¨¢s antiguas reflejan operaciones de pr¨¦stamo con inter¨¦s, que bajo la supervisi¨®n de sacerdotes-notarios se celebraban en el santo recinto. Los templos antiguos eran no pocas veces bancos, tal como nuestros bancos, son los verdaderos templos de una edad aparentemente descre¨ªda. Formidable longevidad posee la alianza del culto oficial y la finanza.
En un orden paralelo, el druida Merl¨ªn se dejaba caer con parrafadas s¨®lo comprensibles para un profeta en trance o un especialista en claves, que Arturo y sus colegas o¨ªan embelesados. Sin abandonar el surco ya abierto, cl¨¦rigos y m¨¦dicos se han servido hasta hace muy poco del lat¨ªn, con satisfactorios resultados entre fieles y clientes que s¨®lo entend¨ªan lengua vulgar. Parecer¨ªa que a fin de decir ciertas cosas -y marcar las debidas distancias- los meros sonidos son tan eficaces como las palabras, cuando quien escucha ha sido adoctrinado para ver all¨ª frases de un metalenguaje atendido por expertos.
Con lo que tiene de hogar para la verdad, el habla invent¨® tambi¨¦n la mentira. Por fortuna, esa mentira hace tambi¨¦n patente una verdad m¨¢s profunda. El desarrollo de la propaganda ense?a que no es necesario recurrir a shazams y abracadabras, al uniforme del agente diplomado, al m¨¢s o menos burdo sofisma, para provocar la perseguida influencia. Hay adjetivos dotados de fascinaci¨®n en s¨ª mismos. Monos¨ªlabos como bio, jet, post, light o in, por ejemplo, trasladan a una dimensi¨®n de grandes logros. Un detergente o unas verduras congeladas perder¨¢n porcentajes de ¨¦xito si omiten en el envase alguna apostilla donde se indique extra o super. El dent¨ªfrico tiene m¨¢s aceptaci¨®n si es trifluorado que conteniendo fl¨²or simplemente.
De alguna manera, acept¨¦moslo, bailamos al son de una flauta como la serpiente del encantador; parejas al ta?ido de una campana, ciertas palabras-nota orientan el ¨¢nimo hacia un objeto, una conducta o un criterio. Y de entre ellas ninguna m¨¢s rica en resonancias positivas -ninguna m¨¢s magn¨¦tica para el p¨²blico contempor¨¢neo- que la palabra nuevo. No hace falta decir que el coche es super o la ropa extra, que la casa es bonita o el electrodom¨¦stico bueno: basta decir que son lo ¨²ltimo en su especie. Ser reciente o ¨²ltimo es parangonable al hortera gran lujo especial, a lo aut¨¦ntico. Administrado con barroquismo, este tipo de invocaci¨®n aparece en la cr¨ªtica de arte y en la de libros; por doquier, con toda seriedad, se nos proponen nuevas tendencias esc¨¦nicas, nuevas orientaciones cient¨ªficas, nueva juventud, nueva tercera edad, nuevas leyes y hasta Estados nuevos.
Por mucho que el canguro se vista de seda, canguro se queda. Ante la avalancha de novedad me he preguntado qu¨¦ decimos concretamente de algo cuando lo precisamos as¨ª, y s¨®lo encuentro la falta de sustancia. Una cosa es llamada nueva cuando alguien pretender determinarla, pero omite su determinaci¨®n; cuando quiere ponerla de relieve, pero prescinde de sus efectivos perfiles; cuando quiere alabarla, pero s¨®lo abstractamente, sin indicar all¨ª un contenido real.
Es un reino de m¨¢gica implicitud, un ma?ana que podemos comprar hoy. El mensaje adherido a la novedad susurra a nivel subliminal que su adquirente ha acertado: ese comic, ese bar, ese artefacto, esa jerga, esa actitud y hasta esa compa?¨ªa no son cosas como las dem¨¢s, sujetas a la herida del tiempo, sino a trozos del m¨¢s tarde ofrecidos m¨¢s pronto, en permanente anticipo. Con cosas nuevas cualquier futuro ser¨¢ mejor. Tras el asc¨¦tico criterio manrique?o de que todo pasado fue mejor, nos cae en suerte considerar que cualquier ma?ana ser¨¢ preferible.
Quiz¨¢ por ello la virginal frescura del objeto nuevo tiene algo de eufemismo para cosas que nacen un tanto usadas, cuando no directamente rancias. Con telara?as espolvoreadas de purpurina, los objetos de esa ¨ªndole se acusan unos a otros de apolillamiento, de senectud, y a falta de contenido propio, levantan actas de caducidad para afines menos recientes. La sed de novedades ser¨ªa lo mismo que un ansia de cambiar todo en general -lo mismo que un anhelo liberador-, si no fuera porque ese descontento queda preso en la
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Telara?as en la novedad
Viene de la p¨¢gina 11 vaciedad de su principio. El pol¨ªtico ahoga por un new deal de alguna especie, y suele obsequiar con un atr¨¢s barnizado de adelante. El modisto lanza su colecci¨®n como reto revolucionario, mientras traje a traje desfilan caricaturas de viejas modas; para paliar el chasco, los m¨¢s listos sugieren mirar de entrada con nuevos ojos, como s¨ª tambi¨¦n las retinas y el gusto fuesen prendas de un d¨ªa.El culto a lo nuevo es bien reciente. Estalla a comienzos de este siglo, con el modernismo y las vanguardias en sus diversas facetas. La m¨¢s enjundiosa de ellas fue teol¨®gica, y por su Sacrorum Antistitum (1910) el alarmado P¨ªo X impuso a todos los eclesi¨¢sticos un juramento antimodernista. Los excomulgados modernistas -extra?amente parecidos a los apologetas arcaicos- pretend¨ªan restringir su atenci¨®n a la b¨²squeda de consuelos emocionales eficaces, mientras el Vaticano reivindicaba casi hegelianamente la religi¨®n como empresa racional. Lejos quedaban casi dos milenios de ver en la raz¨®n a una sierva de la fe, bajo el p¨®rtico de aquel "creo porque es absurdo". Cuando varias d¨¦cadas despu¨¦s apareci¨® el rock and roll, algunas parroquias no se dejaron escandalizar por los meneos de Elvis Presley y ofrecieron sus abovedados recintos a la nueva juventud. Pudieron ser conciertos algo ?o?os, con menos exceso que los celebrados al aire libre, pero demostraron (como viene defendiendo el te¨®logo Boff) que cierta religi¨®n no est¨¢ re?ida con las ¨²ltimas tendencias.
La met¨¢fora de lo nuevo sugiere otra met¨¢fora. En las c¨¢psulas, el contenido est¨¢ aislado del paladar por un recubrimiento ins¨ªpido. En las grageas hace las veces de aislante una capa edulcorada. Dulces o as¨¦pticamente insulsas -esto es lo que vengo a proponerles-, las novedades nos las tragamos como p¨ªldoras para un s¨ªndrome a caballo entre el tedio y un ¨¢vido paladar. Lo ,malo es que, debido al recubrimiento, no remedian ni lo uno ni lo otro. Pero rijense que peor ser¨ªa a¨²n la falta de recubrimiento. Sabr¨ªan a aut¨¦ntico cuerno o a gaseosa nulidad.
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