Legalizar Melilla
Las tesis oficiales sobre Melilla son una mezcla de verdades, medias verdades, falsedades y omisiones, se?ala el autor de este art¨ªculo. Junto a los 50.000 espa?oles residentes en la Ciudad, existe una masa flotante de poblaci¨®n de origen ¨¢rabe que se acerca a la mitad de la cifra se?alada, que carece de la debida documentaci¨®n y que sufre una evidente discriminaci¨®n en sus derechos.
La primera exigencia para transformar una realidad es conocerla. Cuando esa realidad es de inter¨¦s general, la difusi¨®n p¨²blica de los datos que ayuden a su mejor conocimiento se convierte en un saludable deber de ciudadan¨ªa. Con estos presupuestos me he decidido a comentar algunos de los aspectos m¨¢s significativos y preocupantes de la situaci¨®n actual de Melilla, que, inevitablemente, quedar¨¢n deslavazados e incompletos.Ante todo, quiero decir a los lectores que el simple hecho de trasladar a un medio escrito opiniones enfrentadas o discrepantes con las tesis oficialistas (consuetudinarias) sobre Melilla ya supone un riesgo de descalificaci¨®n. La tesis oficialista, obsesivamente reiterada por nuestros gobernantes y por bastantes gobernados, consiste en una amalgama de verdades, medias verdades, falsedades y omisiones. En l¨ªneas generales podr¨ªa enunciarse as¨ª: Melilla es una bella ciudad espa?ola, de hondas ra¨ªces militares y funcionariales, bastante mal comunicada con la Pen¨ªnsula por su lejan¨ªa y por el olvido de los sucesivos Gobiernos de la naci¨®n, habitada por unos 55.000 espa?oles y varios miles de musulmanes, basada en el comercio tolerante de su puerto franco, modelo de integraci¨®n de etnias y culturas (cristiana, musulmana, hebrea e hind¨²), amenazada s¨®lo por los espor¨¢dicos rigores del control aduanero y, sobre todo, por la llamada Marcha de la Tortuga (concepto que, en contraposici¨®n a la veloz Marcha Verde sahariana, alude a la lenta y. continua invasi¨®n de Melilla por parte de musulmanes de origen marroqu¨ª, que, faltos de documentaci¨®n, van desequilibrando a su favor la correlaci¨®n demogr¨¢fica de la ciudad).
Que Melilla es una hermosa ciudad es algo con lo que concordar¨¢ cualquier visitante. Es evidente tambi¨¦n su relativo aislamiento, su car¨¢cter comercial y militar y su consideraci¨®n de puerto franco. Y paremos de contar.
Un censo irreal
Por lo pronto, hay que decir que las cifras oficiales de habitantes de Melilla encubren una realidad pintoresca: la de varios miles de musulmanes indocumentados o mal documentados que son considerados por la Administraci¨®n como una adherencia postiza al cuerpo social. Como se sabe, las personas que pueden legalmente residir en una ciudad espa?ola (y Melilla lo es) son o bien espa?oles (definidos por la posesi¨®n del DNI) o extranjeros (con pasaporte de su pa¨ªs). Pues bien, en Melilla la situaci¨®n es m¨¢s compleja: junto a los m¨¢s de 50.000 espa?oles de origen (los Mart¨ªnez, L¨®pez, etc¨¦tera) coexisten 6.000-o 7.000 espa?oles de origen musulm¨¢n (los Mohamed, los Mohand, etc¨¦tera) y m¨¢s de 20.000 indocumentados, esto es, sin DNI ni pasaporte marroqu¨ª. En este contingente de indocumentados incluyo a los poseedores de un cart¨®n llamado Tarjeta de Estad¨ªstica, que, como su nombre indica, sirve para llevar un registro de personas, de modo semejante a como se registran libros en una biblioteca o animales en las oficinas de Sanidad.
El mito de la integraci¨®n
A nadie se le escapan las consecuencias sociales y humanas de esta situaci¨®n. Los m¨¢s de 20.000 indocumentados afincados en Melilla, fuertemente disminuidos en sus derechos, constituyen un reservorio de mano de obra barata y, en muchas ocasiones, manifiestamente explotada. Para bastantes de ellos es un verdadero calvario conseguir un permiso de trabajo o su simple pr¨®rroga;, muchos no logran ese objetivo. Estos indocumentados a la fuerza est¨¢n incapacitados para comprar viviendas o alquilarlas sin autorizaci¨®n especial. Tienen vedado el derecho a desplazarse dentro del territorio nacional: por ejemplo, para ir a M¨¢laga por una urgencia m¨¦dica requieren otro documento aut¨®ctono, un salvoconducto por tiempo limitado, que deniega e, concede graciablemente la Delegaci¨®n del Gobierno, no siempre sin controversia.
En estas condiciones, hablar de integraci¨®n musulmana es puro sarcasmo. A no ser que se considere como prueba de ella el car¨¢cter musulm¨¢n de la pr¨¢ctica totalidad de las mal pagadas empleadas de hogar melillenses.
En Melilla, salvo excepciones, se tolera a los musulmanes, se coexiste con nosotros, pero el hecho general es que no se convive. La integraci¨®n no se produce ni siquiera en el ¨¢mbito urban¨ªstico: los barrios de concentraci¨®n musulmana son acusadamente perif¨¦ricos y, como era de esperar, clandestinos e insalubres. No hace mucho denunci¨¦ en una emisora de radio la existencia de un brote de meningitis meningoc¨®cica en una de esas barriadas sin red de saneamiento, La Ca?ada de la Muerte, que acarre¨® m¨¢s de un fallecimiento. (Por cierto, que esa denuncia me hizo merecedor, horas despu¨¦s, de una citaci¨®n oral y escrita a la comisar¨ªa de polic¨ªa, que al final qued¨® en nada.)
Quiz¨¢ convenga anotar otro factor que, a ojos peninsulares, resultar¨¢ chocante: el rechazo al musulm¨¢n melillense se agudiza cuando ¨¦ste dispone de documentaci¨®n espa?ola; partiendo de la necia base de que el musulm¨¢n con DNI conserva al par la nacionalidad marroqu¨ª, estos musulmanes espa?oles son (somos) considerados doblemente peligrosos, una temible quinta columna, teledirigida y financiada por Hassan II y por Gaddafi, que debe ser neutralizada sea como sea.
La 'legalizaci¨®n' de Melilla como medida urgente
Cualquier analista que enjuicie los datos apuntados y los contraste con un estudio in situ del perfil social de Melilla podr¨¢ comprobar que el problema musulm¨¢n reproduce un esquema hist¨®rico muy repetido: la explotaci¨®n de un amplio colectivo por los beneficiarios de una situaci¨®n injusta. Para quienes defienden la concepci¨®n tradicional de Melilla, los musulmanes deben quedarse a vivir en ella (los necesitan como clientes y subempleados), pero nunca en igualdad de derechos (para ello se les niega la documentaci¨®n espa?ola).
Las argumentaciones para justificar ese desprop¨®sito son abundantes e incluyen, en proporci¨®n variable, el ultraespa?olismo, el paternalismo, el orden p¨²blico y el racismo puro y simple.
Creo personalmente que la persistencia de criterios como los que acabo de se?alar es lo que est¨¢ llevando a Melilla a una r¨¢pida eutanasia. Estimo que Melilla tiene un sitio y debe tenerlo siempre en el marco del Estado espa?ol.
Para ello se requiere el esfuerzo de todos, empezando por la Administraci¨®n, que tiene la obligaci¨®n de despejar los obst¨¢culos que se: oponen a la configuraci¨®n de una Melilla nueva y racional, parte de un pa¨ªs que se incorporar¨¢ a Europa dentro de unos meses. A continuaci¨®n anoto algunos de los que podr¨ªan ser elementos de orientaci¨®n:
1. La Administraci¨®n debe asumir la realidad como es, no como fue ni como algunos desear¨ªan que fuera.
2. La Administraci¨®n debe legalizar Melilla. Esto, en la pr¨¢ctica, se traduce por la concesi¨®n de DNI a todo musulm¨¢n que lo solicite y demuestre haber nacido en Melilla; igualmente, se debe ofrecer esa opci¨®n a los musulmanes que, sin haber nacido en ella, residan fehacientemente en la ciudad un n¨²mero determinado de a?os, por ejemplo, 10. Ambas decisiones, adem¨¢s de ser justas, son imprescindibles, porque no tienen alternativa.
3. La Administraci¨®n debe resistir la tentaci¨®n colonialista de interferir en los colectivos musulmanes con la intenci¨®n de enfrentarlos y dividirlos. No debe ver en cada musulm¨¢n que habla en p¨²blico un aprendiz de caudillo rife?o. Debe concienciarse de que Melilla es parte de un pa¨ªs democr¨¢tico en el que, por ejemplo, las libertades de reuni¨®n, asociaci¨®n y expresi¨®n son algo m¨¢s que un derecho, son el fundamento mismo del sistema pol¨ªtico que votamos con la Constituci¨®n de 1978. (As¨ª se evitar¨ªan situaciones como las ocurridas a ra¨ªz de la asamblea constituyente de la asociaci¨®n sociocultural Terra Omnium, que me honro en presidir: dado que, hoy por hoy, en ese colectivo existe un claro predominio de miembros musulmanes, circunstancia por lo visto extremadamente peligrosa, en la sesi¨®n asamblearia se introdujeron, sin invitaci¨®n ni autorizaci¨®n de la comisi¨®n gestora, varios funcionarios de los servicios de seguridad del Estado. Como se ve, en algunas instancias de la Administraci¨®n persisten comportamientos afines a la Rep¨²blica Surafricana y al Chile de Pinochet.)
Un 'programa total'
4. La Administraci¨®n debe elaborar un programa total para Melilla en el que se contemplen los aspectos m¨¢s elementales de una sociedad de fines del siglo XX: saneamiento, escuelas, viviendas, asistencia sanitaria. El programa ser¨¢ f¨¢cil, porque para gran parte de los melillenses el list¨®n de sus demandas est¨¢ muy bajo: en el nivel de los derechos humanos.
5. Los partidos pol¨ªticos y las instituciones sociales deben abrirse sin reservas a todos los melillenses, sea cual sea su etnia, sin tratar de explotar su ignorancia o su miseria con fines espurios.
Quiero terminar remiti¨¦ndome al principio del art¨ªculo, a la necesidad de conocer para transformar. Creo que ser¨ªa sumamente beneficioso para Melilla y para Espa?a que se abriera un debate nacional sobre el presente y el futuro de nuestra ciudad; sin pudor y sin condenas. Es la ¨²nica forma de que en Melilla empiece a configurarse una estructura social, econ¨®mica, jur¨ªdica, pol¨ªtica y urbana propia de una ciudad espa?ola normal, con los problemas de una ciudad normal, regida por las leyes que se aplican en el resto de Espa?a.
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