Francia , sola, pero menos
LA ACTITUD del presidente Fran?ois Mitterrand en la reciente cumbre de Bonn se ha caracterizado por un rechazo en¨¦rgico de dos propuestas que la Administraci¨®n norteamericana consideraba como objetivos esenciales del viaje a Europa del presidente Ronald Reagan. Por un lado, la fijaci¨®n de una fecha, en 1986, para el inicio de negociaciones en el GATT destinadas a reducir las barreras aduaneras; por otro, la aprobaci¨®n por los aliados europeos de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica, lanzada por Reagan en su famoso discurso de 1983, y m¨¢s conocida como la guerra de las galaxias. Ciertos comentarios han subrayado el aislamiento en el que Francia se ha encontrado en la reuni¨®n de los jefes de Estado y de Gobierno de los siete pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo. Se han atribuido a Mitterrand objetivos de pol¨ªtica interior con esas actitudes, y no cabe duda que ha logrado impactar favorablemente a la opini¨®n francesa ante esa etapa previsible, despu¨¦s de las elecciones de 1986, en la que seguir¨¢ siendo presidente de la Rep¨²blica durante tres anos, pero sin mayor¨ªa socialista en el Parlamento.Pero es imprescindible, para comprender el momento por el que atraviesa Europa, analizar esas posiciones defendidas por Francia en su sustancia y no s¨®lo en funci¨®n de la t¨¢ctica que haya podido aconsejarlas. Lo cierto es que Francia ha logrado impedir, al menos de momento, una convocatoria de las negociaciones GATT sobre la base del orden del d¨ªa escogido por EE UU. No cabe duda que, con ello, ha defendido una actitud en la que est¨¢n vitalmente interesados muchos pa¨ªses europeos, incluso entre los que se han callado en Bonn, y numerosos pa¨ªses del Tercer Mundo. La tesis francesa de que es indispensable discutir a la vez los aspectos financieros, es decir, el papel del d¨®lar, responde a la opini¨®n, muy generalizada, de que el gigantesco d¨¦ficit de EE UU provoca que la mayor potencia econ¨®mica del mundo sea financiada de hecho por numerosos pa¨ªses mucho m¨¢s d¨¦biles y angustiados. El aislamiento franc¨¦s en ese punto es, desde luego, muy relativo.
En cuanto a la guerra de las galaxias, la respuesta francesa ha consistido en proponer un plan europeo de desarrollo de las tecnolog¨ªas m¨¢s avanzadas: el proyecto Eureka. La diferencia fundamental con la Iniciativa Estrat¨¦gica de EE UU reside en que se trata de desarrollar investigaciones en el terreno civil, y no militar. El aspecto com¨²n estriba en buscar una financiaci¨®n, una planificaci¨®n y una puesta en com¨²n de capacidades, en un nivel supranacional, para impulsar las tecnolog¨ªas de punta. Con la flexibilidad suficiente para que participen en esos trabajos los pa¨ªses interesados, sin que la eventual negativa de algunos impida la puesta en marcha del proyecto. Los reproches de excesiva improvisaci¨®n que se han hecho a la iniciativa de Fra?ois Mitterrand en este terreno est¨¢n, sin duda, justificados. En realidad., se ha partido sobre todo de consideraciones pol¨ªticas, pero no carentes de fundamento. Ante el reto que significan las nuevas tecnolog¨ªas, es elemental reconocer que no existe ninguna f¨®rmula viable si se encierra en los marcos de los Estados europeos. Las dos opciones que existen son: o bien un proyecto europeo, y no cabe duda que las capacidades potenciales de Europa son considerables; o bien, y es la pol¨ªtica norteamericana, una incorporaci¨®n al proyecto militar norteamericano de aquellas zonas de las empresas e investigaciones europeas que est¨¢n mejor colocadas en el progreso tecnol¨®gico. Lo que tendr¨ªa dos consecuencias bastante evidentes: por un lado, la dependencia de los Estados europeos con respecto a EE UU aumentar¨ªa en proporciones dif¨ªciles de imaginar; y a la vez, la militarizaci¨®n del desarrollo cient¨ªfico y tecnol¨®gico alcanzar¨ªa unos niveles muy superiores a los actuales.
En realidad, el proyecto Eureka ha obtenido ya respuestas favorables de varios Gobiernos europeos. Incluso el Gobierno de Bonn, aunque ha adoptado una actitud abierta a la colaboraci¨®n con EE UU en los planes de guerra de las galaxias, no ha desechado en modo alguno su participaci¨®n en el proyecto Eureka. La cuesti¨®n que realmente importa es saber si Europa va a tener su propio proyecto com¨²n ante el reto tecnol¨®gico. Espa?a, a la que no debe ser ajena cualquier evoluci¨®n futura de un proyecto de tal magnitud, deber¨ªa ir adoptando ya los pasos necesarios para subirse a un tren cuya p¨¦rdida nos dejar¨ªa totalmente fuera de carrera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- ISD
- Programa Eureka
- Escudo antimisiles
- Espacio a¨¦reo
- Francia
- Pol¨ªtica exterior
- Seguridad a¨¦rea
- Pol¨ªtica defensa
- Ej¨¦rcito aire
- Proyectos investigaci¨®n
- Guerra
- Europa occidental
- Fuerzas armadas
- Organizaciones internacionales
- Europa
- Investigaci¨®n cient¨ªfica
- Conflictos
- Transporte a¨¦reo
- Relaciones exteriores
- Transporte
- Defensa
- Ciencia