Bogdanovich resucita la pol¨¦mica sobre los derechos del director
Peter Bogdanovich ha conseguido con Mask que el festival de Cannes se haga eco de una pol¨¦mica, como en los viejos tiempos, al convertirlo en escenario de su enfrentamiento con el productor Martin Starger, que ha ejercido su privilegio de final cut, o montaje definitivo. Eso ha supuesto aligerar el filme de cuatro a 12 minutos, seg¨²n la versi¨®n sea del productor o del director, am¨¦n de un cambio en la banda sonora, que ha visto desaparecer las canciones de Bruce Springsteen que hab¨ªa montado el director.
Cannes ha acogido dos conferencias de prensa en paralelo, la de Star-Ger, la guionista y los actores, y la del cineasta acompa?ado de uno de los personajes reales en que se basa Mask, la madre de Rock Denis, un muchacho v¨ªctima de una extra?a enfermedad deformadora del cr¨¢neo por un exceso de calcio; una dolencia de la que, estad¨ªsticamente, s¨®lo se da un caso cada 22 millones de nacimientos.Aunque sean muy respetables las quejas de los autores, que invocan su derecho a ser los ¨²nicos responsables del producto, hay en ellas algo de falso, de tinglado publicitario, cuando aceptan el control empresarial a partir de preestrenos. La comparaci¨®n con las novelas o poemas pierde sentido desde el momento en que nadie se escandaliza ante una pel¨ªcula que tiene dos formas: una reducida, para su explotaci¨®n cinematogr¨¢fica, y otra larga, destinada a la peque?a pantalla.
Iconograf¨ªa monstruosa
Mask es una extra?a pel¨ªcula, algo as¨ª como un cruce entre Marianela, El hombre elefante y La bella y la bestia, de la que parece sacada la iconograf¨ªa monstruosa. La tradici¨®n habla de la dificultad de hacer buenos filmes con buenos sentimientos, un poco en la l¨ªnea de que las buenas noticias no son noticia. Si se supera esa prevenci¨®n, si se acepta que los folletines de la realidad tienen tanto derecho a convertirse en obras de arte como las grandes tragedias literarias, Mask no tiene por qu¨¦ merecer comentarios despectivos.El trabajo de Bogdanovich, que es correcto, sensible pero poco sutil, posee el encanto de la aplicaci¨®n de la sensatez narrativa a una historia insensata por ins¨®lita. El protagonista deforme est¨¢ filmado sin misterio ni truculencia, como un personaje m¨¢s, sin cargar las tintas, buscando darle un tratamiento id¨¦ntico al que le dispensa su madre y la comunidad de Angeles del infierno con la que ella simpatiza. En cualquier caso, la verdadera decepci¨®n no ha surgido de Mask, sino de la segunda cinta francesa a concurso.
De un tiempo a esta parte, el cine franc¨¦s se dir¨ªa programado por una computadora que se dedica a planear todas las combinaciones posibles con las stars locales.
Otra de sus caracter¨ªsticas es el gusto por las historias de pasiones desatadas y por contarlas de manera crispada, hist¨¦rica, con personajes que corren sin que venga a cuento, que suben y bajan escaleras como si escaparan de un incendio. De vez en cuando sueltan alguna parrafada transcendente y, si no est¨¢n ocup¨¢ndose en ninguna de esas cosas, hacen el amor como si se odiaran.
Andr¨¦ Techin¨¦, que hab¨ªa empezado como uno de los nov¨ªsimos del cine franc¨¦s, acusado de frialdad y esteticismo, se apunta, con Rendez-vous, al frenes¨ª al modo de Zulavsky: nos ha ofrecido la primera pel¨ªcula grotesca del festival. Si hasta ahora s¨®lo Detective, de Godard, Insignificance y la yugoslava Pap¨¢ est¨¢ en viaje de negocios pueden clasificarse como estimulantes e imaginativas, Rendez-vous resucita los adjetivos que hacen referencia a la pedanter¨ªa, pretenciosidad e intelectualismo, ¨²nicos justos para calificarla.
Es una historia sobre el amor y la muerte, el teatro y la realidad que, para m¨¢s inri, ni tan s¨®lo se dir¨ªa acabada, pues la palabra fin surge inopinadamente, en compa?¨ªa de una ins¨®lita cita papal, despu¨¦s de tomar el nombre de Shakespeare en vano y pretender la conversi¨®n de Romeo y Julieta en un drama parapsicol¨®gico.
Wenders busca a Ozu
Tokyo-Ga se abre con una declaraci¨®n de principios de su director, Wim Wenders: "Si nuestro siglo a¨²n cediera un lugar a lo sagrado... Si el cine debiera tener un santuario, en ¨¦l pondr¨ªa la obra del director japon¨¦s Yasujiro Ozu". Y para expresar su admiraci¨®n, en 1983, aprovechando un viaje a Tokyo, el director alem¨¢n rod¨® un documental sobre la ciudad protagonista de tantas pel¨ªculas de Ozu.Pero en el Jap¨®n filmado por Wenders no queda casi nada de lo que se ve¨ªa en ellas, todo parece haberse vaciado de sentido, haberse convertido en pura forma: la gente juega al golf pero sin pretender meter la bola en el agujero, que ha sido sustitu¨ªdo por una diana. Los restaurantes muestran en el exterior los platos que condimentan pero son r¨¦plicas en cera cubiertas de lacas y barnices para dar una impresi¨®n exacta de la realidad. La c¨¢mara de Wim Wenders busca la cotidianeidad de aquellos filmes protagonizados por Chrishu Ryu, y encuentra un paisaje inh¨®spito, destru¨ªdo, desolado, sin otra estructura que no sea la de las autopistas y las l¨ªneas f¨¦rreas que lo atraviesan.Y es as¨ª, buscando un imposible, como Tokyo-Ga acaba por constituirse en un retrato de la imaginer¨ªa wenderiana y en su cr¨ªtica, manifestando indirecta pero expl¨ªcitamente lo que significan los interminables viajes de Alicia en las ciudades o Par¨ªs, Texas....
De Ozu quedan tan s¨®lo los filmes, de los que vemos algunos fragmentos que abren y cierran Tokyo-Ga, y el testimonio vivo y emocionado de sus actores y de su operador de siempre, que poco despu¨¦s de morir el cineasta opt¨® por retirarse, ya que no encontraba en los rodajes con otros directores el mismo deseo de captar la realidad. Luego, al salir de la proyecci¨®n, en el vest¨ªbulo del palacio del festival, un individuo disfrazado de Spiderman esperaba el ascensor para subir un par de pisos, imitaci¨®n tambi¨¦n del veloz escalador de rascacielos.
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