Cinco a?os despu¨¦s
A finales de 1979, el Ej¨¦rcito ruso invad¨ªa Afganist¨¢n, del que en pocos d¨ªas ocupaba las grandes ciudades y las principales v¨ªas de comunicaci¨®n. En agosto de 1980, las huelgas en Polonia daban comienzo a un proceso que iba a finalizar con la dimisi¨®n de Gierek y el reconocimiento oficial de Solidaridad. En noviembre de 1980, Ronald Reagan era elegido para la presidencia de Estados Unidos. El 13 de diciembre de 1981, el general Jaruzelski proclamaba el estado de guerra (guerra contra su propio pueblo, habr¨ªa dicho Hannah Arendt) y encarcelaba por millares a los oposicionistas al r¨¦gimen. En noviembre de 1982, Andropov suced¨ªa a Breznev. En febrero de 1984, Chernenko suced¨ªa a Andropov. En noviembre de 1984, Reagan se suced¨ªa a s¨ª mismo. En marzo de 1985, Gorbachov suced¨ªa a Chernenko.Con la excepci¨®n de Polonia ?se ha producido en alguna parte un cambio importante durante este per¨ªodo? Mi respuesta es que, desde el punto de vista de la confrontaci¨®n ruso-estadounidense, nada ha cambiado realmente, que las mismas tendencias profundas siguen actuando y modelando la realidad.
No ha habido ninguna evoluci¨®n en el sistema ruso. Con mayor exactitud: este sistema se sumerge cada vez m¨¢s en lo que, desde la eliminaci¨®n de Jruschov, han llegado a ser sus caracter¨ªsticas. Existen en Occidente soviet¨®logos y kremlin¨®logos lo bastante rid¨ªculos como para proclamar, con ocasi¨®n del advenimiento de Andropov, que iba a abrirse un gran per¨ªodo de reformas econ¨®micas y pol¨ªticas. A. Adler en Lib¨¦ration o Jerry Hough en los peri¨®dicos estadounidenses explicaban a quien quisiera escucharles que la larga carrera de Andropov a la cabeza del KGB hac¨ªa del mismo el hombre exactamente indicado para efectuar una liberalizaci¨®n pol¨ªtica de Rusia, de la misma manera que el especial papel que desempe?¨® en el aplastamiento de la revoluci¨®n de Hungr¨ªa de 1956 le predestinaba a introducir en Rusia la variante h¨²ngara del socialismo. Curiosamente, los comentarios de todos los que apostaban por el cambio de las generaciones han sido mucho m¨¢s prudentes con ocasi¨®n del advenimiento del adolescente Gorbachov.
Lo que Andropov intent¨® hacer, y lo que probablemente est¨¢ haciendo Gorbachov, no tiene, sin embargo, nada de trascendente. No se trata de reformar el sistema; se trata de manejar un poco m¨¢s y un poco mejor la zanahoria y el palo -y sobre todo el palo- para limitar un poco los absurdos. No puede tratarse de reformar el sistema. Abstracci¨®n hecha de toda consideraci¨®n relativa a las capacidades o a las ambiciones de Gorbachov o de quien sea, para una tal reforma faltan tanto las ideas como los cuadros y las posibilidades sociales. A todos esos dadores de consejos gratuitos dan ganas de preguntarles: ?c¨®mo habr¨ªa que ingeni¨¢rselas, c¨®mo se las ingeniar¨ªan ustedes para reformar un r¨¦gimen como el ruso? ?Tienen alguna idea que proponer? ?Y con qu¨¦ ayuda cuentan? ?D¨®nde se ocultan, pues, los varios millones de cuadros que arden en deseos de cambiar el sistema con tal que se les d¨¦ luz verde? ?Y c¨®mo superar el sabotaje, la oposici¨®n silenciosa pero encarnizada a toda reforma que vendr¨ªa no s¨®lo de algunas decenas de millones de bur¨®cratas privilegiados, sino tambi¨¦n, finalmente, de casi todo el mundo, de arriba a abajo del sistema, arregl¨¢ndoselas actualmente cada uno mejor o peor, habi¨¦ndose construido su nicho y temiendo por encima de todo un cambio?
El sistema es irreformable. Puede explotar bajo el efecto de una revuelta popular. Puede, en rigor, hacer implosi¨®n -desplomarse- s¨ª la desorganizaci¨®n de la sociedad no militar va m¨¢s all¨¢ de todo l¨ªmite. No puede autorreformarse pac¨ªficamente: esto es lo que pone de manifiesto el an¨¢lisis te¨®rico, esto es lo que demuestran los sucesivos fracasos de Malenkov y de Jruschov. Pero, sobre todo, la idea de que el r¨¦gimen querr¨ªa o tender¨ªa a reformarse es una ingenua proyecci¨®n occidental (sostenida, como todas las proyecciones, por un deseo). Reformarse ?para qu¨¦?, ?con vistas a qu¨¦ fin? ?Para dar m¨¢s libertad a la gente? Pero el r¨¦gimen odia la libertad, est¨¢ construido para que ¨¦sta resulte imposible. ?Para proporcionar bienestar a las masas? Pero ?para qu¨¦ hacerlo? ?Para que en seguida aprendan a pedir m¨¢s y algo distinto? ?Tan dif¨ªcil resulta ver que la penuria (organizada y administrada como lo est¨¢ en Rusia) constituye un magn¨ªfico instrumento de control y corrupci¨®n -as¨ª como un arma casi absoluta de disuasi¨®n pol¨ªtica-, puesto que el oponente potencial, antes incluso de ser conducido a un hospital psiqui¨¢trico o a un campo de concentraci¨®n, se ve privado de los medios necesarios para comer? ?Para mejorar la producci¨®n? Pero all¨ª donde la cantidad y la calidad de la producci¨®n importan verdaderamente al r¨¦gimen -en el sector militar- se hace ya todo lo posible para que esto se logre: mejoras directas o indirectas otorgadas a los empleados de las empresas cerradas, estrictos controles de la calidad, responsabilidad de los dirigentes de la producci¨®n, etc¨¦tera.
El sistema no es ciertamente perfecto, dista mucho de serlo en relaci¨®n con sus propios objetivos. Pero considerado en esta'relaci¨®n no tiene ni la necesidad ni la posibilidad de reformarse. Su ¨²nico objetivo, su ¨²nica perspectiva posible es la extensi¨®n de su dominaci¨®n. Con la decrepitud de su ideolog¨ªa y el desvelamiento mundial de su monstruosa realidad, el medio que para ello ha llegado a ser central es la fuerza bruta. De ah¨ª la completa subordinaci¨®n de la producci¨®n, de la econom¨ªa, de la vida social rusas a la acumulaci¨®n de fuerza militar y de pol¨ªtica exterior.
LA FUERZA BRUTA
La fuerza bruta como fin en s¨ª, la fuerza bruta por la fuerza bruta ha llegado a ser el valor central de esta sociedad, su significaci¨®n imaginaria dominante. Esto no vale s¨®lo con respecto al exterior, sino tambi¨¦n, exactamente lo mismo, para el interior. El poder, grande o ¨ªnfimo, deviene all¨ª a la vez el ¨²nico objetivo de la existencia y el ¨²nico medio para satisfacer las necesidades del individuo, cualesquiera que ¨¦stas sean. Y, evidentemente, es as¨ª como este r¨¦gimen tiende a producir el tipo antropol¨®gico de individuo que le corresponde, individuo definido por el cinismo, la ausencia de todo escr¨²pulo, el ansia de poder (secretario general del partido o jefe de equipo en una f¨¢brica, ello no representa ninguna diferencia a este respecto). Que lo logra por decenas de millones est¨¢ fuera de toda duda; de otra manera se habr¨ªa venido abajo hace mucho tiempo. Que lo haya logrado ya para lo esencial de la poblaci¨®n rusa es una cuesti¨®n distinta, que debe permanecer abierta, pero de la que en buena parte depende tambi¨¦n nuestro propio futuro.Cinco a?os de Administraci¨®n Reagan tampoco han cambiado,a pesar de las apariencias y de la ret¨®rica del gran comunicador (es decir, del gran metepatas), nada esencial en la situaci¨®n del mundo occidental; antes bien, se han multiplicado los signos de su proceso de descomposici¨®n. Entre estos signos -o estos s¨ªmbolos- est¨¢, sin duda, la triunfal reelecci¨®n de Reagan, as¨ª como, de manera m¨¢s general, la mediocre farsa que, bajo el nombre de pol¨ªtica, presentan los diferentes scapins (criado del teatro italiano) que dirigen los pa¨ªses occidentales.
Despu¨¦s de haber conocido en 1981 y 1982 sus dos peores a?os de posguerra (con un paro del 10,5%, lo que quiere decir del 20% para los negros y del 40% al 50% para los j¨®venes negros), la econom¨ªa esta dounidense entr¨® de nuevo en expansi¨®n a partir de 1983. Pero ?en funci¨®n de qu¨¦? Bajo la cobertura de salmodias contra el keynesianismo, por medio de una pol¨ªtica ultrakeynesiana, llevando el d¨¦ficit presu puestario a unas alturas (cerca del 6% del producto nacional) con las que el m¨¢s fan¨¢tico de los keynesianos nunca se hubiera atrevido a so?ar. Sin embargo, con ese d¨¦ficit presupuestario, el paro en Estados Unidos sigue siendo de un 7,5%. Con la excepci¨®n de Jap¨®n, la econom¨ªa de los de m¨¢s pa¨ªses capitalistas est¨¢ estancada y no es posible ver c¨®mo no continuar¨¢ aumentando el paro, que en los pa¨ªses del Mercado Com¨²n alcanza ya cerca de un 12%. El sistema monetario y financiero intemacio nal es m¨¢s fr¨¢gil que nunca. En la mayor parte de los pa¨ªses del Tercer Mundo -donde se desarrolla la verdadera con frontaci¨®n con Rusia- aumentan la miseria y el hambre.
Pero no me extender¨¦ aqu¨ª sobre los aspectos econ¨®micos y pol¨ªticos de la descomposici¨®n de las sociedades occidentales (hablar¨¦ largamente de ello en el segundo volumen de Devant la guerre). Me limitar¨¦ a los aspectos pol¨ªtico-militares de la confrontaci¨®n ruso-norteameric¨¢na.
Se ha hecho mucho ruido en torno al rearme estadounidense bajo el mandato de Reagan, y ciertamente los gastos militares de Estados Unidos han aumentado mucho. Dejar¨¦ de lado las comparaciones con los gastos militares rusos que, como lo he demostrado en Devant la guerre, no tienen ning¨²n sentido. La cuesti¨®n es: ?d¨®nde van y para qu¨¦ sirven esos gastos? Olvidemos tambi¨¦n el hecho de que todos los d¨ªas los peri¨®dicos estadounidenses hacen p¨²blicos nuevos esc¨¢ndalos (que visiblemente ya ni siquiera lo son para unos Estados Unidos hastiados) sobre el aprovisionamiento militar norteamericano. ?Qui¨¦n podr¨¢ calcular alguna vez qu¨¦ parte de los cr¨¦ditos militares de Estados Unidos ha sido gastada en la adquisici¨®n, al precio de 800 d¨®lares la pieza, de tablas de WC para los aviones; de martillos facturados a 200 d¨®lares (los mismos que cuestan uno o dos d¨®lares en la tienda de la esquina), o en los honorarios de los abogados que defienden a las firmas productoras del material militar contra las acusaciones de malversaci¨®n o de facturaci¨®n fraudulenta en detrimento del Estado norteamericano? El balance del rearme estadounidense bajo el mandato de Reagan es simple; aparte de los agujeros parcialmente taponados en las esferas de las piezas de recambio, de las municiones y del adiestramiento del personal (la situaci¨®n de las fuerzas armadas estadounidenses con respecto a estas tres esferas era lamentable en 1980), y de un crecimiento de la Marina que apenas tiene sentido estrat¨¦gico (v¨¦ase E. N. Luttwak, 'Le navalisme dans la politique de d¨¦fense du pr¨¦sident Reagan', en Strat¨¦gie navale et dissuasions, Editions du CNRS. Par¨ªs, 1985), se trata de un aumento de pedidos de material que no responde a ning¨²n plan de conjunto, a ninguna concepci¨®n estrat¨¦gica. Se trata siempre de lo imaginario capitalista (y bien entendido, marxista): 1) todo problema puede ser resuelto con una cantidad suficiente de d¨®lares, porque 2) con los d¨®lares se compra (o se fabrica) la t¨¦cnica, y con la t¨¦cnica se resuelve todo. Existe toda la diferencia del mundo entre tener una pol¨ªtica y una estrategia y proporcionarle los medios apropiados, y acumular los medios (o mejor, los cr¨¦ditos presupuestarios) sin ninguna idea pol¨ªtica ni estrat¨¦gica. T¨ªpico hasta la caricatura es, a este respecto, el asunto del misil MX, cuya construcci¨®n, cuyos planes y especificaciones han sido decididos, luego anulados, luego modificados al menos una decena de veces y que, finalmente, est¨¢ siendo fabricado pero s¨®lo en la mitad de la cantidad prevista en un principio y con un modo de despliegue que contradice radicalmente las justificaciones iniciales de su producci¨®n. Como dice Luttwak de formabastante acertada, los gastos militares estadounidenses "tienen m¨¢s que ver con un fen¨®meno cultural que con un fen¨®meno estrat¨¦gico".
SUPERIORIDAD CONVENCIONAL
El desequilibrio entre Rusia y Estados Unidos no ha sido corregido por la Administraci¨®n Reagan. En el plano convencional, la situaci¨®n no ha sido modificada; en el plano nuclear no es modificable. (Yo no tomo en serio la guerra de galaxias, salvo en lo que ata?e a las ganancias de las firmas que ya se est¨¢n beneficiando de los cr¨¦ditos y dem¨¢s ventajas relacionadas con ¨¦stos.) La superioridad convencional de los rusos en el frente europeo sigue siendo aplastante. No proviene solamente de las cifras. Para no citar m¨¢s que algunos componentes de la misma: Rusia se beneficia de la enorme ventaja de poder actuar "seg¨²n las l¨ªneas interiores". Para darse cuenta de lo que esto quiere decir en la pr¨¢ctica (y de la mistificaci¨®n perpetuamente alimentada por los periodistas y los especialistas) basta con ver que los recuentos de fuerzas que habitualmente se leen suman las cabras y
LA FALSA ALIANZA OCCIDENTAL
Cinco a?os despu¨¦s
La quiebra ya com¨²n de las ideolog¨ªas marxista y liberal tiene una extensi¨®n mucho m¨¢s general -y m¨¢s intensa todav¨ªa quiz¨¢ en los pa¨ªses industrializados- Est¨¢ actualmente disimulada por el renacimiento f¨¢ctico de un liberalismo que tiene su origen en la tentativa de las capas dominantes -despu¨¦s de la inflaci¨®n, la crisis del petr¨®leo y las sacudidas del sistema monetario internacional- de volver a encontrar un relativo dominio de su econom¨ªa y de remodificar la distribuci¨®n de la renta nac¨ªonal en detrimento de los asalariados; y se ha visto considerablemente reforzada por la reacci¨®n de las poblaciones contra la estatalizaci¨®n y la creciente burocratizaci¨®n de la vida social. (Era necesario el genio pol¨ªtico de los socialistas franceses para no entender esta significaci¨®n com¨²n tanto a los movimientos de derecha como de izquierda desde hace 20 a?os y para acabar de desacreditarse ante la opini¨®n p¨²blica mediante su tentativa de acentuar el control estatal del sistema escolar.) Pero este liberalismo dif¨ªcilmente podr¨¢ sobrevivir a sus resultados cuando ¨¦stos comiencen a aparecer con claridad: una miseria creciente para la gran mayor¨ªa de los pa¨ªses subdesarrollados, un paro creciente en los pa¨ªses industrializados, una permanente amenaza de hundimiento del sistema monetario y financiero internacional.La primera gran inc¨®gnita concierne a lo que pasar¨¢ entre las poblaciones de los pa¨ªses industrializados cuando se disipe el humo del reaganismo, del thatcherismo y de sus diversas imitaciones. ?Encontrar¨¢n la fuerza necesaria para crear un nuevo movimiento pol¨ªtico, para eliminar la burocracia capitalista y socialista, para avanzar por la v¨ªa del autogobierno?
La segunda gran inc¨®gnita concierne, evidentemente, al pueblo ruso. ?Hasta cu¨¢ndo soportar¨¢ la opresi¨®n y la miseria que le impone el r¨¦gimen? ?En qu¨¦ medida se encuentra ya completamente atomizado o bien enteramente cogido en la trampa del chovinismo gran-ruso que por todos los medios trata de hacer revivir el r¨¦gimen?
A pesar de la inmensa diferencia de las situaciones en relaci¨®n tanto con el primero como con el segundo de estos dos casos, la incre¨ªble resistencia del pueblo polaco y su capacidad para inventar, en las peores condiciones, los medios que impiden a Jaruzelski afirmar su dominaci¨®n sobre el pa¨ªs muestran que la lucha por la libertad conserva siempre todo su sentido -que no tenemos que esperar la libertad, sino que tenemos que trabajar y combatir por ella.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.