Los peligros del pacifismo
Una de las consecuencias de la crisis de los a?os setenta fue la pr¨¢ctica desaparici¨®n de la nueva izquierda de los sesenta y el descalabro de la izquierda tradicional comunista (en especial el descalabro de aquel h¨ªbrido bienintencionado, pero est¨¦ril, que en su tiempo se conoci¨® con t¨¦rmino tan laxo como el de eurocomunismo). La vida privada, el retorno a los cuarteles de invierno en espera de mejores tiempos, la gastronom¨ªa, el turismo, la novela negra y la trepa de posiciones en una socialdemocracia gobernante fueron las salidas escogidas por la mayor¨ªa de radicales de los sesenta (excepci¨®n hecha de algunos inasequibles al desaliento que todav¨ªa habitan en los felices sesenta). Sin embargo, los a?os ochenta han supuesto el reciclaje, reconversi¨®n y posterior transferencia de muchos de aquellos militantes hacia lo que se ha convenido en denominar como nuevos movimientos sociales. El ecologismo, el feminismo y el pacifismo posibilitaron la superaci¨®n del neur¨®tico y neurotizante horror vacui en que se encontraba una cierta izquierda seducida y abandonada por la historia. En consecuencia, ecologismo, feminismo y pacifismo fueron los refugios en los que se acogieron y recogieron los restos del naufragio de los sesenta. El ecologismo, como se evidencia en nuestro pa¨ªs, campa a su aire (y nunca mejor usada la expresi¨®n); el feminismo, especialmente en la versi¨®n dura e iluminada de los falc¨®nidos (el autodenominado feminismo radical que teorizaba, en pesados vol¨²menes, el antagonismo de clase entre hombre y mujer y dem¨¢s sandeces por el estilo) parece que ya pas¨® a mejor vida; el pacifismo es, sin duda, el ¨²nico movimiento que se mantiene firmemente en pie de aquel conglomerado de nuevos movimientos sociales.Ser¨ªa absurdo e injusto negar el valor de las aportaciones hechas por el pacifismo en una serie de cuestiones como la carrera de armamentos, el militarismo, la disuasi¨®n, etc¨¦tera. Pero con frecuencia se olvida -o descalifica acr¨ªticamente diciendo que se trata de ataques de una nueva derecha- que el pacifismo no se encuentra por encima del bien y del mal y que (junto a los aspectos positivos) es portador de una serie de peligros latentes que conviene sacar a colaci¨®n. Y es que hay demasiada consciencia autosatisfecha instalada en las filas pacifistas que cree que se ha alienado con las fuerzas del bien, del progreso, de la historia y un mont¨®n de cosas m¨¢s.
El pacifismo, al tener como objetivo supremo el mantenimiento de la paz, cae en el error de no distinguir entre lo que podr¨ªamos denominar paz negativa (ausencia de guerra) y paz positiva (existencia de libertades, igualdad, desarrollo social, etc¨¦tera). De hecho, y en este sentido, el pacifismo tiene ciertas similitudes fon¨¦ticas con el pasifismo, un pasifismo (o pacifismo) que puede llegar a legalizar de facto situaciones opresivas o de falta de libertad. La cuesti¨®n es que no se puede considerar la paz como un universal absoluto, sino que la paz se ha de ligar a otras cuestiones (pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales). Si eso no ocurre, el pacifismo nos puede conducir a una ¨¦tica del esclavo que defienda una no violencia gen¨¦rica; nos puede conducir a la sumisi¨®n (o al zoologismo, por emplear la terminolog¨ªa de Castoriadis). Quiz¨¢ sea para obviar este problema que las mentes m¨¢s l¨²cidas de las filas pacifistas distinguen entre movimiento por la paz (movimiento de cr¨ªtica radical de las armas de destrucci¨®n masiva, de algunas guerras, de la existencia de bloques, etc¨¦tera) y pacifisino (rechazo estricto de cualquier guerra y de cualquier pr¨¢ctica violenta). El problema reside en el hecho de si es o no correcto, que los que se declaran pacifistas en mayor o menor grado lo sean a horas convenidas.
Otra cuesti¨®n -com¨²n al pacifismo y al movimiento por la paz, si es que aceptamos la dis
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Los peligros del pacifismo
Viene de la p¨¢gina 11tinci¨®n- a poner entre par¨¦ntesis del movimiento pacifista es la existencia de cierto regusto m¨ªtico en el sentido weberiano del t¨¦rmino de visi¨®n m¨¢gica de la sociedad. La obsesi¨®n del movimiento por la paz por el apocalipsis (apocalipsis, por cierto, perfectamente posible) conduce a que dicho movimiento se transforme en una utop¨ªa negativa o antiutop¨ªa (Enzensberger), que, vertebrada por el miedo al milenio, act¨²e con independencia de la voluntad pol¨ªtica general absolutizando la reivindicaci¨®n de la paz. Esta absolutizaci¨®n, fundada en una hipot¨¦tica verdad absoluta (la paz), es peligrosa porque contiene los g¨¦rmenes de autoritarismo y los mecanismos de exclusi¨®n inherentes a toda absolutizaci¨®n. Dicho en otros t¨¦rminos, al dar la primac¨ªa a una sola reivindicaci¨®n (la paz en este caso) lo que, mutatis mutandis, se est¨¢ haciendo no es sino subordinar, segar o excluir las diversas necesidades e intereses de los individuos que vayan m¨¢s all¨¢ o sean diferentes de la sola cuesti¨®n de la paz. Y al subordinar, segar o excluir estas diversas necesidades e intereses se corre el evidente peligro de incurrir en una forma y manera velada, refinada y sutil de autoritarismo que subordine (o acalle) los intereses particulares, las objeciones o las dudas para mayor gloria de un supuesto universal emp¨ªrico del g¨¦nero humano (la paz), que, como l¨²cidamente han visto Agnes Heller y Ferenc Feher, no es sino una falacia. Y no digo que los pacifistas sean en potencia unos moralistas autoritarios e iluminados, digo que la absolutizaci¨®n y la falta de relativismo que planea sobre el movimiento pacifista es susceptible de transformarse en una pr¨¢ctica autoritaria y exclusivista.
Por otro lado, ?c¨®mo salir del cul de sac que supone el hecho de que el movimiento pacifista est¨¦ constituido por una suma de movimientos (pacifistas, ecologistas, feministas, j¨®venes, asociaciones de vecinos, asociaciones religiosas, izquierdistas varios, etc¨¦tera) muy dif¨ªciles de conjuntar y que en la pr¨¢ctica diaria ni se entienden entre s¨ª ni comulgan precisamente con las mismas ideas? ?Se ha de imponer alg¨²n tipo de hegemon¨ªa? ?Se cree en el mito de la reconciliaci¨®n de los diversos movimientos frente a la existencia de un universal a reivindicar?
El movimiento pacifista tiene, ciertamente, un potencial democr¨¢tico radical importante y perfectamente asumible (la toma democr¨¢tica de decisiones sobre determinados asuntos que, al fin y al cabo, pueden asegurar nuestra existencia, puesta hoy en peligro por la loca carrera armamentista), pero la componente rom¨¢ntica del movimiento pacifista (cr¨ªticamente v¨¢lida e interesante) puede convertirse (o degenerar) en una absolutizaci¨®n no exenta de autoritarismo (y quiz¨¢ de fanatismo). Habr¨ªa que tener cuidado.
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