El morucheo
JOAQUIN VIDAL , Si el arte de darle pases a un toro se llama toreo, al de d¨¢rselos a un morucho habr¨¢ que llamarle morucheo. El t¨¦rmino no es feliz, porque queda peyorativo, pero habr¨¢ que acu?arlo hasta que surja otro. De manera que sobre la corrida de ayer en Las Ventas es propio decir que los toreros moruchearon a base de bien.
La indirecta quiere significar que los toros salieron moruchos; pero no moruchos cosa peque?a racilla escasa, sino moruchos a conciencia, con vocaci¨®n moruchera propia de catec¨²meno. Los catec¨²menos de Sep¨²lveda, en cuanto saltaban a la arena buscaban por donde salir, sin la m¨ªnima curiosidad para contemplar el ruedo, tan lleno de historia y de arena o el tendido, tan lleno de gente y de banderas de la Comunidad.
Plaza de Las Ventas
23 de mayo. D¨¦cima corrida de feria.Toros de Sep¨²lveda, amoruchados. Ni?o de la Capea: dos pinchazos y descabello barrenando (silencio); estocada recibiendo (oreja, petici¨®n de otra y dos clamorosas vueltas al ruedo). Julio Robles: pinchazo y estocada desprendida (ovaci¨®n y saludos). Dos pinchazos -aviso- y estocada corta (vuelta);, pas¨® a la enfermer¨ªa. Luis Francisco Espl¨¢: pinchazo hondo perpendicular -aviso- y tres descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada corta perpendicular y desprendida (aplausos). Robles sufre rotura fibrilar y contusiones de pron¨®stico reservado.
Casta no tendr¨ªan pero olfato s¨ª pues quer¨ªan escapar por la puerta de arrastre, justo por donde salen todos los toros, bien que a su pesar. En varas recargaban, es cierto, pero en seguida escapaban a buscar puertas. Uno que derrib¨® al percher¨®n, cuando lo vio ca¨ªdo de hocico huy¨® espantado, porque crey¨® que saldr¨ªa El Pimpi y le har¨ªa pagar el desastre a garrotazos.
Afortunadamente los toreros ten¨ªan la casta que les faltaba a los moruchos, con perd¨®n. Los toreros estuvieron ayer superior. Si no acomet¨ªan los moruchos acomet¨ªan ellos, se met¨ªan en el terreno propio del enemigo, le robaban pases. Se trataba de moruchear a costa de lo que fuera, y tanto empe?o pusieron que acabaron obrando el prodigio de convertirlo en toreo.
M¨¦rito principal tuvo la primera faena de Luis Francisco Espl¨¢, con un morucho bronco. Luis Francisco Espl¨¢ aguant¨® tarascadas y coladas hasta que logr¨® encelar al morucho y sacarle varias docenas de derechazos, ce?idos y mandones, algunos de ellos hasta con su sabroso condimento de temple. El p¨²blico qued¨® impresionad¨ªsimo con esta generosa exhibici¨®n de valor y poder¨ªo.
El sexto estaba inv¨¢lido y Espl¨¢ abrevi¨®. El sexto, morucho como todos, hab¨ªa salido sobrero de otro morucho inv¨¢lido. Renqueaba el morucho titular, eran las tantas y llov¨ªa a c¨¢ntaros, cuando un vozarr¨®n emergi¨® de entre los paraguas: "?Cojooo!''. Pocas veces le habr¨¢ sabido tan mal a la gente que devuelvan un toro al corral, aunque sea morucho, y buscaba al responsable con ira: "?Qui¨¦n ha sido el gracioso que ha dado la voz de alarma?". As¨ª que a la hora de la cena a¨²n est¨¢bamos metidos en Las Ventas, y a remojo.
La casta torera de Espl¨¢ alcanz¨® sus mejores momentos en los tercios de banderillas. En uno de los pares esper¨® al morucho sentado en el estribo, lo dej¨® llegar de frente, y s¨®lo cuando lo tuvo a pocos metros se levant¨® y reuni¨® en terreno comprometid¨ªsimo. Hubo otro, espeluznante, por los adentros. Siete pares prendi¨® en total, todos distintos. Espl¨¢ es una figura importante porque enriquece con variedad su torer¨ªa. Tambi¨¦n con el capote, lo mismo en quites que al poner en suerte a los moruchos, mediante recortes de todo tipo. Espl¨¢, torero total, convert¨ªa la lidia en gran espect¨¢culo, y ten¨ªa encandilada a la afici¨®n.
Su invento de ayer fue el brindis que nunca existi¨®. Brind¨® el tercer morucho a la presidencia y luego camin¨® por el tercio con la montera en la mano, se supon¨ªa que a brindar a alguien. La gente iba anunciando posibles brindis, seg¨²n el tendido por donde pasaba: va a ser a Paco Camino, que est¨¢ en el 1; no, al mayoral, que est¨¢ en el 2; no, al chulo toriles; no, a la rubia del 3; no, a los m¨¦dicos, en el 4. Pues resulta que a nadie brind¨® y dej¨® la montera en el estribo del 5, por las buenas. Antiguamente a eso le llamaban "diez de mosqueo". La gente se ech¨® a reir, faltar¨ªa. m¨¢s, aunque hubo quien lo tom¨® por sacrilegio porque el brindis que nunca existi¨® no ten¨ªa precedentes en la tauromaquia. Se le explic¨® que lo hab¨ªa hecho una vez Joselito en Ronda, y dijo que "ah, bueno". Joselito lo legitimaiodo.
El cuarto, adem¨¢s de morucho era inv¨¢lido y borrego. Ni?o de la Capea le tore¨® acompa?ando el viaje, citando al hilo del pit¨®n, y se divert¨ªa de lo lindo. Jam¨¢s habr¨¢ toreado Ni?o de la Capea tan relajado, lento y suave como a ese morucho, al que embarc¨® cien veces al natural por delante de su persona. Y para ganarse a ley la oreja, lo mat¨® recibiendo, con excelente estilo. Alcanz¨® un triunfo de clamor.
En cambio, Julio Robles, que hab¨ªa hecho un sensacional quite por chicuelinas, lo tuvo m¨¢s complicado con el genio del quinto, y hubo de mandarle de verdad en los derechazos abierto el comp¨¢s. Durante la faena sufri¨® un fuerte golpe, y despu¨¦s de matarlo se retir¨® a la enfermer¨ªa. Los dos primeros moruchos no hab¨ªan admitido ni el morucheo. Eran el orgullo de la moruchada, pues m¨¢s moruchos no los hay en toda la morucher¨ªa universal.
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