Un celt¨ªbero internacional

Cada vez que publica una nueva novela se dice hasta el degaste que Sampedro es un humanista. Verdad. Pero es m¨¢s: Hijo de una espa?ola nacida en Argelia que habl¨® el castellano a los 19 a?os, y nieto de una italiana de Lugano, pas¨® la infancia en T¨¢nger -la T¨¢nger de militares, cambistas y aventureros de los a?os veinte-, y quiz¨¢ de esa experiencia le queda un aire cosmopolita que, sin embargo, no es el aire cosmopolita. No s¨®lo es dificil¨ªsimo encontrarle rastro de cualquiera de los boinismos al uso, ni siquiera los intelectuales, sino que puede hablar con soltura de ¨¢rabes, Calabria, literatura inglesa de mujeres y -su especialidad- las estructuras del desarrollo: este profesor preocupado por el crecimiento interior discute desde hace a?os la pretensi¨®n de que el hombre sea feliz con la posesi¨®n de cosas. Con todo, "Me siento muy celt¨ªbero", dice.Es, en efecto, barojiano. Por ejemplo, prescinde de las varias mesas de que dispone y prefiere escribir -lo hace de madrugada- en una tabla que instala sobre los brazos de un sill¨®n. En la universidad no descansaba en sus ayudantes y era uno de los pocos catedr¨¢ticos empe?ados en corregir los cientos de ex¨¢menes de los alumnos a su cargo, a quienes atend¨ªa en el Aula 30, una cafeter¨ªa de la ciudad universitaria. Muchos lo recuerdan. Los de siempre lo juzgaban loco o al menos raro. "Intento la humildad porque, adem¨¢s, creo que es una de las grandes fuerzas en la vida", dice.