Jos¨¦ Luis Sampedro busca la sencillez en 'La sonrisa etrusca'
El escritor de 'Octubre, octubre' publica la historia de un campesino que descubre a su nieto en la ciudad
Se conmueve cuando se le dice que su nuevo libro, La sonrisa etrusca, parece escrito con vocaci¨®n de sencillez y fuerza. "Escribo con una pasi¨®n enorme", dice Jos¨¦ Luis Sampedro. "La pasi¨®n de expresarme. En el libro no hay trucos literarios. Est¨¢ escrito con la m¨¢xima sencillez que he podido alcanzar". La novela de este hombre descomplicado y entusiasta, que se tiene por un buen constructor de historias, trata de un viejo partisano calabr¨¦s que viaja a Mil¨¢n para ver al m¨¦dico y descubre a su nieto, y a trav¨¦s de ¨¦l vuelve a vivir. Jos¨¦ Mar¨ªa Caballero Bonald y Luis Carandell presentar¨¢n La sonrisa etrusca esta tarde en la Sociedad General de Autores de Espa?a.
Vive a cien pasos de la Gran V¨ªa, en un ¨¢tico grande y luminoso lleno de silencio, con una terraza algo silvestre, y entre sus cuadros figura un retrato suyo hecho por Mompou en 1957 en el que aparece con un sombrero de paja comprado en el Rastro por dos pesetas un d¨ªa de calor exagerado, y el gancho del arrastre de barcas de El r¨ªo que nos lleva.Cuando en 1983 termin¨®, al fin, Octubre, octubre, despu¨¦s de 19 a?os de esfuerzo, Sampedro eligi¨® entre sus m¨²ltiples ideas la de contar La sonrisa etrusca: la historia de un viejo campesino calabr¨¦s que viaja a Mil¨¢n para que un m¨¦dico le confirme lo que intuye. El ahogo que la ciudad produce en ese hombre libre quedar¨¢ compensado por el descubrimiento de su nieto, Bruno, que inspira los fragmentos m¨¢s cristalinos de un relato ya de por s¨ª transparente como fue el prop¨®sito: escribir algo como La historia de la Orden de San Jer¨®nimo, de Jos¨¦ de Sig¨¹enza, de la que oy¨® hablar en p¨¢ginas de Miguel de Unamuno. Ah¨ª aparece un manantial que el escritor retuvo en la memoria durante 40 a?os y que le ha guiado para el tono del libro. "No hay trucos literarios. Est¨¢ escrito con la m¨¢xima sencillez que he podido alcanzar. A lo que juego es a que haya toda la ternura posible con toda la transparencia posible".
Historias
"Hay muchas historias en la novela", reconoce, "pero en la vida siempre hay muchas historias". Todas ellas tienen un precedente en la vida real. La pasi¨®n por la naturaleza, representada en ese viejo anarquista que Sampedro retrata c¨¢lidamente viene de aquel a?o que pas¨® cuando ten¨ªa 9 ¨® 10 en casa de su t¨ªo el m¨¦dico en un pueblecito de Soria, y de la guerra de Espa?a; mejor dicho, de sus recorridos por los campos, soldado sucesivo en los dos ej¨¦rcitos enfrentados, y de su contacto con sus colegas campesinos. En la guerra lleg¨® como m¨¢ximo a cabo. "Ya entonces no me gustaba mandar", dice. De aquel recuerdo naci¨® tambi¨¦n El r¨ªo que nos lleva y, posteriormente, su nombramiento de Ganchero Mayor del Reino con el que lo condecor¨® el ayuntamiento conquense de Peralejos de las Truchas.La historia del abuelo y el ni?o: "Hombre, claro", reconoce Sampedro, "¨¦se es el gran tema". En su despacho, en un rinc¨®n, un triciclo. Reconoce m¨¢s cosas: el ni?o es su nieto, Miguel, de cuatro a?os, que vive en Aravaca, Madrid, y con quien va a jugar muchas tardes, y reconoce que los pasajes que al ni?o ata?en son verdaderos como pocos. "Toda novela a la que uno se entrega podr¨¢ ser mala, pero es autobiogr¨¢fica".
Salvatore, el viejo, no teme la muerte agazapatada tras el dolor que a veces le roe las tripas, pero le obsesiona morir despu¨¦s de Cantanotte, el viejo fascista semiparal¨ªtico de su pueblo con quien mantiene un viejo enfrentamiento. " ?Yo no le doy a ese cabr¨®n el gustazo de ir a mi funeral!", dice el antiguo partisano. "Tambi¨¦n soy eso", dice Sampedro; "Cantanotte tiene sus razones. Todo ser humano tiene su raz¨®n. No la raz¨®n, pero s¨ª su raz¨®n".
?Por qu¨¦ en Italia? "En el fondo se podr¨ªa contar igual con la historia de un extreme?o en Madrid, por ejemplo, pero al p¨²blico le cuesta m¨¢s identificarse con el personaje de un mundo que ¨¦l ya conoce y no se entrega tanto al personaje".
Llama la atenci¨®n la intensidad con que escribe Sampedro. De hecho, llama la atenci¨®n la intensidad que pone para cualquier cosa. Escribi¨® Congreso en Estocolmo -una de sus siete novelas, aunque ha publicado cinco- en el verano de 1951, a veces en un tren de cercan¨ªas, con una m¨¢quina port¨¢til en las rodillas. Aquel verano sufr¨ªa un trabajo que no le satisfac¨ªa y escap¨® con la escritura. Un d¨ªa, un se?or le protest¨® en el tren: "Con el calor que hace aqu¨ª, y usted escribiendo; nos da m¨¢s calor". La rapidez de Congreso... fue excepci¨®n: El r¨ªo... le llev¨® 11 a?os, y Octubre..., 19.
No se siente desbordado por la importancia de Octubre..., reconocida con bastante unanimidad tras su publicaci¨®n. "Cada obra es distinta". En ella, siempre supo que su ambici¨®n de crear un mundo era desmesurada. "Sobre 100, consegu¨ª digamos 70. En La sonrisa... me he acercado m¨¢s".
Gald¨®s y Victor Hugo dibujaban sus personajes. Sampedro consigue fotos de ellos, y particularmente de los femeninos, m¨¢s dif¨ªciles. La cara de ?gata, en Octubre..., es la de un paje que aparece en un cuadro renacentista italiano hallado en una revista tras a?os de b¨²squeda. "Recort¨¦ la imagen y la llev¨¦ en la cartera durante ocho o diez a?os como si fuera una novia". La formidable documentaci¨®n que se encuentra tras toda novela de Sampedro tiene un s¨®lo objetivo: "Que yo me crea mi historia. Si no me la creo yo, ?c¨®mo voy a a convencer a los dem¨¢s?". Sampedro puede mostrar los mapas de Madrid, desde el a?o 1600, que us¨® para Octubre..., o las minuciosas planillas en las que sigue la vida de sus personajes.
Aventuras
El escritor se considera a s¨ª mismo m¨¢s un anarquista que otra cosa. No soy un anarquista de poner bombas, como no lo son los anarquistas de verdad. Soy un anarquista un poco barojiano. Me gusta ir gratis a los institutos de la periferia de Madrid y esas cosas". Esas cosas son, por ejemplo, sus paseos por Madrid, "que es donde est¨¢n las grandes aventuras. Lo bonito de Madrid es, todav¨ªa, la tremenda facilidad de hablar con cualquiera". Aventura es para este joven de 68 a?os encontrar una peluquer¨ªa donde, bajo el perfil de una mujer a?os veinte, aparece la leyenda "Se arregla el pelo a se?oritas", o poder aprender los nombres de pasteles en el escaparate de la confiter¨ªa de la esquina. La sonrisa etrusca est¨¢ impresa Sampedro ya acaricia la idea de escribir la historia de la vieja sirena: una sirena que envejece, un ser inmortal que envejece. "?Un tema fabuloso!", se entusiasma, y por una vez se pone abstracto: "La voluptuosidad de la sombra de la muerte cerca de la vida".
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