La p con la a, pa
El maestro Anto?ete dicta su lecci¨®n, y esa lecci¨®n es unas veces m¨¢s densa que otras, pues no siempre est¨¢ el cuerpo para trigonometr¨ªas. As¨ª, hay d¨ªas que toca la teor¨ªa cu¨¢ntica y otros la cartilla. Ayer correspondi¨® la cartilla, y no toda, s¨®lo sus primeras letras. Algo es. De manera que subi¨® el maestro Anto?ete a la tarima, se acerc¨® al encerado, se hizo en el aula un silencio total, cogi¨® la tiza y escribi¨® con pausado primor de pendolista: "La. p con la a, pa". Y, ?oh!, qu¨¦ murmullo de admiraci¨®n entonces.La c¨¢tedra intercambiaba asentimientos: "La p,con la a, pa; qu¨¦ verdad m¨¢s grandes es esa". El maestro mir¨® altivo al alumnado, gir¨® el talle con un moh¨ªn, y fuese. La lecci¨®n hab¨ªa sido dictada. Otro d¨ªa habr¨¢ m¨¢s, y veremos de qu¨¦ se trata. A lo mejor es la teor¨ªa cu¨¢ntica del toreo al natural. Ayer no hubo de eso. Ayer en Las Ventas el maestro no ten¨ªa el cuerpo para trigonometr¨ªas, aunque le pusieron delante un toro de encastada nobleza, para que explicara lo que le diera m¨¢s gusto.
Plaza de Las Ventas
31 de mayo. Decimoctava corrida de feria.Toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, en general con trap¨ªo (el sobrero, impresentable). Encastados y bravos pero renqueantes. Anto?ete. Estocada corta (pitos). Bajonazo (vuelta con protestas). Rafael de Paula. Dos pinchazos bajos y bajonazo descarado (divisi¨®n). Pinchazo hondo ca¨ªdo (protestas). Manuel Cascales, que confirm¨® la alternativa. Pinchazo hondo y descabello (silencio). Dos pinchazos y estocada delantera atravesada que asoma (silencio).
El gusto que m¨¢s le dio fue el derechazo. Tres tandas de derechazos ejecut¨® el maestro, que pase a pase ser¨ªan discutibles mientras en conjunto resultaron una hermosa obra. Pase a pase, desbrozados los que el toro alcanz¨® la muleta y punte¨® tela, m¨¢s los que aceler¨®, de nueve quedar¨ªan con temple dos o tres. Lig¨® bien los pases de pecho y uno posey¨® singular enjundia. ?Aqu¨¦l en que cambi¨® de mano por la espalda, dio distancia, adelant¨® el engaflo, se trajo el toro toreado y lo vaci¨® aliviando la embestida hacia afuera pero barri¨¦ndole los lomos de cabeza a rabo?. Justo, aqu¨¦l; todos de acuerdo.
La acendrada torer¨ªa de Antoflete barniza de maravilla lo que podr¨ªa ser mediocre toreo y pone en los ojos de la afici¨®n las chirivitas de los grandes acontecin¨²entos. La plaza entera present¨ªa la faena cumbre, y un educando de las ¨²ltimas filas grit¨®: "?La izquierda!". No hubo izquierda. El maestro mir¨® altivo al insolente educando (de hito en hito al toro, que ten¨ªa casta, lo cual siempre es un problema), gir¨® el talle con un moh¨ªn, peg¨® un sartenazo de abrigo y fuese.
A algunos les defraud¨® tan angosto caudal de sabidur¨ªa, sin percatarse de que Antoflete no est¨¢ para trotes. Pudo verse en su primero, un inv¨¢lido. Durante el trasteo, el toro perdi¨® pezu?a, y pie el maestro, y de los dos al que m¨¢s trabajo cost¨® levantarse fue el maestro.
Para su fortuna tiene un ayudante de c¨¢tedra, Mart¨ªn Recio, que tambi¨¦n es maestro en lo suyo, er¨ª bregar a los toros por delante llev¨¢ndolos humillados, y los mejora. El p¨²blico le ovacion¨® largo, por esta excelente tarea. Tambi¨¦n ovacion¨® a Pep¨ªn Fern¨¢ndez en los pares de banderillas y cuando fij¨® al quinto toro con un torer¨ªsimo capotazo a una mano. Un sensacional lance.
Despu¨¦s de la asignatura de t¨¦cnica ven¨ªa la de arte, a cargo de Rafael de Paula, cuera cruj¨ªa. Hizo lo que pudo para explicar la ver¨®nica aromatizada de alhel¨ª, pero los alumnos no le entend¨ªan. En er¨¦, que es donde tiene su c¨¢tedra, le entienden mejor. Tambi¨¦n hizo lo que pudo para explicar el derechaz¨®, pero ahora quien no le entend¨ªa era el toro. "Y d¨ªgame, artista vestido de rosicler", le mug¨ªa el toro; "si me pone la muleta delante para que la tome, cuando voy, ?por qu¨¦ me la quita con tanto desaire?. ?Acaso pretende volverme loco o qu¨¦?".
Rafael de Paula, catedr¨¢tico de arte en er¨¦, hac¨ªa que no o¨ªa y el toro, en efecto, iba a volverse loco de un momento a otro. Mientras tanto, el aula se impacientaba y en un sector polemizaban coh alboroto gitanos contra payos. Los gitanos, ex¨¦getas del paulismo, pretend¨ªan adoctrinar a los payos, que se obstinaban en, no aprender, y cuando a estos les pareci¨® excesiva la presi¨®n ideol¨®gica, llamaron a los guardias. Siempre los guardias, en los toros. Es una fiesta singular.
A la autoridad m¨¢xima, otros sectores pretend¨ªan expulsarla porque los toros sal¨ªan renqueantes, y esto, en la c¨¢tedra, es ignominia. "?Fuera del palco, dimisi¨®n!", voceaban al funcionario investido de la m¨¢xima autoridad, que entretiene su peculiar cometido tras el tapiz haciendo el Don Tancredo. Por fin consiguieron que el ¨²ltimo de esos toros volviera al corral, de donde no deb¨ªa haber salido, y el que le sustituy¨®, peque?¨ªn y claudicante, a¨²n menos debi¨® saltar a la arena.
Le correspondi¨® a Manolo Cascales que, de momento, no es maestro ni profesor de nada en tauromaquia; si acaso aprendiz de todo, y se le notaba. Se le not¨® en ese sobrero y en el toro de la alternativa, bravo y manejable. Desde echar el paso atr¨¢s y no aguantar las embestidas, hasta amanoletar su toreo, o m¨¢s bien acascalarlo -con perd¨®n- repitiendo el estilo de su padre, que fue matador de toros, cuanto hizo en el ruedo agrad¨® muy poco a los aficionados.
Especialmente para el nuevo matador fue muy ¨²til la lecci¨®n del maestro, que adem¨¢s era su padrino. Ya sabe: en toreo, como .en todo, por ah¨ª se empieza: la pe con la a, pa. Y ahora, a aprender y practicar, hasta que salga.
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