El silencio de Leonardo Boff
A la espera de reacciones colectivas y m¨¢s cualificadas -que me asombra no se hayan producido ya, o muy escasamente-, no me resisto a decir mi palabra sobre el silencio voluntario impuesto a Leonardo Boff por la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe vaticana.Quisiera comprender y medir, ante todo, la dureza de la medida para el mismo Boff, sin entrar a valorar ahora su postura de acatamiento y de silencio. La avalancha de cosas serias que pasan todos los d¨ªas nos impide considerarlas por dentro, en una dimensi¨®n de cierta profundidad. Los dramas de conciencia son siempre respetables, al menos, y quiz¨¢ sobre todo, por la carga de dolor que llevan consigo.
No es f¨¢cil tampoco decir sobre esto algo libre, sensato y oportuno, porque a uno le apetece pasar ya de estas cosas. Llevamos demasiado tiempo atrapados en batallas eclesiales que nos importan, nos afectan y sobre todo nos cansan profundamente, porque no llevan traza alguna de arreglo, sino m¨¢s bien de empeoramiento progresivo.
Malos tiempos, pues, ante los que son dif¨ªciles las palabras y las actitudes. Sin af¨¢n sectario, pero con libertad, muchos creemos en otro tipo de Iglesia y trabajamos por ella. Lo que no nos descarga del peso de una instituci¨®n r¨ªgida, desacorde con los tiempos que vivimos, poco evang¨¦lica y dif¨ªcilmente cre¨ªble y presentable.
Ciertamente, hay cosas m¨¢s importantes y graves que ¨¦sta a nuestro alrededor: la angustia del paro, la desesperaci¨®n del terrorismo, el azote de la delincuencia y de la tortura, las m¨²ltiples desgracias diarias, la falta de salidas... Por eso mismo desear¨ªamos una Iglesia que nos aportara algo m¨¢s de
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