4 / Do?a Emilia y los pornos
Cuando la Pardo Baz¨¢n se quitaba la dentadura / De La Coru?a a Madrid o un Zola con bragas / "La inevitable do?a Emilia" / La mujer que fue todo un "hombre de letras" / Entre Feijoo y Blasco Ib¨¢?ez, la primera "liberada" espa?ola El naturalismo como artificialismo La erecci¨®n de un pazo entre los Ulloa y los Franco / Los pornos, hijos "naturales" y literarios de do?a Emilia / Trigo, Hoyos y Vinent, Belda, Olmet, El Caballero Audaz, a quien Miguel de Unamuno llam¨® "el carretero audaz" / Con Zamacois, por la acera de enfrente / Continuar¨¢ en el pr¨®ximo n¨²mero.
Me lo dijo Blasco Ib¨¢?ez en su gran casa de Par¨ªs, que Unamuno, como ya se ha contado en estas ver¨ªdicas memorias, hab¨ªa llenado de Gredos y sierra:-Cuando do?a Emilia se quitaba la dentadura. Ay cuando do?a Emilia se quitaba la dentadura...
Parece que la dentadura estorba el beso, o lo que fuere, y que do?a Emilia era mejor novia sin la dentadura postiza o pr¨®tesis dental, teniendo en cuenta, adem¨¢s, que en aquella ¨¦poca, entre el nacimiento del siglo y los felices veinte, la odontolog¨ªa de la deontolog¨ªa, o a la inversa, era a¨²n artesanal y rudimentaria. Do?a Emilia Pardo Baz¨¢n inaugura en Espa?a el naturalismo europeo, concretamente franc¨¦s, y m¨¢s concretamente adscrito a Emile Zola. Me lo dir¨ªa muchos a?os m¨¢s tarde Miguel Mihura, en su piso de General Pardi?as (hoy no s¨¦ qu¨¦), cojo ya de las dos piernas, de la buena y de la mala:
-Mira, Umbral, el naturalismo, llevado a sus ¨²ltimas consecuencias, hubiera exigido que esas estatuas tan realistas que decoran Madrid, tuviesen debajo de la levita el chaleco con todos sus botones; debajo del chaleco, la camisa con todos sus rizados; debajo de la camisa, el cuerpo con todo su esqueleto, gl¨¢ndulas y cosas.
Efectivamente, el naturalismo es una f¨®rmula delirante de seguimiento de la realidad que termin¨®, como era inevitable, en Dal¨ª y el surrealismo. Tanta realidad llega a marear. Do?a Emilia era un Zola con bragas. Zola escrib¨ªa de las tabernas de Par¨ªs sin ir nunca a las tabernas. Prefer¨ªa la informaci¨®n a la observaci¨®n diaria. Zola escribe su novela La Obra sobre/contra C¨¦zanne. Lo pone como no digan due?as. Los pintores siempre tienen que estar defendi¨¦ndose de los escritores, que se obstinan en interpretarlos. Y los escritores de los cr¨ªticos. El creador siempre tiene detr¨¢s una estela de escribas que "interpretan". A mayor grado de creaci¨®n (el pintor y el m¨²sico son el m¨¢ximo), m¨¢s espeso contingente de interpretaci¨®n. Susan Sontag, una Pardo Baz¨¢n yanqui, ya escribi¨® "contra la interpretaci¨®n", pero como si nada. Do?a Emilia Pardo Baz¨¢n, gorda y l¨²cida, con algo de sirena madura y entrada de las R¨ªas Bajas (las sirenas tambi¨¦n envejecen), fue la reina gobernadora de la literatura espa?ola hasta casi los a?os veinte, la primera "liberada" de Espa?a, con lo que los literaturillos machirulos la llamaban "la inevitable do?a Emilia". El feminismo andante de hoy le debe un homenaje a la Pardo Baz¨¢n. Por ella puede decirse que la espa?ola principia a ser mujer/individuo, que lo individual principia a poder ser femenino. Parece que tambi¨¦n estuvo de novia con Gald¨®s y hasta con el meteco G¨®mez Carrillo, pero no consta. Do?a Emilia es la mujer que, entre dos siglos, fue todo un hombre de letras.
Y decimos esto porque hizo todos los g¨¦neros literarios, incluso los marginales a la literatura, como el ensayo o el teatro. Do?a Emilia empieza glosando a Feijoo, casi nuestra ¨²nica figura v¨¢lida del XVIII, ese siglo que no pas¨® por Espa?a (la v¨¦rtebra que le falta a la Espa?a invertebrada del otro). Blasco Ib¨¢?ez, un suponer, aparte lo de la dentadura, hace un naturalismo valenciano de estampa, que queda bien, pero se pierde en cuanto ensaya la novela cosmopolita y mundana, como A los pies de Venus, que es la glosa de un chufero de blus¨®n negro que quisiera pintar de rouge la boca de las estatuas cl¨¢sicas.
El naturalismo no es sino la consecuencia de la concepci¨®n burguesa del arte. La burgues¨ªa ha ascendido a aristocracia del trabajo, desde la Revoluci¨®n Francesa, y s¨®lo entiende un arte ¨²til (el vomitivo y joseantoniano "magisterio de costumbres") o un arte calcado de la vida -naturalismo-, ya que si algo le ha sido negado a la burgues¨ªa burguesa es la imaginaci¨®n. Pero el naturalismo no es sino otro artificialismo, un manierismo de lo cotidiano, que Machado llam¨® "eventos consuetudinarios que acontecen en la r¨²a", y Ortega llam¨®, refiri¨¦ndose a Azor¨ªn, "primores de lo vulgar".
Miguel Mihura, maestro, amigo, muerto, me hab¨ªa definido bien la locura del naturalismo: puestos a ser naturalistas, habr¨ªa que hacer el chaleco de las estatuas, bot¨®n por bot¨®n, y luego la anatom¨ªa, v¨ªscera por v¨ªscera. Nada de esto tiene sentido despu¨¦s de Baudelaire, que es la modernidad y la s¨ªntesis, que da un mundo en una imagen. O sea que do?a Emilia no hab¨ªa le¨ªdo a Baudelaire, o no lo hab¨ªa entendido. Su Baudelaire del Retiro era Campoamor. Un pazo de do?a Emilia, quiz¨¢ el de Ulloa, pasa luego a los Franco, con el nombre de Pazo de Meir¨¢s. Y da lugar a un t¨ªtulo pseudonobiliario: Se?ora de Meir¨¢s.
La cosa es inopinadamente democr¨¢tica por cuanto eleva a aristocracia el tratamiento de "Se?ora". Nuestra actual monarqu¨ªa democr¨¢tica, nuestra actual democracia mon¨¢rquica, le ha respetado el pazo y el t¨ªtulo a una se?ora.
Saltar de do?a Emilia a los pornos de los veinte, supone una cierta violencia hist¨®rica que a uno, como historiador de ocasi¨®n, como cronista del siglo XX que ha vivido (llega una edad en que es como si uno hubiese vivido el siglo completo), no deja de dolerle. Pero lo cierto es que los pornos de la novela verde, la novela corta, la novela del s¨¢bado y otras novelas, nacen de un rar¨ªsimo machihembrado entre el naturalismo de do?a Emilia (que muere en el 21 o por ah¨ª) y el cosmopolitismo de Paul Morand, vagamente tocado ya de vanguardismo. Los pornos de los veinte son los hijos "naturales" de do?a Emilia. "Naturales" por habidos inopinadamente y "naturales" por practicar un naturalismo degradado y chuleta.
Felipe Trigo es un Flaubert de la Ciudad Lineal. O sea, de Arturo Soria. Lleg¨® a meter mucha conciencia social en sus libros, y habl¨® por los caf¨¦s de hacer una gran Fundaci¨®n ben¨¦fica para escritores. Como Blasco. Nunca hizo nada. Hoyos y Vinent, arist¨®crata, socialista y homosexual, es el primer y m¨¢s grande heterodoxo del naturalisi?o de do?a Emilia, contagiado ya del cosmopolitismo de Paul Morand, un cosmopolitismo que no quer¨ªa moverse de la metr¨®poli madrile?a, una marquesona de manga perdida, sorda, con abrigo sin botones, que ¨¦l mismo se sujetaba en la cadera con una mano enjoyada. Lo m¨¢s discreto para ir a Lavapi¨¦s a hacer, socialismo, que es donde ¨¦l iba. Naturalmente, los nacionales le asesinaron por rojo.
Comprende uno, ya est¨¢ dicho, que hay como una cierta violencia cronol¨®gica en saltar de la inevitable do?a Emilia a sus sobrinos o hijos naturales, los pornos de los 20, que tambi¨¦n iban de naturalistas, inficcionados ya, algunos, del cosmpolitismo paulmorandiano. Esta violencia consiste en ignorar nada menos que el 98, generaci¨®n o lo que sea, de la que se tratar¨¢ en el pr¨®ximo n¨²mero, pero la secuela de do?a Emilia y el naturalismo no es el 98, sino los pornos de los 20. Prefiero la coherencia ideol¨®gica a la coherencia cronol¨®gica, mec¨¢nica, y es una norma que me he marcado en estas memorias de un hijo del siglo. Joaqu¨ªn Belda, glorioso autor de La Coquito, es hoy impresentable, aunque La Coquito se ha reeditado no hace mucho. Pedro Mata era un funcionario que correg¨ªa y repasaba sus originales como Mallarm¨¦e, y hac¨ªa una prosa como deestar en Correos, aunque luego, el que estuvo en Correos fue Jos¨¦ Franc¨¦s, desconcertante como se?or, autor de un libro de cuentos que me fascin¨® en la casi infancia, Miedo, cr¨ªtico de arte, padre de Juana Franc¨¦s, la original pintora, y escritor a quien yo escuch¨¦ una conflerencia en la Diputaci¨®n vallisoletana y filipense de los cincuenta, donde hablaba mucho de los vencejos, y daba muy bien la idea de su vuelo moviendo una mano rasante.
Luis Ant¨®n del Olmet no ten¨ªa otro m¨¦rito que sus m¨¦ritos amorosos y dule¨ªsticos sobre Vidal y Planas. Jos¨¦ Mar¨ªa Carretero, "El Caballero Audaz", lo que hizo bien fue la entrevista literaria, no informativa, o informativa de otras informaciones, y uno recuerda, como magistral entre las suyas, la que le hizo a don Luis de Mazzantini, el ¨²nico torero con "don", yendo ambos a la plaza, en calesa, a trav¨¦s de Madrid. A Jos¨¦ Mar¨ªa Carretero, "El Caballero Audaz", Unamuno le llamaba, con toda justicia, "el carretero audaz". Despu¨¦s de la guerra hizo novela rosa/fascista. Rafael L¨®pez de Haro, me parece que notario de oficio, hizo el porno realista (que ellos llamaban "psicol¨®gico") en novelas como Ella fue honesta, t¨ªtulo tan parecido a uno de Hoyos: De c¨®mo dej¨® Sol de ser honrada. Las ilustraciones de Penagos, Baldrich y Rivas ayudaban mucho, a estos que he definido como "golfos del 98", en su difusi¨®n entre el p¨²blico. S¨®lo Baroja ha tenido tan buen ilustrador y portadista, gracias a su hermano Ricardo, personaje barojiano y, para m¨ª, mucho m¨¢s interesante que don P¨ªo. Alberto Ins¨²a (1) dio la nota con El negro que ten¨ªa el alma blanca, glosa sentimental de la invasi¨®n de los negros fr¨ªvolos en la Europa feliz, precedida por el coleccionismo de Picasso de idolillos negros, que plagi¨®/recre¨® mucho, en Par¨ªs, guard¨¢ndolos luego en el armario para que no los viesen las visitas: ocultando sus fuentes, como todo maestro sabio y como el zorro en la zorrer¨ªa. Borrando sus huellas. Eduardo Zamacois vino en torno del a?o 70, poco antes, poco despu¨¦s. Ten¨ªa el pelo blanco y los trajes bien cortados. Fuimos amigos y me ensefl¨® el chisc¨®n de zapatero donde hab¨ªa vivido con Rub¨¦n. Pero yo no hab¨ªa le¨ªdo ning¨²n libro suyo ni pienso leerlo.
-Ah, la fascinaci¨®n de la acera de enfrente.
Zamacois dec¨ªa cosas as¨ª, de pronto, sobre la marcha. Cre¨ªa que en Madrid hab¨ªa que seguir haci¨¦ndoselo de escritor, como antes de la guerra. O sea que pase¨¢bamos siempre por la acera de enfrente. Artemio Precioso, de prosa obviamente preciosista, fue hombre muy de izquierdas, y muy m¨®rbido en sus descripciones de la pasi¨®n de mujeres blancas vesfidas de negro. Una vez lo cit¨¦ en una columna y en seguida me sali¨®, el hijo (como me sali¨® el hijo de Alcal¨¢ Zamora, a prop¨®sito de otra cosa), para poner los puntos sobre no s¨¦ qu¨¦ ¨ªes. Nuestro impagable/indecible Lauro Olmo propici¨® la entrevista en el Lyon de: Alcal¨¢. Artemio Precioso junior era un espa?ol del exilio, un matem¨¢tico muy inteligente, un hijo que reivindicaba la memoria de su padre, hombre con el coraz¨®n a la izquierda. Me parece que quedamos muy amigos.
1. A Ins¨²a, que ten¨ªa una hermana escritora, Sara Ins¨²a (quiz¨¢ se firmase Sarah), a¨²n lo alcanc¨¦, muy mayor, paseando por su barrio de Arg¨¹elles, del que ya no sal¨ªa para nada. Hac¨ªa art¨ªculos largos y malos en el Madrid de los Pujol, en el medio siglo, mientras que los de L¨®pez de Haro eran buenos, o a m¨ª me lo parec¨ªa, en el mismo peri¨®dico.
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