El ser del no-ser
Basta citar algunos t¨ªtulos, como La vida y la muerte en la m¨²sica de Debussy, Debussy y el misterio, El nocturno, De la m¨²sica al silencio o La m¨²sica y lo inefable para dejar bien sentado que el desaparecido VIadimir Jank¨¦l¨¦vitch no fue un music¨®logo, sino un fil¨®sofo. Sus reflexiones fueron siempre en pos del contenido musical: un contenido huidizo, en el que los opuestos -la luz y las tinieblas, la presencia y la ausencia, la improvisaci¨®n y la repetici¨®n- se encuentran en el tiempo y producen la magia del sonido. En base a estos par¨¢metros habl¨® del car¨¢cter raps¨¢dico de la obra de Alb¨¦niz, de la proximidad lejana de la de S¨¦verac y de la "fiesta de la presencia ausente" de Mompou, del que fue amigo.Su pensamiento se introdujo en un terreno en el que la musicolog¨ªa de signo positivista se ha encontrado tradicionalmente perdida: el de los g¨¦neros musicales. Es suficiente hojear cualquier enciclopedia de m¨²sica para apercibirse de que las definiciones de t¨¦rminos como nocturno o rapsodia, por citar s¨®lo los dos g¨¦neros, no consiguen superar el bajo list¨®n de la tautolog¨ªa. El hecho es de por s¨ª bastante significativo: cuando se precisan definiciones que vayan m¨¢s all¨¢ de la gram¨¢tica y de la sintaxis musicales, la musicolog¨ªa se siente impotente. Sabe llenar p¨¢ginas sobre la forma-sonata o sobre la fuga, porque tiene las herramientas para explicar sus articulaciones internas, pero tampoco de ellas consigue dilucidar su sentido ¨²ltimo. Y aqu¨ª es, justamente, donde el fil¨®sofo puede y debe intervenir: analizando el car¨¢cter discursivo del g¨¦nero musical.
En la m¨²sica nocturna, Jank¨¦l¨¦vitch descubre dos temas nocturnos de base, seg¨²n sus propias palabras: el ser del no-ser, o momento ambiguo de la nocturnidad en la que es imposible afirmar si algo es o no es; y un segundo momento de intuici¨®n de un orden vital, "seg¨²n el cual lo informe sube progresivamente hacia la luz". En la contradicci¨®n de los dos momentos se halla el sentido de la metaf¨ªsica del nocturno, cuyas manifestaciones intercambiables de superficie son precisamente los g¨¦neros de la m¨²sica nocturna: la canci¨®n de cuna, la barcarola, la marcha f¨²nebre, el nocturno o el claro de luna.
Jank¨¦l¨¦vitch ha dejado abiertas las puertas, con sus agud¨ªsimas reflexiones, hacia una ret¨®rica musical. A sus herederos corresponde impedir que se cierren.
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