La selecci¨®n espa?ola acab¨® el torneo vapuleada en los cinco minutos de la pr¨®rroga

Espa?a termina el Europeo de baloncesto en la cuarta posici¨®n. No se cumpli¨® el objetivo. El ¨²ltimo sorbo fue decepcionante y en la re tina del espectador apenas se mantienen ya las im¨¢genes del encuentro frente a la URSS. Al sabor amargo de la derrota ante Checoslovaquia se le unieron, lastimosamente, los cinco minutos de la pr¨®rroga con Italia. Dado el potencial real de la selecci¨®n, la cuarta plaza no es satisfactoria. Pod¨ªa haber sido peor, quiz¨¢, pero tambi¨¦n mucho mejor. Los jugadores deseaban combatir por la medalla de oro. Se quedaron con las ganas de hacerlo.Espa?a tuvo tiempo para lucha por la medalla de bronce. El juego italiano, con propensi¨®n a controlar el reloj, result¨® favorable para el espa?ol por varios motivos: su lentitud y su falta de garra concedieron minutos de alivio a los es pa?oles, que encontraron m¨¢rgenes para ajustar una defensa zonal y que estuvieron sobrados de segundos para olvidarse de lo que hab¨ªa sucedido el d¨ªa anterior.
En los minutos finales, antes de la pr¨®rroga, se encontr¨® el deseo de ganar. Tristemente, la pr¨®rroga sirvi¨® para que se extendiera una irreversible relajaci¨®n, que motiv¨® un extra?o descalabro general en muy poco tiempo. Quien s¨®lo viera los ¨²ltimos tres minutos no podr¨ªa explicarse c¨®mo Espa?a hab¨ªa podido forzar la pr¨®rroga. Villacampa sell¨® su recuperaci¨®n como internacional con una canasta en el ¨²ltimo segundo antes de la pr¨®rroga, pero fue injustamente marginado de algunos pases decisivos en ella. Y es que, del banquillo hacia afuera, hay demasiadas circunstancias que no empiezan a entenderse.
Estudiar el banquillo
Estudiar el banquillo espa?ol se ha convertido en rutina de obligado cumplimiento durante este torneo y ayer, como dato para el estudio, se comprob¨® c¨®mo demasiados jugadores buscaron con determinaci¨®n uno de los extremos. Por un momento, en el banquillo se form¨® un descalabro claro entre las sillas ocupadas por los t¨¦cnicos y las de los jugadores. Quienes emprend¨ªan la retirada buscaban la cercan¨ªa de uno de los extremos, que sufri¨® aglomeraci¨®n en algunos minutos; buscaban tambi¨¦n la cercan¨ªa del doctor Crist¨®bal, hombre que puede ser clave para que la selecci¨®n espa?ola siga siendo, en algunas facetas, el equipo nacional. Esa distinci¨®n entre selecci¨®n y equipo, que tan acertadamente ha matizado siempre D¨ªaz Miguel, necesita, por lo que se ve, de cierto ung¨¹ento que est¨¢ en manos del doctor Crist¨®bal.
Y en el banquillo de esta selecci¨®n-equipo estuvo Vicente Gil durante toda la primera parte. Gil parece mentira, ha dado toda la raz¨®n a D¨ªaz Miguel, ampliamente contestado por la decisi¨®n de ingresar a este jugador veterano y peque?o en lo que parec¨ªa coto cerrado de la selecci¨®n. Gil acaba el torneo en loor de multitudes porque ha sido el director de juego que ha sabido despertar en sus compa?eros las mejores esencias.
Quiz¨¢ porque en Espa?a el genio siempre se ha relacionado con la altura en relaci¨®n inversa, Vicente Gil ha destacado a¨²n m¨¢s. Quiz¨¢ porque parezca excesivamente bajo, han sobresalido sus carreras, su rapidez, su pase largo su inquietud y su garra. Gil despert¨® ayer a la selecci¨®n mientras estuvo en cancha.
La tristeza de la primera parte se convirti¨® en alegr¨ªa, rapidez y fluidez por unos minutos. Fernando Mart¨ªn era comprendido en su juego, los lanzadores encontraban el camino algo m¨¢s despejado y se dio la orden de salir al contraataque, que hab¨ªa llevado en exclusiva Iturriaga durante alg¨²n tiempo y cuyo testigo recog¨ªa Villacampa.
El encuentro Italia-Espa?a fue, sin lugar a dudas, la ceremonia de cierre del torneo. El URSS-Checoslovaquia no tiene inter¨¦s y, a su lado, el partido de ayer entre los finalistas de hace dos a?os fue una especie de final. Hubo disputa e inter¨¦s, aunque el juego no resultara brillante. Italia alcanz¨® la medalla de bronce, que sacia sus aspiraciones a la vista de la importancia de algunas bajas, conservando los valores tradicionales de su juego. El caso espa?ol ha sido el opuesto. Perdi¨® las mejores aspiraciones de su historia cuando se olvid¨® de su idiosincrasia.
Italia no dio ninguna sorpresa ante Espa?a. Defendi¨® fuerte, busc¨® la circulaci¨®n de bal¨®n que le interesaba, intent¨® seleccionar tiros c¨®modos, asest¨® algunas accione s de juego sucio y pele¨® por el rebote con ventaja. Esta ¨²ltima circunstancia, que se preve¨ªa m¨¢s igualada, result¨® fatal para que el juego espa?ol pudiera despegarse. Al final, el balance reboteador era desolador: 47 a 16 favorable a los italianos. Con estos datos, el partido estaba condenado, si no fuera porque Espa?a fue,ajustando, poco a poco, minuto a minuto, su moral, su ataque y su defensa.
La moral necesit¨® del tiempo. La lentitud de los italianos, su poca brillantez, su juego rebuscado y pesado dieron suficientes minutos a los espa?oles para centrarse en el partido. Aunque rozaron la ventaja de diez puntos, los italianos no encontraron el golpe de gracia y los espa?oles tuvieron cierto alivio. El ataque s¨®lo funcion¨® con la presencia de Iturriaga -dado que Epi se tuvo que retirar lesionado-, con la entrada de Gil y con la vivacidad de Villacampa, una sorpresa no suficientemente explotada en este campeonato. La defensa se ajust¨®, en una zona 2-3, a base de sufrir errores e ir corrigiendo sobre la marcha lenta de los italianos.
Con todo, Espa?a lleg¨® al final en disposici¨®n de poder conseguir el bronce. Pero la canasta de Villacampa se convirti¨® en una an¨¦cdota porque en la pr¨®rroga volvi¨® a aparecer el mal del desconcierto y la desconflanz¨¢, que ha sido, sin duda, el causante de la decepci¨®n. En esos cinco minuto Espa?a, que ya hab¨ªa perdido una medalla de mayores quilates por falta de confianza, fue vapuleada con un 6-18.
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