Poder y culpas de la Prensa
En Estados Unidos existen 1.750 diarios y 7.100 publicaciones semanales. Algunos de ellos son muy malos. Algunos tienen grandes irregularidades de un, d¨ªa a otro y de una semana a otra. Otros tienen incluso irregularidades entre p¨¢ginas cualquier d¨ªa de la semana. No obstante, en general, su labor de informaci¨®n en Estados Unidos es mejor de lo que se suele reconocer. Sin embargo, la industria period¨ªstica se siente actualmente combatida, discutida, no amada, y siente que su labor no es reconocida.En mi opini¨®n, una parte del problema se debe a que muchos lectores tienen una idea equivocada de lo que es un peri¨®dico. Esperan que un peri¨®dico, su peri¨®dico, sea completo y exacto. Y no hay nada m¨¢s lejos de la verdad. Los peri¨®dicos, especialmente los diarios, distan mucho de ser completos o totalmente exactos. Y es as¨ª porque su misi¨®n, como dijo en cierta ocasi¨®n un periodista, es "atrapar la historia en desarrollo". '
LAS LIMITACIONES DEL PERIODISMO
La labor de un peri¨®dico est¨¢ determinada por sus limitaciones institucionales. Una de estas limitaciones es el tiempo: hay unos plazos fijos, unos plazos diarios. Otra limitaci¨®n importante es el espacio: se dispone de un espacio determinado y basta. Los periodistas, a su vez, dependen de sus fuentes, y algunas mienten, otras confunden, otras no saben de qu¨¦ hablan y otras creen que lo saben, pero no es as¨ª. Los directores, a su vez, dependen de los periodistas: algunos tienen un coeficiente de inteligencia mayor que otros, a[ igual que metabolismos y capacidades diferentes. El peri¨®dico depende de una pantalla de radar peque?¨ªsima que refleja ¨²nicamente un n¨²mero limitado de los acontecimientos que tienen lugar.
Existen tambi¨¦n algunos mitos sobre la industria period¨ªstica. Un mito persistente es la existencia de una c¨¢bala, es decir, que peque?os grupos de directores se re¨²nen todas las ma?anas en las redacciones de los peri¨®dicos de todo el pa¨ªs y conspiran para atacar a alguien o a alguna instituci¨®n. La realidad es que, por lo general, se suelen reunir peque?os grupos de redactores jefes para ser m¨¢s bien reactivos que activos. Lo que hacen, por regla general., es practicar el periodismo de la misma manera que el Departamento de Estado practica la diplomacia, con una mentalidad de crisis y una reacci¨®n ante esa crisis. Por esta raz¨®n, Chipre no aparece en los peri¨®dicos, y Sr? Lanka, s¨ª, mientras que hace 10 a?os Chipre era noticia, y Sr? Lanka, no.
Otro mito, originado por la misma Prensa, es que los peri¨®dicos son objetivos en sus noticias. La verdad es que nadie puede arrancar las ideas de toda una vida a redactores y periodistas. D¨®nde nacieron, su origen familiar, raza, creencias religiosas, amigos, experiencia, etc¨¦tera, todos estos aspectos dictan subliminalmente el qu¨¦ y el c¨®mo informan y escriben lo que ven, de lo que se enteran y lo que deducen. Si la informaci¨®n est¨¢ totalmente sesgada se notar¨¢. Y ello porque las fuentes y los lectores pueden identificar al autor y pueden, y de hecho lo hacen, quejarse a directores y propietarios. En realidad, los peri¨®dicos tienen m¨¢s mecanismos para las reclamaciones de los consumidores que cualquier otra industria que conozco, incluyendo, adem¨¢s del tel¨¦fono, las cartas al director, anuncios, el defensor del pueblo, editoriales en sentido contrario y el poder de cancelar la suscripci¨®n.
Otro mito m¨¢s es el poder de los peri¨®dicos. A veces, esta idea sobre el poder de la Prensa se expresa de la manera siguiente: si la Prensa se hubiera ocupado m¨¢s de esto o de aquello las cosas hubieran sido muy diferentes a como sucedieron. Se dio un ejemplo de tal creencia a principios de febrero, durante una reuni¨®n a la que asist¨ª en Califomia. Un renombrado catedr¨¢tico universitario insisti¨® en que Walter Mondale habr¨ªa sido elegido presidente de Estados Unidos si la Prensa hubiera contado la verdad sobre Ronald Reagan. La otra cara de este punto de vista es la idea de que si los peri¨®dicos dejaran de publicar noticias sobre el secuestro de aviones (o de suicidios de j¨®venes, o abusos sexuales a los ni?os, o lo que ustedes quieran) en primera p¨¢gina disminuir¨ªan o se acabar¨ªan los secuestros de aviones. La total ridiculez de estos puntos de vista extremos deber¨ªa ser obvia, aunque al parecer no lo es. Resulta imposible predecir el impacto de una noticia determinada, como cualquier periodista podr¨¢ decirles.
EL PODER DE LA PRENSA
Los peri¨®dicos tienen poder, aunque mucho menos que la televisi¨®n o los cerdos de Orwell, y algunos peri¨®dicos tienen m¨¢s poder que otros. The New York Times, The Wall Street Journal y The Washington Post, por ejemplo, contribuyen a marcar la pauta para los noticiarios radiof¨®nicos, otros peri¨®dicos y la televisi¨®n. Tienen un importante efecto de onda. Esto se debe a que los leen la gente importante de Washington, adem¨¢s de los representantes de otros medios de comunicaci¨®n, y porque cuentan con los recursos necesarios para dar un tratamiento serio y regular a las noticias nacionales e internacionales.
Lo que ya est¨¢ menos claro es qu¨¦ art¨ªculo o art¨ªculos sobre cuestiones y procesos que afectan a la vida y al sistema de vida de los lectores dar¨¢n como resultado que suceda una u otra cosa, lo cual supondr¨ªa una medida de poder. El control de armas, por ejemplo, ha sido tratado por la Prensa; se han escrito editoriales, se han publicado numerosos comentarios sobre el tema en los peri¨®dicos norteamericanos, y sigue siendo un tema esquivo. El asalto colectivo a los conductores ebrios, por otro lado, parece tener cierto impacto en la legislaci¨®n, en la mentalidad de muchas comunidades y en el proceso judicial.
Sin embargo, es importante rese?ar que la Prensa no se ha inventado ninguna de esas dos cruzadas, ni la cruzada contra la violencia los s¨¢bados por la noche ni la otra, contra la permisividad con los conductores ebrios. De hecho, pocas veces es la Prensa la que empieza algo. Es m¨¢s com¨²n que los peri¨®dicos lleguen tarde y de forma inadecuada a los grandes temas. Los peri¨®dicos llegaron tarde y de una forma inadecuada al tema de los derechos civiles, al del movimiento feminista, al de la defensa de los consumidores, al del desaf¨ªo energ¨¦tico, a la defensa del medio ambiente, y cualquiera podr¨ªa seguir ampliando esta lista.
Tras haber trazado este esquem¨¢tico tel¨®n de fondo sobre los peri¨®dicos, me gustar¨ªa centrarme ahora en algunos de los aspectos que ponen en apuros a los peri¨®dicos y en unas ¨¢reas de problemas a los que ¨¦stos se enfrentan actualmente, as¨ª como rese?ar algunas de las cosas que est¨¢n cambiando y que suponen un desaf¨ªo al comportamiento de los peri¨®dicos.
EL GUSTO POR LAS MALAS NOTICIAS
Una de las primeras cosas que crean problemas a los peri¨®dicos con el p¨²blico es que parecen cebarse con las malas noticias. De hecho, la mayor¨ªa se centra en las malas noticias. Y sucede esto, creo, porque est¨¢ en la naturaleza de los peri¨®dicos iluminar la oscuridad antes que reflejar la luz y en intentar que la gente sea honrada antes que en informar sobre la gente honrada. Si se quieren corregir los males del mundo, entonces los peri¨®dicos tienen que informar de esos males. Desde el punto de vista pr¨¢ctico, si los peri¨®dicos hablaran ¨²nicamente de esos aspectos de la vida que reflejan la luz, la gente dejar¨ªa de leerlos. Poniendo un ejemplo simplista, esto significa que si los peri¨®dicos dijeran todos los d¨ªas que 880 aviones hab¨ªan despegado y aterrizado sin m¨¢s en el aeropuerto Logan, en Boston, nadie leer¨ªa esa noticia. Esto no significa que el sensacionalismo venda peri¨®dicos; eso es una antigua idea de los d¨ªas anteriores a la existencia de la televisi¨®n.
Recuerden que el lector tambi¨¦n es tendencioso. ?C¨®mo lo s¨¦? Tomemos las noticias sobre Bernard Goetz, la noticia de que Goetz hab¨ªa disparado contra cuatro j¨®venes que le hab¨ªan pedido dinero en el metro. Preg¨²ntense si fue una noticia buena o mala. Preg¨²ntenles a sus vecinos. A desconocidos. Descubrir¨¢n la parcialidad del lector.
Hay, por otra parte, a diario cientos de buenas noticias en los peri¨®dicos sobre deportes, televisi¨®n, personajes famosos, sobre gente que ha triunfado, noticias econ¨®micas optimistas, sobre baile, sobre el mundo inmobiliario y comida, moda y el env¨ªo de alimentos a los hambrientos et¨ªopes. Jam¨¢s es todo l¨²gubre. y todo malo. Solamente lo parece.
Otra de las cosas que crea problemas a los peri¨®dicos es su desaf¨ªo a la idea que tienen las clases dirigentes de considerarse propietarias de la informaci¨®n. El caso m¨¢s destacado, desde luego, es lo que el Gobierno etiqueta como seguridad nacional. No hay duda de que una de las tareas del Gobierno es tener y guardar secretos. Muchos directores y periodistas creen sinceramente que su trabajo consiste en descubrir esos secretos. Invariablemente, son muchas las personas que disienten. Pero la sorpresa surge cuando uno se da cuenta de que muchos de estos directores y periodistas creen que son ellos, no el Gobierno, quienes deber¨ªan decidir si es necesario mantener un secreto.
Cuando el Gobierno dice que algo es secreto y que as¨ª deber¨ªa mantenerse, ?por qu¨¦ no lo aceptan sin m¨¢s los periodistas y los directores?
?stas son las razones:
Cualquiera que haya trabajado como periodista en Washington durante cierto tiempo se da cuenta pronto de que la etiqueta de secreto se utiliza con frecuencia para ocultar informaci¨®n embarazosa o para impedir todo debate sobre un tema de inter¨¦s nacional m¨¢s que para salvaguardar un secreto verdadero. En el caso del transbordador espacial, ?qui¨¦n sabe cu¨¢l era su aut¨¦ntica misi¨®n? ?No deber¨ªa saber el p¨²blico m¨¢s de lo permitido? ?Acaso no existe una preocupaci¨®n p¨²blica por el tema del armamento espacial, as¨ª como un debate nacional sobre la guerra de las galaxias y una preocupaci¨®n popular leg¨ªtima sobre la cuesti¨®n de las armas nucleares? Tal como coment¨® recientemente Fred Hiatt, corresponsal en el Pent¨¢gono de The Washington Post, a prop¨®sito de la pol¨ªtica del secreto oficial: "El peligro que tiene esta pol¨ªtica es que los fracasos se le ocultan tanto al pueblo norteamericano como a un supuesto enemigo. Y la ausencia de un debate y de un interrogatorio p¨²blico puede hacer que el Pent¨¢gono se cree su propia propaganda, lo cual puede hacer que siga habiendo puntos flojos verdaderos, en contraposici¨®n a aquellos u otros supuestos".
Otra raz¨®n es que el pa¨ªs tiene que pagar, paga y seguir¨¢ pagando un fuerte precio por el enga?o, cualquiera que ¨¦ste sea: bah¨ªa Cochinos, los bombardeos secretos de Camboya o el Watergate. Cuando los militares pusieron en efecto la primera censura total de su clase al impedir que los reporteros les acompa?aran en la invasi¨®n de Granada, eso fue un enga?o. Los militares est¨¢n a¨²n pagando el precio de ese enga?o al dejar sin contestar las preguntas sobre qu¨¦ fue lo que realmente sucedi¨® en las primeras horas: ?cu¨¢ntos combatientes norteamericanos murieron? ?Funcionaron las radios y las armas como se esperaba? ?Cu¨¢ntos cubanos hab¨ªa? ?Qu¨¦ sucedi¨® con el hospital que bombardearon? Tambi¨¦n Israel pag¨® el mismo precio por un secreto de igual clase cuando no permiti¨® que los corresponsales acompa?aran a sus fuerzas invasoras en L¨ªbano. Luego acus¨® a la Prensa extranjera de informes parciales. ?Qu¨¦ esperaba Israel? ?Qu¨¦ puede esperar nadie? Lo que hace falta son ojos independientes, no ¨²nicamente para asegurar que los Gobiernos sean honrados, sino para dar a los ciudadanos un punto de vista que no sea el oficial.
Para evitar malentendidos, hay que dejar que las estad¨ªsticas demuestren que los peri¨®dicos han guardado, guardan y seguir¨¢n guardando muchos de los secretos que descubren y que se les pide que mantengan en secreto. Pero no todos.
UN ARMA DEMOCR?TICA
Lo que est¨¢ en juego es la idea de que la Prensa libre es tambi¨¦n un arma del arsenal de la democracia. Tal como dijo el juez Murray Gurgein durante el caso de los do-
Poder y culpas de la Prensa
cumentos del Pent¨¢gono: "La seguridad reside tambi¨¦n en el valor de nuestras instituciones libres, en una Prensa cr¨ªtica, obstinada, ubicua, que deben soportar todos aquellos que est¨¦n en el poder, a fin de preservar los supremos valores de libertad de expresi¨®n y el derecho del pueblo a la informaci¨®n...".El terrorismo tambi¨¦n les crea problemas a los peri¨®dicos. Una modalidad se produce cuando los terroristas intentan tomar como rehenes las primeras p¨¢ginas para conseguir sus exigencias. No suele suceder, pero sucede. Tampoco suele suceder con frecuencia, pero un presidente puede llamar a un director y pedirle que no publique cierto art¨ªculo y el director rechace respetuosamente la petici¨®n del presidente. Cuando llama un terrorista y pide que se publique algo o matar¨¢n a alguien o pondr¨¢n una bomba en cierto edificio, puede que un director se vea obligado a concederle al terrorista algo que le ha negado a un presidente. Los terroristas pueden hacer tambi¨¦n que los peri¨®dicos act¨²en de forma que normalmente ser¨ªan anatemas. Cuando los musulmanes Hanafi, por ejemplo, se apoderaron de tres edificios en Washington, hace seis a?os, reteniendo a 149 rehenes bajo amenaza de muerte durante 39 horas, The Washington Post tuvo mucho cuidado en mantener ciertos datos fuera de las p¨¢ginas del peri¨®dico y, consecuentemente, fuera del alcance de los musulmanes? a quienes les le¨ªan el peri¨®dico por tel¨¦fono; tuvo mucho cuidado en no incluir en sus art¨ªculos palabras que les impulsaran a actuar; redact¨® los art¨ªculos d¨¢ndoles un tono de calma, y colabor¨® con la polic¨ªa siempre que le hizo alguna petici¨®n razonable.
No obstante, la manera de tratar los peri¨®dicos a los terroristas es un tema de creciente preocupaci¨®n y que necesita un mayor di¨¢logo entre la Prensa y los departamentos de orden p¨²blico. Lo que los directores de peri¨®dicos intentan evitar y seguir¨¢n intentando es establecer unas normas vinculantes para tales situaciones. La raz¨®n es que no hay dos situaciones iguales, y que, como con las esposas, lo que sirve para una no sirve para la otra. Los directores de peri¨®dicos piensan, adem¨¢s, que no deber¨ªan convertirse en agentes voluntarios de las autoridades a fin de no socavar su credibilidad. M¨¢s bien, casi todos los buenos directores piensan que el sentido com¨²n, el juego limpio y una m¨¢xima preocupaci¨®n por la vida humana deben ser los factores que gu¨ªen sus decisiones en las situaciones dif¨ªciles, en las que se hallen en juego vidas humanas.
Parece ser ¨¦ste el momento adecuado para indicar que la mayor¨ªa de los directores de peri¨®dicos no son tan duros ni tajantes ni est¨¢n tan imbuidos del esp¨ªritu de al diablo con los torpedos, adelante a toda prensa como parece sugerir lo anteriormente dicho. Hay cosas que no se publican. De hecho, en muchas ocasiones, las redacciones de local son cuadril¨¢teros de boxeo en los que los redactores jefes y los periodistas deciden a pu?o limpio qu¨¦ incluir y qu¨¦ omitir en la edici¨®n del d¨ªa siguiente. La mayor parte de estos enfrentamientos verbales tiene que ver con las ideas de gusto y juego limpio y ¨¦tica de cada redactor jefe y de cada periodista, y no tanto con cuestiones de calumnias o invasi¨®n de intimidad o secreto nacional.
Y, sin embargo, el deseo es publicar y publicar todos los d¨ªas. Esto es un hecho.
En ocasiones, este deseo impulsivo de publicar se ve parado no por los directores de los peri¨®dicos o a petici¨®n de un presidente, sino por golpes de Estado y revoluciones, por dirigentes temerosos y reg¨ªmenes represivos.
ATAQUES CONTRA LOS PERI?DICOS
Me gustar¨ªa ahora centrarme en algunos segmentos de la sociedad que les crean problemas a los peri¨®dicos. Los m¨¢s visibles, recientemente, han sido los generales Westmoreland y Sharon. Son en realidad s¨ªmbolos de un creciente abuso de los tribunales para intimidar y castigar a la Prensa por su comportamiento hacia los pol¨ªticos y los personajes p¨²blicos. Actualmente, son m¨¢s que nunca las personas que de mandan a los peri¨®dicos por difamaci¨®n. Y cada vez piden mayores cantidades: 50 millones de d¨®lares, 120 millones de d¨®lares, 250 millones. Uno de los resultados de estas acciones es la paralizaci¨®n de la informaci¨®n sobre dirigentes p¨²blicos. Y sucede sobre todo con los diarios o semanarios m¨¢s peque?os, cuyo margen de beneficios es tal que resultan especialmente vulnerables a procesos largos, costosos y destructivos, incluso aunque finalmente los ganen. Yo he pensado siempre que no se le deber¨ªa permitir a un personaje p¨²blico, considera do as¨ª por el tribunal, presentar una de manda por difamaci¨®n. Puede que sea ¨¦sta una opini¨®n demasiado extremista. No obstante, creo que se necesita una soluci¨®n mejor que la existente, quiz¨¢ una soluci¨®n que elimine los da?os econ¨®micos y que haga que la publicaci¨®n que haya sido considerada difamante con malicia, tal como define este delito el Tribunal Supremo, publique una retractaci¨®n en el mismo espacio en el que apareci¨® el art¨ªculo difamatorio original. O si no, que nosotros podamos tambi¨¦n demandar a los generales por los errores cometidos en el campo de batalla.
Otro desaf¨ªo, reciente y cada vez mayor, que tienen ante s¨ª los peri¨®dicos es el aumento de los ataques del mundo de las empresas. Al fin y al cabo, hubo una ¨¦poca en la que los empresarios se lo pensaban dos veces antes de embestir contra los peri¨®dicos. Actualmente, dirigidos por Herbert Schmetz, de Mobil, los peri¨®dicos han dejado de ser inmunes. Herb es una especie de garrapata empresarial que se introduce debajo de la piel de los peri¨®dicos y deposita sus enzimas digestores de carne, provocando una irritaci¨®n prolongada. Fue el pionero de los anuncios antiprensa. Entre par¨¦ntesis, es un tributo a la primera enmienda y a los peri¨®dicos que estos ataques aparezcan en los peri¨®dicos atacados, pagando el precio estipulado, naturalmente.
Utiliza tambi¨¦n grupos de expertos, apariciones en televisi¨®n y oradores p¨²blicos para expresar sus opiniones. Entre otras cosas, Herb dice: "El pueblo no cree que los dirigentes de nuestras instituciones y de nuestro Gobierno sean realmente tan ton tos o corruptos como aparecen en la Prensa. Ni cree que las instituciones de nuestra sociedad est¨¢n tan podridas y sean tan des preocupadas como se les hace aparecer". No dice c¨®mo llega a tales conclusiones. Una encuesta, al menos, sugiere que una parte del pueblo piensa lo contrario. En julio de 1981, The Washington Post llev¨® a cabo un estudio de opini¨®n cient¨ªfico con la siguiente pregunta. "?Cree usted que los principales medios de comunicaci¨®n son demasiado cr¨ªticos con el Gobierno de Washington, no suficientemente cr¨ªticos, o qu¨¦?". El 25% de los encuestados pensaba que eran demasiado cr¨ªticos. Pero el 40% pens¨® que no eran suficientemente cr¨ªticos. Otra de las preguntas era: "De cuando en cuando, los principales medios de comunicaci¨®n publican art¨ªculos afirmando que lo que dicen los responsables del Gobierno en Washington no es cierto. En tales casos, ?qui¨¦n cree usted que dice la verdad?". El 17% respondi¨® que los responsables gubernamentales. El 57% dijo que los medios de comunicaci¨®n.
Obviamente, la tensi¨®n entre uno de los centros de poder, las empresas, y otro, la Prensa, es mayor y m¨¢s grave que en el caso de Herb Schmertz y quienes han seguido sus t¨¢cticas.
LA BUENA SALUD DE LA PRENSA
Me gustar¨ªa acabar mencionando tres puntos:
Creo que los peri¨®dicos tienen mucha vida por delante. No hay duda de que se pueden conseguir elegantes peri¨®dicos hechos a medida en nuestras propias imprentas llamadas ordenadores personales. Pero para ello le tiene que gustar a uno sentarse delante de una pantalla y leer en ella el peri¨®dico. Podr¨¢ pedir lo que quiera, por ejemplo las acciones m¨¢s destacadas, equipos de atletismo, las buenas noticias y las malas noticias en todo tipo de combinaciones, variaciones y extensi¨®n deseadas. Ser¨¢ su peri¨®dico. Naturalmente, habr¨¢ que renunciar a la posibilidad de descubrir las maravillas ocultas entre las p¨¢ginas de un peri¨®dico, ya que probablemente se perder¨¢ ese inteligente titular sobre algo que desconoce o el art¨ªculo sobre Chad cuando usted pensaba que no le interesaba nada Chad.
Adem¨¢s, no es posible hacer una fotocopia de Walter Cronkite y enviarla donde se quiera y archivarla. Por ¨²ltimo, resulta dif¨ªcil meterse en el ba?o con el ordenador personal, al menos con los actuales, o colgarlo de una correa en el metro para leerlo.
Por supuesto que todo esto se puede hacer. Son posibilidades concebibles. Son futuristas, dependiendo del desarrollo del microchip, pero realizables, y probablemente llegar¨¢n. Pero seguir¨¢ habiendo peri¨®dicos, y se seguir¨¢ queriendo tener peri¨®dicos, y seguir¨¢n gustando, con sus malas noticias y todo.
El segundo punto es mi creencia en que la primera enmienda es lo que diferencia a esta rep¨²blica de las otras rep¨²blicas del mundo. Creo lo que aquel eminente absolutista de la primera enmienda, el juez Hugo Black, cre¨ªa:
"En la primera enmienda, los padres fundadores dieron a la Prensa libre la protecci¨®n que necesita para desempe?ar su papel esencial en nuestra democracia. La Prensa deb¨ªa servir a los gobernados, no a los gobernantes. Se aboli¨® el poder del Gobierno para censurar a la Prensa para que ¨¦sta pudiera tener siempre la libertad, de censurar al Gobierno e informar al pueblo. S¨®lo una Prensa libre y sin trabas puede denunciar, de una manera eficaz, los enga?os del Gobierno...".
El tercer y ¨²ltimo punto me lleva de nuevo al principio. No todos los peri¨®dicos son buenos. Ning¨²n peri¨®dico es totalmente bueno o totalmente malo, justo o injusto. Todos tienen sus defectos y sus tendencias, al igual que sus lectores. Pero, y es un pero terriblemente significativo, si los peri¨®dicos no sacan a la luz las noticias y las publican, si no llevan a cabo las investigaciones y no hacen los comentarios, si no examinan los problemas y los denuncian, entonces ?qui¨¦n lo har¨¢?
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