El enigma de un porte?¨® sentimental
Hace 50 a?os mor¨ªa Carlos Gardel. Este cantor de tangos argentino, como suele ocurrir en Argentina, tal vez fuera uruguayo o franc¨¦s. Los eruditos se han enzarzado en sutiles disputas documentales acerca de fechas y lugares de nacimiento y las conclusiones siguen inciertas y sugestivamente misteriosas. ?Toulouse o Tacuaremb¨®? ? 1883, 1887 o 1890?Gardel y tango son, al menos en Espa?a, pr¨¢cticamente sin¨®nimos. Fuera del repertorio gardeliano se conoce muy poco: apenas se sabe que hubo un tango arcaico, la Guardia vieja, y que hacia 1940 un fuerte movimiento de renovaci¨®n literaria llev¨® a las letras de tango la experiencia de las vanguardias del veinte, as¨ª como que hoy Astor Piazzolla se vale de ciertos elementos del tango para codearse con Igor Stravinski y B¨¦la Bart¨®k.
Unido a la imagen t¨®pica del porte?o bien vestido, muy cuida doso de su peinado, seductor, re pentista, algo chulo y prepotente (lo que en Buenos Aires se llama un atropellador), Gardel instala, impert¨¦rrito, su lugar de estrella del music hall internacional al lado de esas variables deidades que se llaman Maurice Chevalier, Concha Piquer, Amalia Rodrigues o Josephine Baker. A pesar de que sus discos tienen un sonido que parece viejo a los o¨ªdos de un consumidor actual y de que en muchos pa¨ªses europeos no se entiende lo que canta, Gardel sigue teniendo un p¨²blico que justifica la constante reedici¨®n de sus discos.
He visto a Gardel en escaparates de Par¨ªs y de Lisboa, en remotas aldeas de Galicia y Asturias. Una vendedora de discos francesa me dijo cierta vez: "?Acaso los norteamericanos entienden lo que canta Edith Piaf?". Desde luego, la sugesti¨®n de una voz y la inmediatez de la m¨²sica pueden m¨¢s que las distancias ling¨¹¨ªsticas, el espacio y el tiempo.
Lo curioso del caso gardeliano es que lo sabido acerca de su biograf¨ªa es proporcionalmente inverso a lo que se ha difundido su obra. De casi todas las grandes figuras del espect¨¢culo se puede narrar una biograf¨ªa puntual, aunque siempre dentro de la historia haya su cuota de leyenda. De Gardel se sabe poco y nada, y lo poco que se sabe est¨¢ en entredicho y abre grandes inc¨®gnitas.
Mucho m¨¢s neta es su aportaci¨®n a la historia del tango. Se conoce la antig¨¹edad de esta forma musical, que data de la d¨¦cada 1860-1870, y lo relativamente tard¨ªa que fue la incorporaci¨®n de la letra a la m¨²sica. Aunque letrillas an¨®nimas, ocasionales y normalmente subidas de tono eran habituales en el tango primitivo, la profesi¨®n de letrista de tango s¨®lo se consolida en 1918, cuando Gardel populariza Mi noche triste, con versos de Pascual Contursi.
Desde ese momento la producci¨®n literaria del tango se hace torrencial y constituye, con su peque?a sociolog¨ªa de barrios pobres y decentes y de barrios c¨¦ntricos y p¨¦rfidos, uno de sus principales atractivos, pues el pueblo no s¨®lo lo baila y lo silba, sino que lo canta y se identifica con sus modelos t¨ªpicos.
En general, los cantores (y sobre todo cantatrices) de tangos eran actores de sainete y de tingladillos de feria que intentaban imitar a las tonadilleras y cantantes de zarzuela, sobre todo los que practicaban el g¨¦nero chico.
Gardel es el primer cantor que lleva a la emisi¨®n del tango la fon¨¦tica y la prosodia del habla rioplatense, a la vez que distingue los diversos g¨¦neros: el tango literario con pretensiones modernistas, el tango lunfardo, el dram¨¢tico, el ir¨®nico, el reflexivo, el narrativo. Domina el panorama este ¨²ltimo, el tango que describe un ambiente y cuenta una historia que se desarrolla en ¨¦l. Si hubiera que buscarle un s¨ªmil espa?ol ser¨ªa el cupl¨¦, pues ¨¦ste, heredero de aquellos entremeses teatrales de los que surgi¨® la zarzuela, tambi¨¦n suele ser una historia teatralizada de bolsillo. Se distancia, en cambio, el cante jondo, cuyas letras son siempre como fragmentarias y los melismas del cantaor contribuyen a difuminarlas, perdiendo su importancia y cedi¨¦ndola al tono de la jondura misma.
?Contribuy¨® el misterio de la biograf¨ªa gardeliana a su predicamento entre las masas argentinas? T¨¦ngase en cuenta que hacia 1920 el elemento inmigratorio era dominante en Argentina. Esas multitudes ven¨ªan de lejos (mejor dicho, iban a tierras lejanas) y hab¨ªan perdido su contacto con el lugar de origen. La patria, la tierra del padre, se hab¨ªa borrado en su paisaje inmediato y ante ellos estaba un pa¨ªs in¨¦dito, una soci dad que promet¨ªa la riqueza r¨¢pida y f¨¢cil, el ascenso y el desclasamiento. No es absurdo, pues, que los protagonistas de su imaginaci¨®n tambi¨¦n fueran personajes que ocultaban su origen y se presentaban vestidos con los atributos de una clase social que no era la aborigen.
La madre, protagonista
En las letras de los tangos es notable la ausencia de la figura paterna, al contrario de la materna, que ocupa un sitio protagonista. Familia de hu¨¦rfanos o de bastardos, casa chica de un padre misterioso que sostiene una doble vida, hijos abandonados que ven en la madre a la conductora del n¨²cleo familiar, la familia del tango elige como ¨ªdolo a Gardel, cuyo padre es ignoto, y que ¨¦l mismo no tiene hijos.
Cant¨® a las madres sufridas que siempre aguardan el retorno de los hijos calaveras, a las novias virtuosas que prefer¨ªan la tisis a la prostituci¨®n, pero tambi¨¦n a las melanc¨®licas francesas o gallegas que, llevadas por la alucinaci¨®n de la riqueza, terminaron tosiendo en un rinc¨®n del cabar¨¦. Hoy su mitolog¨ªa tiene la ternura camp de los mundos muertos, pero su arte de cantahistorias suburbano brilla seguro con la lejan¨ªa mineral de los astros solitarios.
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