Una pesadilla borgesiana
No es casual que, recurrentes y contumaces, las breves y paralelas historias de Uruguay y Argentina reflejen una pesadilla borgesiana que puede resumirse en la eternidad ilusoria del predominio alternativo de civilizaci¨®n y barbarie.Durante la tiran¨ªa porte?a de Juan Manuel de Rosas (1835-1852), autoproclamado gobernante ungido por Dios, debieron ausentarse de aquel para¨ªso del deg¨¹ello, con el nimio pretexto de preservar ilesos sus gaznates, las mejores cabezas con que contaba Argentina por aquellos a?os.
Muchas de ellas fueron a dar con sus bien pensantes calaveras a Montevideo, en la margen opuesta del mar Dulce. Pronto se arraig¨® la saludable costumbre de que, cuando la barbarie ten¨ªa la gentileza de no coincidir en ambas costas del r¨ªo y entre los sables, los intelectuales y dem¨¢s parias buscaran asilo en la otra ribera.
Algunos, sin embargo, fueron atrapados antes de dar el salto debido a una fatalidad, a su sentido del deber o a que tuvieron el tup¨¦ de considerarse inocentes. Quienes cayeron en manos de la barbarie por cumplir lo que consideraban su deber, lo pagaron muy caro, porque sus ejecutores saben d¨®nde tienen que golpear m¨¢s fuerte.
Dramaturgo destrozado
En tal sentido, baste mencionar el caso del dramaturgo uruguayo Mauricio Rosencof, destrozado por las torturas de los dictadores. Aquellos que se pretendieron inocentes tambi¨¦n las pasaron negras, pero, ?cu¨¢nto pesa la negrura frente a la aniquilaci¨®n?
Dicho lo que antecede en este art¨ªculo, queda muy claro que no se pretende conceder a nadie galones -hay sujetos que s¨ª lo hacen- por haber permanecido una temporadita a la sombra.
De lo que se trata en esta ocasi¨®n es de saludar la reciente decisi¨®n adoptada por el Gobierno civil uruguayo de conceder el Gran Premio Nacional de Literatura a Juan Carlos Onetti, premio Miguel de Cervantes de Literatura en Espa?a, detenido en su momento, durante la ofensiva de la dictadura uruguaya contra los intelectuales, bajo una vaga acusaci¨®n de pornogr¨¢fico.
Se trata de saludar este premio en lo que significa: un s¨ªntoma positivo de civilizaci¨®n contra la barbarie. Este hecho es uno de los que se inscriben en esas marchas y contramarchas c¨ªclicas, empalmadas como un anillo de Moebius que transcurren sin soluci¨®n de continuidad del emputecimiento a la abominaci¨®n, como dir¨ªa Guillermo Faulkner.
Restituci¨®n
Pues s¨ª, se?or, aqu¨ª viene lo mejor: el premio 1984 no es, en modo alguno, lo m¨¢s regocijante de esta historieta. Tal es lo que se?al¨® Juan Carlos Onetti a EL PA?S, libr¨¢ndome as¨ª del nepotismo. Lo que reconforta realmente es la restituci¨®n del gran premio literario correspondiente a 1981 y que hab¨ªa reca¨ªdo en el escritor uruguayo Ildefonso Paredes Valdez.
Sucedi¨® entonces que 16 jurados otorgaron por unanimidad el grand¨ªsimo premio literario al citado Ildefonso Paredes Valdez La decisi¨®n no agrad¨® al genera lato. De inmediato fue llamado a palacio Sergio Visca, zarevich cultural castrense, y conminado a hacer revocar el fallo que hab¨ªa adoptado el numeroso jurado.
Eficiente turiferario, Sergio Visca logr¨® en su cometido una productividad muy superior a la de Jesucristo, porque si ?ste obtuvo a raz¨®n de un Judas por cada 12 ap¨®stoles, el inefable zarevich produjo una multiplicaci¨®n comprable a la famosa de los peces y los panes: 13 judas, sobre 16, desertizaron el premio.
Glorias mil para esos tres jurados que osaron mantenerse firmes bajo siniestras presiones. Sus nombres deber¨ªan perdurar por merecer, cuando menos, una menci¨®n honor¨ªfica. Para ello ser¨ªa deseable que el actual per¨ªodo de abominaci¨®n de la barbarie perdurara tambi¨¦n por los siglos de los siglos. Am¨¦n.
Babelia
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