Los 'tiburones' de Wall Street, la ¨²ltima versi¨®n del capitalismo norteamericano
Una tarde de mediados de mayo pasado, Fred Hartley, presidente de la compa?¨ªa petrolera Unocal, lleg¨® a su casa con la respiraci¨®n cortada. "Nac¨ª con la I Guerra Mundial; sobreviv¨ª a la II Guerra Mundial, y ahora voy a tener que librar la III Guerra Mundial", anunci¨® resuelto a su esposa. Fred Hartley se hab¨ªa enterado aquella ma?ana de que su empresa estaba en el punto de mira de T. Boone Pickens, el rey de los corporate raiders norteamericanos, los tiburones de la Bolsa neoyorquina.
T. Boone Pickens, presidente de Mesa Petroleum y terror de los consejos de administraci¨®n de las grandes corporaciones estadounidenses, ha encontrado, seg¨²n The Wall Street Journal, finalmente en Hartley la exacta medida de su zapato. Pickens ha cosechado con Unocal su primera derrota tras una larga serie de victorias que le han convertido a ¨¦l y a su empresa en multimillonarios.Les llaman los invasores en la jerga de la Prensa norteamericana, aunque otros prefieren el calificativo de tiburones, y tienen a los consejos de administraci¨®n en un pu?o. Su primera figura es un tejano de escasa estatura, de pelo casi albino y pinta de predicador incansable; un tipo listo que vende una mercanc¨ªa tan simple como ¨¦sta: "Soy el campe¨®n de los peque?os accionistas", asegura T. Boone Pickens junior, que a?ade que "muchas compa?¨ªas norteamericanas est¨¢n infravaloradas en bolsa, y yo acuso a las gerencias de tales compa?¨ªas de no procurar para sus accionistas los dividendos que se merecen".
El resultado de los raids de Pickens se cuantifican por el momento en unos nada desde?ables 13.000 millones de d¨®lares (casi 2,27 billones de pesetas), que gracias a las t¨¦cnicas de Boone han ido a parar a cerca de 750.000 accionistas merced a las incursiones de Pickens en Gulf Oil Corporation, Phillips Petroleum Co. y C?ties Service Co, entre otras. "Recibo cientos de cartas todas las semanas", asegura Boone Pickens, "de accionistas entusiasmados que me preguntan '?no ha pensado usted todav¨ªa en mi empresa?".
La mayor¨ªa de los tiburones nada tienen que ver con los sentimientos desprendidos de Pickens. Sir James Goldsmith, un tibur¨®n brit¨¢nico -no todos son made in USA-, que forz¨® la ca¨ªda de St. Regis Corp. en los brazos de Champion International Corp., asegura sin rubor que sus t¨¢cticas benefician "al p¨²blico en general, pero no es ¨¦se el motivo que a m¨ª me mueve; yo lo hago para ganar dinero".
De hecho, el propio Pickens sac¨® el a?o pasado buena tajada de sus habilidades. Seg¨²n el semanario norteamericano US News and World Report, Pickens se convirti¨® en el empresario mejor pagado del pa¨ªs en 1984, al haber ingresado 22,8 millones de d¨®lares (unos 4.000 millones de pesetas al cambio actual), suma dividida en 4,2 millones en concepto de salario y pluses, m¨¢s 18,6 millones como prima especial por haber hecho ganar a la sociedad que preside, Mesa Petroleum, una suma cercana a los 850 millones de d¨®lares (cerca de 150.000 millones de pesetas) en las tentativas de toma de control de los gigantes petroleros Gulf Oil y Phillips Petroleum.
Revalorizar las acciones
Naturalmente que los raiders no est¨¢n en el mundo para hacer obras de caridad. Muy al contrario, algunas de las m¨¢s recientes grandes fortunas del pa¨ªs de las fortunas enormes se est¨¢n haciendo al socaire de esa argumentaci¨®n de compa?¨ªas infravaloradas en bolsa y la consiguiente toma de su control o la amenaza de hacerlo, que tanto vale para los objetivos ¨²ltimos de los tiburones.El terreno para la actividad de los tiburones ha quedado abonado en a?os pasados a causa de las pobres cotizaciones burs¨¢tiles de las acciones de muchas sociedades cotizaciones que no respond¨ªan al valor real de los activos de la entidad. Por ese gap se han colado especuladores como Pickens, Carl Icahn, los hermanos canadienses BeIzberg, los multimillonario s hermanos tejanos Bass (los reyes de la plata), Charles Hurwitz, Saul Steinberg, David H. Murdock y un largo etc¨¦tera cuyas aventuras no son menos fascinantes que la cuant¨ªa de sus fortunas.
La t¨¢ctica, a grandes rasgos consiste en hacerse en bolsa con importantes paquetes de acciones de la corporaci¨®n elegida, para a continuaci¨®n dar el susto a su consejo de administraci¨®n. El tibur¨®n puede a continuaci¨®n hacer una Oferta P¨²blica de Adquisici¨®n de Acciones (OPA) u ofertar directamente a la propia gerencia. ?sta se ve entonces en la disyuntiva de reaccionar mediante la recompra de esos paquetes, naturalmente a mayor precio, adem¨¢s de untarle directamente el morro al invasor con muchos millones de d¨®lares para que abandone y se olvide de la empresa. La otra alternativa suele consistir en echarse en brazos de otra corporaci¨®n salvadora, lo que suele dar lugar a la correspondiente fusi¨®n de empresas.
La aparici¨®n de un tibur¨®n en escena y su posterior retirada -siempre con tajada en la boca- suele significar para la empresa agredida haber incrementado su endeudamiento de forma dram¨¢tica, para poder repagar a un precio muy superior las acciones que cayeron en manos del invasor.
Estas pr¨¢cticas levantan otra inc¨®gnita de grandes proporciones: el acceso de los tiburones a los enormes recursos financieros necesarios para entrar en el juego. De acuerdo con Business Week, los grandes bancos han rechazado siempre cooperar en pr¨¢cticas que pudieran molestar a sus clientes institucionales, las grandes corporaciones. Pero a consecuencia de la reciente desregulaci¨®n bancaria norteamericana, muchas empresas han roto los tradicionales lazos que les un¨ªan con su banquero para pasar a financiarse en el mercado. Instituciones como Citibank o First National Bank of Boston han sido se?aladas como financiadoras de tiburones.
Los raiders no se detienen ante el tama?o de sus presas: gigantes petroleros como Gulf, Phillips Petroleum, Unocal; papeleros como St. Regis, o de sectores diversos como Crown Zellerbach, Walt Disney Productions, Blue Bell, Castle & Cooke. El p¨¢nico se generaliza. Un abogado de Wall Street aseguraba en el semanario Business Week': "Todos los d¨ªas recibo llamadas de alg¨²n presidente de empresa que pide auxilio: "alguien nos est¨¢ comprando". Muchas compa?¨ªas llegan a pagar dinero para evitar que inversores indeseables les pongan el ojo encima.
La presencia de los tiburones est¨¢ introduciendo cambios significativos en la propia estrategia a largo plazo de las grandes corporaciones. Los presidentes se ven de pronto forzados a pensar en t¨¦rminos de retribuci¨®n a los accionistas -en suma, en el beneficio a corto plazo-, sacrificando planes de expansi¨®n a largo plazo que podr¨ªa suponer descenso de las cotizaciones en bolsa y la inminente aparici¨®n en escena de alg¨²n tibur¨®n. Seg¨²n Harold M. Willianis, antiguo presidente de la Securities & Exchange Commission, "hacer prevalecer la estrategia de corto plazo, puede resultar muy da?ino para la competitividad de las empresas norteamericanas".
El control de las empresas
Los tiburones est¨¢n logrando de hecho reabrir un debate de largas consecuencias sobre la esencia ¨²ltima del capitalismo norteamericano y su naturaleza. Algunas cuestiones de la filosof¨ªa misma del sistema est¨¢n en juego. Si la empresa es de sus accionistas, entonces la primera tarea de sus gestores es conseguir los mayores beneficios para los mismos.Robert C. Clark, de la universidad de Harvard, cree que el control de las empresas capitalistas est¨¢ cambiando de manos: desde el patriarca fundador de hace d¨¦cadas a los gerentes profesionales de la actualidad, y finalmente a los inversores institucionales y ahorradores del futuro. "Los tiburones", afirma Clark, "son los catalizadores de este cambio".
Europa parece por el momento al margen de la tormenta. El tibur¨®n brit¨¢nico Jimmy Goldsmith se limita a actuar en Estados Unidos. "Francia y el Reino Unido languidecen por proteger la burocracia empresarial y los viejos h¨¢bitos de gesti¨®n", asegura sin rodeos. ?Y Espa?a? De acuerdo con un directivo de banca extranjera asentado en Madrid, "cualquier tibur¨®n que dispusiera de 5.000 millones de pesetas podr¨ªa armar el taco en la Bolsa de Madrid con todas las compa?¨ªas el¨¦ctricas juntas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.