Mor¨¢n lamenta no haber podido dejar a Espa?a donde "le corresponde"
"Me da pena no haber tenido tiempo de dejar este pa¨ªs en el sitio que le corresponde", afirm¨® ayer el todav¨ªa ministro de Asuntos Exteriores Fernando Mor¨¢n, en una escapada que hizo a mediod¨ªa para pasear por la plaza Mayor de Madrid con algunos de sus colaboradores. Mor¨¢n estaba fresco: hab¨ªa desconectado los tel¨¦fonos de su casa y ni escuch¨® los programas matinales de la radio. Sus colaboradores luc¨ªan, sin embargo, profundas ojeras o ten¨ªan caras de circunstancias. Algunos de ellos hab¨ªan pasado media madrugada esperando noticias.
Mor¨¢n reconoci¨® ayer tambi¨¦n su "pena" por "marchar sin cerrar los temas de la OTAN y del Norte de ?frica y con el temor de que se produzca un intercambio de embajadores con Israel por deslizamiento, poniendo en peligro toda una pol¨ªtica con los pa¨ªses ¨¢rabes".Entorno alas 11.30 horas, el todav¨ªa ministro de Asuntos Exteriores abandon¨® su despacho en el palacio de Santa Cruz, cruz¨® la plaza de las Provincias y se dispuso a dar un par de vueltas bajo los soportales de la plaza Mayor, par¨¢ndose a tomar un caf¨¦ en una terraza, junto al jefe de su Gabinete, Jos¨¦ Luis Dicenta, y sus directores generales de Informaci¨®n Diplom¨¢tica, Fernando Schwartz; Am¨¦rica del Norte, M¨¢ximo Cajal, y Oriente Pr¨®ximo, Manuel Sassot.
Por 'deslizamiento'
Mor¨¢n -vestido con un veraniego traje gris- estaba calmado y algo sonriente, aunque hab¨ªa dos cuestiones que parec¨ªa tener inter¨¦s en desmentir: que ¨¦l nunca hab¨ªa presentado la dimisi¨®n y que no hab¨ªa optado por ning¨²n otro puesto.Despu¨¦s de los desmentidos -con la Prensa de la ma?ana sobre el velador de la terraza- es cuando afirma que le ha dado pena "no haber tenido tiempo de dejar a este pa¨ªs en el sitio que le corresponde" y de no concluir el modelo de integraci¨®n en la OTAN y su pol¨ªtica respecto al Norte de ?frica. Tambi¨¦n reconoce entonces que se marcha con e temor de que el intercambio de embajadores con Israel se produzca "por deslizamiento, poniendo en peligro toda una pol¨ªtica con los pa¨ªses ¨¢rabes".
Sentado en la terraza de uno de los bares de la plaza Mayor -que sirve de encuentro habitual entre los periodistas y los diplom¨¢ticos y en los que ¨¦stos se re¨²nen a desayunar o almorzar, cont¨¢ndose los ¨²ltimos rumores o sondeando las plazas vacantes en las embajadas en el extranjero-, Mor¨¢n relata c¨®mo su di¨¢logo con Felipe Gonz¨¢lez no ha sido nunca tormentoso, como se ha dicho, sino que ha sido "muy particular", adjetivo ¨¦ste que no llega a aclarar.
Fidelidad a Occidente
Fernando Mor¨¢n tiene inter¨¦s tambi¨¦n en subrayar que sus relaciones con sus hom¨®logos occidentales siempre han sido buenas, y que ¨¦stos nunca han puesto en duda la fidelidad de Espa?a a su pertenencia al mundo occidental.Ayer tarde, Mor¨¢n recog¨ªa las pertenencias que manten¨ªa en su despacho de la segunda planta del Ministerio. Poca cosa. Papeles y fotos de las cuatro mujeres de su familia: su esposa, sus dos hijas y su nieta.
Mor¨¢n no quiere hablar de nada que tenga que ver con la crisis y plantea ya para hoy su marcha de vacaciones. Tampoco quiere repetir las palabras que improvis¨® el martes, por tel¨¦fono, a un director adjunto de Diario 16, cuando, refiri¨¦ndose a su reticente postura sobre la OTAN, dijo que estaba dispuesto a seguir como ministro y terminar su misi¨®n, sin importarle que las altas cotas de popularidad que dicen que ahora tengo hubieran descendido por debajo de cero". "Yo me hubiera", agreg¨®, quemado en el empe?o".
"Yo salgo del Gobierno", a?adi¨® a dicho diario, "por razones pol¨ªticas, y salgo para irme a mi casa. Yo, lo mismo que luch¨¦ contra el franqu¨ªsmo, seguir¨¦ luchando ahora en la democracia contra las cosas que creo que est¨¢n mal. Yo he vivido siempre as¨ª. Ahora, quiz¨¢, se pretenda darme un mendrugo de recompensa, pero yo nunca he precisado ni he aceptado inendrugos".
Todo el equipo de Mor¨¢n -la mayor¨ªa, diplom¨¢ticos- coincid¨ªa con el a¨²n ministro en querer subrayar que, sobre todo, eran funcionarios y estaban "al servicio del Estado". El desencanto de muchos de ellos era, no obstante, evidente.
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