El iberismo de Fernando Pessoa
Es dif¨ªcil decidir, entre la de asombro y la de desconcierto, cu¨¢l es la sensaci¨®n que predomina en quien trata de profundizar en el pensamiento pol¨ªtico del poeta portugu¨¦s Fernando Pessoa. Y no porque dicho pensamiento sea confuso, sino porque, a fuerza de querer ser abarcador, llega en ocasiones a parecerlo. Claro est¨¢ que la causa principal de ello es el estado fragmentario y de esbozo en que el creador de los poetas heter¨®nimos dej¨® la mayor parte de sus escritos sobre la materia, y particularmente los que reclaman hoy nuestra atenci¨®n, es decir, aquellos que se refieren al iberismo.No me he acercado a estos papeles -conducido por mis estudios sobre su obra l¨ªrica- con la idea, ajena a mi competencia, de buscar en ellos soluciones, o siquiera directrices, con vistas al incremento de relaciones de todo g¨¦nero que ha de suponer la incorporaci¨®n de Espa?a y Portugal a una Comunidad Econ¨®mica Europea con aspiraciones a la unidad continental, sino con la de indagar, y tratar al mismo tiempo de sintetizarlos, cuantos pensamientos y sentimientos puedan ayudarnos a comprender, y tal vez a prever, las actitudes generales y los gestos personales de portugueses y espa?oles ante las posibilidades y las imposiciones de la vida comunitaria. No se olvide, si se desea comprender la importancia de este asunto, que Pessoa es uno de los autores m¨¢s le¨ªdos en Portugal ni que el n¨²mero de sus lectores aumenta incesantemente en Espa?a.
Lo primero que estimo que ha de tenerse en cuenta para tratar de interpretar rectamente el pensamiento iberista de Pessoa son las diferencias de todo g¨¦nero existentes entre la Europa del primer tercio del presente siglo, en el que fueron escritos estos papeles, y la del ¨²ltimo del mismo, en que se trata de interpretarlos. En la Europa occidental no quedan ya potencias imperialistas y la II Guerra Mundial la ha hecho cambiar de manera tan decisiva que hoy resultan impensables las confrontaciones, tantas veces cruentas, entre los Estados que la forman; lo que tiende, de manera progresiva y al parecer irreversible, a sumir en el olvido viejos odios y rivalidades hegem¨®nicas. Digo esto porque Pessoa no puede por menos, al teorizar sobre la Europa de su tiempo, de tener en cuenta, no s¨®lo el estado de conciencia de sus diferentes pa¨ªses, sino tambi¨¦n la violencia de algunos de sus m¨¦todos.
Opinaba nuestro poeta que "para determinar con precisi¨®n cu¨¢l es la cultura portuguesa, tenemos que determinar primero cu¨¢l es la cultura caracter¨ªstica del grupo ib¨¦rico, del cual somos (los portugueses, se entiende) una secci¨®n especial", teniendo en cuenta, al hacerlo, que esta ¨²ltima es una rama de la cultura general de la cristiandad. Tan convencido estaba de la interdependencia cultural de nuestros pa¨ªses que lleg¨® a escribir que "no es posible una futura civilizaci¨®n espa?ola, ni una futura civilizaci¨®n portuguesa. Lo que es posible es una futura civilizaci¨®n ib¨¦rica, formada por los esfuerzos de Espa?a y Portugal". Es cuanto pod¨ªa afirmarse -o quiz¨¢ so?arse- en una ¨¦poca en la que faltaban los presupuestos pol¨ªticos para la creaci¨®n de una civilizaci¨®n unitaria de un grupo mayor de Estados europeos.
En consecuencia, Pessoa cre¨ªa que "todas las fuerzas que se opongan a un entendimiento entre Portugal y Espa?a deben ser consideradas como enemigas".
Y, seg¨²n ¨¦l, esas fuerzas eran los conservadores, sobre todo los cat¨®licos; la masoner¨ªa, a la que, debido a su origen extranjero, es decir, inspirado en otras culturas, consideraba un cuerpo extra?o "metido en la carne de Iberia" (lo que no le impidi¨®, en 1935, polemizar valientemente contra los autores de la ley portuguesa que la declaraba ilegal); Francia, cuya cultura "especial" hab¨ªa envenenado por exceso el alma, o las almas, de Iberia, e Inglaterra, que pol¨ªticamente hab¨ªa pisoteado a los pa¨ªses ib¨¦ricos. Esta creencia de quien sent¨ªa a la lengua y a la literatura inglesas como propias, hasta el extremo de haber publicado libros en ingl¨¦s antes que en portugu¨¦s, demuestra que Pessoa antepon¨ªa la indignaci¨®n que le causaba la pol¨ªtica internacional del Reino Unido, de la que el episodio m¨¢s espectacularmente vejatorio para su pa¨ªs fue el c¨¦lebre ultim¨¢tum del a?o 1890, a sus afinidades y preferencias intelectuales. Y, que distingu¨ªa perfectamente entre imperialismo y cultura es cosa evidente, pues en varias de sus notas sobre el iberismo afirma que la lengua m¨¢s rica de Europa es la inglesa, seguida muy de cerca por la portuguesa y la espa?ola, lo que hace de las tres excelentes e insustituibles veh¨ªculos culturales.
Pessoa pensaba, por lo dem¨¢s, que para la creaci¨®n de la futura civilizaci¨®n ib¨¦rica es necesaria la independencia de las naciones que hab¨ªan de formarla, puesto que "es un error craso suponer que la fusi¨®n imperialista facilita la actividad civilizacional". ?No est¨¢ definiendo nuestro poeta, a escala ib¨¦rica, el proyecto de civilizaci¨®n europea en el que, por ahora, colaboran 12 Estados soberanos?
"Lo que supremamente conviene" escribe en una de sus notas, "es crear desde ahora la ibericidad. Hacer que todas las energ¨ªas de nuestras almas tiendan hacia un fin que est¨¦ m¨¢s all¨¢ de cuantos fines inmediatos tengan. Ese fin es Iberia, Iberia como se?ora espiritual de las Am¨¦ricas ib¨¦ricas (y no latinas), Iberia como se?ora [se entiende que tambi¨¦n espiritual, pues el Quinto Imperio profetizado por Pessoa en sus escritos esot¨¦ricos excluye el uso de la fuerza y el dominio pol¨ªtico] del ?frica septentrional, Iber¨ªa como destructora del prestigio y predominio franc¨¦s. Venguemos la derrota que los del Norte infligieron a nuestros mayores los ¨¢rabes. Expiemos el delito que cometimos al expulsar de la Pen¨ªnsula a los ¨¢rabes que la civilizaron".
Tres cuestiones interesantes plantea este acerado p¨¢rrafo. La primera -que hoy creo superada- es la que se refiere a la enemistad francesa. Pessoa, en el que la influencia del simbolismo franc¨¦s es innegable, seg¨²n ha demostrado Teresa Rita Lopes, mantuvo siempre una actitud ambigua frente a Francia, una relaci¨®n de amor-odio que habr¨ªa que estudiar detenidamente. Y no deja de ser una paradoja de la historia de la literatura que el primer pa¨ªs en el que apareci¨® un libro de traducciones de su poes¨ªa fuese precisamente nuestro vecino del Norte. La segunda, sobre la que he de volver de pasada un poco m¨¢s adelante, es la cuesti¨®n ¨¢rabe. La tercera, la consistente en negar una Latinoam¨¦rica en pro de una Iberoam¨¦rica.
Pessoa, en efecto, sosten¨ªa que los ib¨¦ricos no son pueblos verdaderamente latinos. Seg¨²n ¨¦l, la civilizaci¨®n europea se compone de los siguientes grupos civilizacionales: el anglo-escandinavo, caracterizado por su individualismo; el germ¨¢nico, por el desarrollo estatal y disciplinado de las fuerzas sociales; el latino (Italia y Francia), por la centralizaci¨®n indisciplinada; el oriental, todav¨ªa informe, y el ib¨¦rico, compuesto por Espa?a y Portugal, caracterizado por una especie de occidentalizaci¨®n de lo europeo. Y no cabe duda de que esta occidentalizaci¨®n se refiere a su vocaci¨®n americana, dado que la nota que acabo de resumir termina con un p¨¢rrafo incompleto sobre Am¨¦rica. Pero si esto no es suficiente para matizar el pensamiento pessoano sobre las caracter¨ªsticas culturales de Iberia, hay otra nota en la que el poeta afirma que "el esp¨ªritu ib¨¦rico es una fusi¨®n del esp¨ªritu mediterr¨¢neo con el esp¨ªritu atl¨¢ntico", lo que encaja perfecta mente con el americanismo, originado por la atracci¨®n del oc¨¦ano. Ahora bien, al examinar las caracter¨ªsticas ling¨¹¨ªsticas de los distintos pueblos europeos, cori cede, como sabemos, la primac¨ªa a los idiomas ingl¨¦s, portugu¨¦s y espa?ol, y ello por ser lenguas compuestas de elementos culturales diferentes: el ingl¨¦s, del germ¨¢nico y del latino; el espa?ol y el portugu¨¦s, del latino y del ¨¢rabe.
"Lo que importa ahora", escribe Pessoa, "es, sin embargo, s¨®lo determinar el esp¨ªritu pre-ib¨¦rico, la actitud liminar ante el problema de unirnos", pues, "separados tendremos, cada uno de nosotros, un sentido nacional, no un sentido civilizacional". Pero sucede que la unidad de Iberia tiene varios enemigos, el primero de los cuales es Espa?a, "en el sentido de la Espa?a actual", es decir, del Estado centralista que, seg¨²n ¨¦l, no hab¨ªa conseguido absorber las culturas de Galicia y de Catalu?a y que impon¨ªa lo castellano de manera, en su opini¨®n, antinatural. Nuestro poeta -que en otra nota reconoce la personalidad cultural de Euskadi- considera que su aristocratismo, y el ser "inflexiblemente cat¨®lica", hicieron que el dominio del Estado espa?ol por parte de Castilla fuese un obst¨¢culo a las autonom¨ªas -en m¨¢s de una ocasi¨®n habla de una posible confederaci¨®n de pueblos ib¨¦ricos-, a la tolerancia y a la "libre civilizaci¨®n", no obstante lo cual, precisa y aclara, "todo se halla armonizado por el Destino para la futura confederaci¨®n". ?Pudo intuir Pessoa la integraci¨®n de ambos pa¨ªses en un ¨¢mbito m¨¢s amplio que el peninsular, cuando el nuestro se encontrase en pleno proceso de descentralizaci¨®n?
El segundo enemigo de la futura Iberia ser¨ªa Francia, entre otras cosas, porque "los franceses han sido los corruptores de la civilizaci¨®n ib¨¦rica", al parecer debido a una influencia cultural de la que ¨¦l mismo no se libr¨® y que muchos hemos considerado y consideramos beneficiosa. El tercero, Alemania o, mejor dicho, el esp¨ªritu alem¨¢n, "heredero del romano en su parte superior"; lo que parece una alusi¨®n al expansionismo germ¨¢nico de la ¨¦poca. Sin embargo, Pessoa parece ser optimista cuando opina que los pueblos ib¨¦ricos somos el cruce de dos civilizaciones, la ¨¢rabe y la romana, y no su simple superposici¨®n, y que "somos, por eso, m¨¢s complejos y fecundos, por naturaleza, que Francia y Alemania". Insisto en que el poeta escrib¨ªa bajo el influjo del esp¨ªritu de rivalidad que, en sus tiempos, ten¨ªa dividida a Europa, lo que permite pensar que su an¨¢lisis habr¨ªa sido muy otro de haber podido realizarlo en la actualidad.
Sea de ello lo que quiera, parece oportuno, para comprender las ideas radicalmente iberistas de Pessoa, hacerse eco de su declaraci¨®n de que s¨®lo la confederaci¨®n de los distintos pueblos peninsulares puede lograr la mayor¨ªa de edad civilizacional de cada uno de ellos. Dejemos de lado la tentaci¨®n de glosar, extrapol¨¢ndola al proyecto de una Europa unida, esta creencia pessoana y pasemos a ocuparnos de otras cuestiones.
El primer paso hacia una civilizaci¨®n caracterizadamente ib¨¦rica ser¨ªa la creci¨®n de una nueva literatura y una nueva filosofia; y Pessoa asegura que ese paso "ha sido dado en Portugal, en filosof¨ªa sobre todo, por Leonardo Coimbra, uno de los tres grandes fil¨®sofos de la Europa contempor¨¢nea (los otros dos son Bergson y Eucken)", afirmaci¨®n que parece haber sido hecha cuando el fil¨®sofo de la Renascen?a portuguesa estaba influido por Bergson y a¨²n no hab¨ªa evolucionado hacia el neotomismo.
Veh¨ªculo de este nuevo pensamiento literario y filos¨®fico ser¨ªa una revista redactada en portug¨¦s y en espa?ol, proyecto que el poeta consideraba tan factible que lleg¨® a redactar una presentaci¨®n de la misma en la que se lee: "De un tiempo a esta parte se viene haciendo, mediante un proceso de combinaci¨®n espont¨¢nea que vale mucho m¨¢s, y significa mucho m¨¢s, que cualquier t¨¢ctica de pol¨ªtica amistosa, una aproximaci¨®n mental entre Portugal y Espa?a. Se dir¨ªa que ambos pa¨ªses se han dado cuenta por fin del hecho evidente de que una frontera, si separa, tambi¨¦n une; y que, si dos naciones vecinas son dos por ser dos, pueden moralmente ser casi una por ser vecinas". Y es que "por m¨¢s separados que ambos pueblos est¨¦n o se sientan", a?ade Pessoa en otra de sus notas, "son ruedas del mismo eje que, por muy lejos que est¨¦n unas de otras, son parte del mismo movimiento y tienen el mismo sentido de direcci¨®n". Son razones, ¨¦stas del poeta portugu¨¦s que invitan a previsiones optimistas sobre las relaciones hispano-portuguesas, cuando nos encontramos en el umbral de la integraci¨®n de los Estados ib¨¦ricos en un proyecto de uni¨®n m¨¢s amplio que el exclusivamente peninsular, cuya posibilidad estimul¨® tanto a su genial capacidad de an¨¢lisis y s¨ªntesis de las realidades pol¨ªticas y culturales.
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