Voces y altavoces
Mientras la interminable cola de entrada a la puerta n¨²mero 5 del estadio Vicente Calder¨®n impacientaba el jueves a sus v¨ªctimas, alguien, desde la pared, observaba. Fotos publicitarias del ¨²ltimo disco de Pl¨¢cido Domingo vestido de chulapo, fijadas a lo largo de casi toda la pared externa del estadio, miraban imperturbables el ir y venir de las hormigas humanas que pretend¨ªan entrar al recinto del estadio.
El sol todav¨ªa no hab¨ªa abandonado al d¨ªa y segu¨ªa el calor. El numeroso p¨²blico se refrescaba con los abanicos en los que figuraba tambi¨¦n el inequ¨ªvoco rostro de Pl¨¢cido Domingo, esta vez en su caracterizaci¨®n de Otelo. No hab¨ªa opci¨®n a errores. El terreno de la acci¨®n estaba delimitado.
Las sillas en el campo de juego se alineaban ordenadamente sobre las lonas que cubr¨ªan el c¨¦sped. Los bares situados a los lados del campo reun¨ªan constantemente a una peque?a multitud que arras¨® con los bocadillos (se terminaron antes de que empezara la funci¨®n) y que consum¨ªa una tras otra las cervezas y refrescos.
El car¨¢cter que daba al espect¨¢culo un entorno como el de este enorme estadio y la voluntad de ofrecer una ¨®pera de esta envergadura a un p¨²blico no familiarizado con ella se vieron satisfechos, sin embargo, con el respetuoso silencio de la multitud a pesar de las dificultades.
Uso de la ¨®pera
Una voz gangosa desde los altavoces trataba al p¨²blico con soltura, aunque de manera algo confusa, d¨¢ndole instucciones de uso para la ¨®pera, en relaci¨®n a los intermedios y su duraci¨®n. Cuando durante el primer cambio de escenario entre el primero y segundo acto, y ante la tardanza de la operaci¨®n, algunos de los asistentes osaron abandonar moment¨¢neamente sus asientos, la voz gangosa desde lo alto se lo recrimin¨®. Ante las primeras s¨ªlabas del "Atenci¨®n, atenci¨®n", el murmullo ces¨®, capturado in fraganti.
Lo propio habr¨ªa sido, es de suponer, mirar con mayor atenci¨®n y en silencio la publicidad que proyectaban las pantallas de v¨ªdeo, que no s¨®lo refrescaban con sus im¨¢genes de whisky on the roks, sino que contribu¨ªan efectivamente tambi¨¦n a enfriar el clima que con esfuerzo se cre¨® durante la representaci¨®n.
Las primeras filas, en las que estaban los ministros de Interior, Cultura y Presidencia, el alcalde de Madrid y los familiares de Pl¨¢cido Domingo, entre otras destacadas personalidades, viv¨ªan una experiencia reposada y entusiasta. Las filas posteriores en el campo, as¨ª como las tribunas, una vez acostumbradas -o resignadas- a la inadecuada megafon¨ªa en los dos primeros actos, se empezaron a vincular realmente a la obra.
El cuarto acto, el m¨¢s dram¨¢tico de toda la pieza, lleg¨® por fin a subyugar a una audiencia que hab¨ªa acudido a dejarse seducir. La despedida nocturna de Desd¨¦mona y su angustiante y sordo di¨¢logo con Otello, que termina asesin¨¢ndola, llegaron a conmover, como a una sola persona, a miles de espectadores. Los aplausos finales, de casi 15 minutos de duraci¨®n, saludaron a los protagonistas de la noche.
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